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Oscuridad

Vicky

—Nada, no piensas decirme dónde están, ¿eh? —digo desesperada tirando alguna que otra figura al suelo—. ¿Dónde las tienes, cabrón? Pase lo que pase las encontraré y te haré sufrir por todo lo que me hiciste pasar.

Me acerco a él y empiezo a rebuscar en su costado en busca de un posible arma. Encuentro un revólver y lo agarro con una sonrisa triunfadora.

—¡Señor! ¿Todo bien ahí dentro? —pregunta uno de los guardias que acechaban la puerta de la sala—. ¿Señor? Si no contesta, vamos a proceder a entrar.

—Diles que todo está bien o te juro que te meto una bala por la garganta y de aquí no sales vivo —digo bajando notablemente la voz, acercándole el cañón de la pistola a la boca.

Le quito rápidamente el trozo de tela de la boca para que pudiese hablar y sin dejar de apuntarle a la boca, le doy paso para que hable.

—No seas imbécil y no juegues con tu propia vida.

—Tranquilos, estoy bien. Ni se os ocurra entrar hasta que yo os avise —grita desde el sillón, el cabronazo sabía actuar muy bien.

Suelto un suspiro y me levanto de su lado para seguir indagando por la sala.

—¿Sabes? Siempre pensé que eras una chica muy especial, muy guapa e inteligente. Pero tienes algo que no está bien dentro de ti, siempre te comportaste como una niña mimada y tus malas decisiones te llevaron a lo que eres ahora —suelta hablando tranquilamente.

—¿Malas decisiones? ¿Una niña de 10 años puede decidir? —digo mirándole con rabia.

—Tú con esa edad tenías la cabeza para decidir, como te he dicho, eras muy especial y aún lo sigues siendo. Se notaba que disfrutabas todo lo que hacías, no solo lo digo yo, sino que también los numerosos vídeos que hay por ahí.

Noto como se me revuelve el estómago y una arcada amenaza con hacer acto de presencia. Me aparto de él y respiro profundamente intentando desahogarme. Este señor estaba mal de la cabeza, ¿cómo va a disfrutar una niña de 10 años del abuso infantil?

—Tú realmente tienes una concepción muy distorsionada y enfermiza de lo que es disfrutar, maldito cerdo —me vuelvo a acercar a él y me agacho quedándome a su altura.

—Sé que soy muy repetitiva, pero me dices dónde coño están las grabaciones que tienes de mí y de otros niños, o te juro que te vuelo la cabeza ahora mismo —recargo la pistola delante de su cara, solo me quedaba poco más de una hora para que sus músculos "se despertasen" y que la técnica se deshaga, por lo que debía actuar cuanto antes. 

—Eso que mencionas, ya no me pertenece niña, después de mi mala vida, tu tío y yo nos vinimos a Los Santos a crear nuestro propio imperio y me olvidé de todo aquello —suelta muy convencido de sí mismo—. Pero bueno, tú misma volviste a los problemas, tú misma te los estás buscando, yo ni siquiera te busqué princesa.

En gran parte tenía razón, yo volví a buscarle, yo me infiltré en su mafia y yo metí las narices en en sus asuntos. La ira y la rabia habían cegado mi racionalidad y ahora el arrepentimiento se hacía hueco en mi cabeza. Yo solo pretendía hacer justicia por mí y otros niños que pasaron por lo mismo que yo... Simplemente eso...

Intento no demostrarle mi debilidad del momento y le miro desafiante.

—Deja de llamarme princesa, gilipollas —suelto con más rabia y le meto un culatazo en la cabeza—. Voy a acabar contigo y toda esta mierda que tienes montada.

Devuélveme mi asexualidad - Gustabo GarcíaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu