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Los días y las semanas siguieron siendo así, y lo único a lo que me agarraba yo era a las palabras de mi madre prometiéndome que todo cambiaría y que estaríamos bien por fin.

Y llegó ese sábado, tan bueno al principio como la primera copa de vino después de una larga semana.

"Ya lo tenemos hecho, me lo han dicho los abogados" me dijo en cuanto apareció por la puerta.

El abrazo que nos dimos. Ese abrazo que tanto necesitábamos. Era un abrazo de alivio, en el que yo podía sentir su felicidad y la libertad que ya notaba en su vida.

Pero llegó él, borracho como de costumbre, o incluso diez veces más de lo normal.

Estaba alterado y llamando a mi madre a gritos, y ella me pidió que ese día más que nunca no saliera de la habitación.

Ella sabía que esa vez terminaría muchísimo peor que otras veces, por eso me lo dijo.

Escuché los gritos que pegaban en el salón y no pude evitar bajar.

Mi madre gritaba auxilio y él le devolvía odio.

"No debiste hacer eso. Qué tonta eras si te creías que ibas a poder llegar a algo. ¿Te ilusionaste?" le escuché decirla, cogiéndola del cuello y acercándose demasiado a ella.

"Yo no he hecho nada" contestó ella, cerrando los ojos con fuerza para no tener que mantener la mirada con él.

Se aguantaba las lágrimas, y pude sentirlo desde donde lo estaba viendo.

Abracé el muñeco con mucha más fuerza, y me llegué a pensar que eso iba a servir de algo.

"Eres inútil. Me jodiste la vida por no cuidarte, y ahí tienes la consecuencia (señaló hacia la dirección en la que estaba mi habitación y me escondí mucho más por si me había visto). ¿Para qué quisiste tenerle? ¿Para joderle la vida a él también? Jay... podríamos haber sido tan felices sin esa rata viviendo... pero no quisiste. Tú sola lo elegiste"

Me acuerdo perfectamente de esas palabras, porque era pequeño, pero entendía claramente lo que decía y hacia quién se dirigía.

Crecí entre ese tipo de frases y terminé entendiéndolo, aunque en el fondo hubiera preferido no hacerlo.

Quise aprender a darle la importancia que se merecía, porque yo sabía que mi madre sí que me quería, pero aún así, se me clavaron en lo más profundo y a día de hoy sigo sin olvidarlo.

"¿Sabes qué? Podría hacer como que no hiciste nada, pero es que no puedo. Me has traicionado y ahora me empezarán a buscar por todos lados, y con lo poco que me gusta a mi el escondite..." vi cómo apretaba más el puño en su cuello, haciendo que se le dificultase la respiración.

Fue ahí cuando debí salir, porque poco después la escuché a ella quejándose pero tratando de no hacer ruido a la vez, y a él haciéndola de todo sin remordimiento alguno.

Suplicaba por mi vida. Eso era lo único que hacía y lo último que se me quedó de ella.

Vi a cámara lenta cómo caía tras el empujón que le dio Troy. El momento exacto en el que cayó y se dio con la mesa. Ese momento me cambió totalmente la vida, pero no para bien como tenía pensado en un principio, sino para todo lo contrario.

Uno nunca tiene las palabras suficientes para describir el sentimiento tras una pérdida como esa.

Da igual las palabras que use, "dolor", "soledad", "vacío", que aún así yo sé que en realidad lo que sentí iba mucho más allá que eso, mucho más allá que unas simples palabras.

Al fin y al cabo las palabras son medios para expresarnos, pero todos sabemos que no siempre tenemos las necesarias para decir lo que realmente queremos en el momento en el que lo necesitamos.

Y cada vez que me preguntan, siento que no me conozco por no saber lo que siento y no poder responder, cuando en realidad es que no tengo las palabras necesarias y suficientes para hacerlo.

Callé y a día de hoy sigo haciéndolo.

Alguien debió llamar a la ambulancia y a la policía tras escuchar los gritos, y en cuanto estos vinieron, me volví a esconder por lo que pudiera pasar si me vieran.

Viví escondido. Escondido por miedo y escondido de todo mi alrededor.

Vi cómo entraron a la fuerza con una camilla y ponían a mi madre sobre ella.

Los walkie-talkies sonando por todos lados, policías informando a otros y tratando de analizar lo sucedido, los médicos dando por echo que ella ya estaba muerta y tapándole de pies a cabeza antes de llevarla hasta el coche de la ambulancia.

Y yo escondido.

"Voy a ver si hay alguien en la casa" escuché que decía uno de los policías y sentí lo nervioso que me puse ante eso.

Se paró frente a mi y se quedó mirándome unos segundos.

Yo temblaba tratando de no llorar.

El señor se agachó frente a mi y me preguntó un poco sobre lo que había pasado.

Me llevaron junto a ellos y me preguntaron sobre algún familiar al que llamar.

Les dije la dirección de la casa de Zayn.

Y a partir de ahí, mi vida cambió totalmente.

Fui al entierro de mi madre, pero no me dejaron estar mucho tiempo por la poca edad que tenía.

Empecé a vivir con la familia de Zayn. Ellos me adoptaron y se hicieron cargo de mi como si fuera parte de la familia, como si yo también fuera su hijo.

Las primeras noches no podía dormir y tampoco era capaz de ir a hablar con ellos.

Me pasé sábados enteros esperando que llegara la noche para que mi madre apareciera a contarme lo pasado a lo largo de la semana, pero no volvió a venir.

Lo único que quería era un último abrazo de ella. Una última palabra. Despedirme de ella y decirla lo fuerte que fue y lo mucho que la quiero. Pero nunca pude hacerlo, y sigo sin aceptarlo.

Yaser y Trisha se dieron cuenta de mi insomnio y todos los problemas que estaba desarrollando con solo siete años de edad, por lo que buscaron a una psicóloga con la que tratar de remediarlo.

Siete años y en la consulta de un psicólogo, me parecía algo totalmente odioso. Ni siquiera sabía lo que era o para qué me serviría, pero no lo quería.

No volví a ser un niño como los demás. Nunca lo fui.

Me costó muchísimo volver a relacionarme con alguien que no fuera Zayn, porque desconfiaba y odiaba a todo el mundo.

Eso fue lo que Troy causó en mi, el odio y desconfianza hacia todos, porque si mi propio padre pudo hacerme eso, ¿qué podrían llegar a hacerme las demás personas?

Roommate 28Where stories live. Discover now