9. El pequeño Zeta (I)

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-Nada.

Máximo interrumpió su sorbo abruptamente, bajó el vaso golpeándolo contra la mesa que los dividía y le plantó al joven una mirada frívola.

-Si me mientes, Brandon.

-Juan es un soldado, y no uno muy bueno. Apenas tiene conocimiento de los movimientos que realizan sus superiores -respondió Franco sin achicarse ante el presidente-. Pero lo único que ese idiota pudo decirme, tampoco es un dato menor -El joven se dirigió hacia un mapa de la región, colgada en un muro y señaló un punto en particular-. Aquí.

- ¿Qué es eso?

-Aquí, es donde queda la nueva nación Oscura.

Máximo se quedó un minuto en silencio. Evaluando las posibilidades. Luego de un breve tiempo una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro y un nuevo sorbo de su licor fue bebido.

- ¡Esta información es clave! Tenemos una gran ventaja sobre ellos ahora, el factor sorpresa está de nuestro lado -dijo, levantándose de su asiento para acercarse al mapa-. Esto es importante Brandon. Debo informar a la nación principal, y ellos decidirán qué hacer. Muy buen trabajo.

Franco arqueó una ceja en una mueca de confusión.

- ¿No es obvio lo que debemos hacer? ¿Por qué debes esperar órdenes?

-Porque yo sigo sus órdenes, no puedo tomar decisiones como esta yo solo.

- ¿Qué? ¿Acaso no eres un presidente como lo son allá?

-Digamos que en escala de valores, soy como un gobernador. El presidente, o los presidentes, son los cuatro fundadores de la nación Escarlata del norte.

Franco dobló su labio en una mueca de incertidumbre.

-La nación obedece reglas Franco, obedece normas, y leyes -comenzó a explicar Máximo-. El no obedecerlas crearía una anarquía, se producirían golpes de estado, y se podría llegar a perder todo por lo que luchamos. Los errores que cometimos en el viejo mundo no tienen que volver a suceder. Es por eso que no adoptamos los nombres de los países o las ciudades del mundo anterior -El presidente se acercó al escritorio y volvió a tomar su vaso de licor-. Porque somos una nueva generación -alzó el vaso al frente, y bebió todo el contenido de un solo sorbo-. Somos el cuarto mundo.

*****


El bostezo que expulsó de su boca fue tan fuerte que su rostro tembló levemente. Zeta se encontraba aún es esa pequeña celda, recostado en su litera. Muchos pensamientos venían a su cabeza, pero ninguno encontraba la manera de saber lo que su futuro le depararía. Desde hacía mucho tiempo no se encontraba con un numeroso grupo de personas, todas juntas, conviviendo en sociedad. Su última experiencia no fue amena, y había jurado a sí mismo no volver a involucrarse con otra gente de nuevo. Pero sin embargo ahí estaba, había hecho un amigo nuevo en su viaje, por encontrar a sus enemigos nuevos. Los cuales resultaron convertirse en no tan malas personas, lo cual podría transformarlos en más nuevos amigos, y otra vez, ahí estaba: Involucrándose con otras personas, con otro grupo.

-Supongo, que no hay vuelta atrás -se dijo a sí mismo en un susurro-. Quizás deba darles una oportunidad.

En ese momento el sonido de unos pasos acelerados lo expulsó de sus pensamientos. Se irguió rápidamente y se acercó a las rejas. Una perfecta figura femenina; de metro setenta y cuatro, y una hermosa cabellera castaña, recogida en una colita que caía por su espalda, abrió la puerta de la celda deslizándola hacia un lado.

- ¿Ya puedo salir?

-Sí, ¿cómo te sientes? -preguntó Samantha, curiosa.

-Estuve peor -contestó el muchacho a secas.

Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión ClásicaWhere stories live. Discover now