Capítulo 4: Entre vías

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|EMMA|

Me quedé callada unos segundos pero en seguida le respondí.

—Tienes razón, querido viajero. Parece que ayer no fue suficiente para que ...—intenté responderle algo nerviosa. Pero, me interrumpió.

—¿Querido viajero? — sonrió.

—Entiendo que te hayas olvidado de mi nombre...— dijo

—Bueno, en realidad si te recuerdo bastante bien. Eres el inoportuno que me interrogaba a medianoche— dije poniendo los ojos en blanco.

—Vaya, vaya, pensé que tu mal humor no era cosa de ayer.

—Veo que eres demasiado intensa — dijo acercándose.

—¿Intensa?, me han definido con palabras mejores— respondí cruzándome de brazos.

—Ya... —hubo un silencio incómodo. Hasta entonces nadie bajaba, estábamos solos.

—Oye y... aprovechando esta coincidencia, creo que eres de la universidad ¿verdad?— fingió, él sabía la respuesta.

—Em, bueno, si— dije cortantemente.

—Déjame adivinar, ¿eres de ciencias?— preguntó arreglándose la camisa. Estaba vestido formal, un dato bastante peculiar, pensé dentro de mí.

—Frío, frío. Para nada soy de ciencias— respondí.

—Los científicos están locos y ...— dijo en un bajo tono.

—Y crees que estoy loca ¿no es así?— supuse.

—No quise decir eso— vio que le miraba raro y cambió de estrategia.

—Hoy te vi en clase de macroeconomía, menuda bienvenida te dio mi padre— añadió.

—Espera, ¿que dijste?, ¿cómo que tú padre?— pregunté desconcertada.

—¡Es que aún lo no sabes!, soy el hijo del inmortal— dijo entre risas.

A mí no me hacía ninguna gracia, tal vez sea porque el sentido del humor no era algo que habitaba en mí. Últimamente me sentía vacía por dentro. Todos los días me miraba al espejo y veía a la misma Emma, cada vez más demacrada y sumergida en sus pensamientos.

—¡No me jodas! — me expresé llevándome las manos a la cabeza.

—¡Dios mío, que fuerte! Que fuerte y que vergüenza. No sabía, la verdad que yo no tenía idea de que... — dije con voz temblorosa.

El chico al que había humillado entre comillas la noche anterior, era el hijo del profesor Vincent. No tenía sentido, quedé perpleja y me costó entender que ese horrible profesor fuese el padre de Johan.

Mirándolo bien, en lo físico si que se parecían. Algunos rasgos faciales pero poco más.

—No te preocupes, tranquila, sé que ahora tendrás más razones para odiarme— dijo alzando la mirada.

—No, no, al contrario, lo paso tan bien en las clases de tu padre...— dije avergonzada.

—¿Estas hablando en serio?, si hasta yo lo detesto — respondió mientras veía como me sonreía tímidamente.

—No lo niegues, ¿tu también lo odias verdad?— continúo diciendo.

—Bueno, puede que sea un rollo sus clases, pero seguro que es buena persona — intenté hacerle sentir bien.

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