Otoño 2- Voces de espíritus.

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El viento corría con prisa pintando a su paso todo de un color naranja y amarillo, el árbol quedaba desnudo con cada corriente.
A veces el sol calentaba demasiado y en otras el frío ganaba la revancha a su cálido adversario.
Todo estaba en constante cambio, eso incluía a Gealach quien se había convertido en un cuadro de arte otoñal, también el bosque estaba mejorando de poco en poco. Cada vez más nubes se abrían y dejaban paso a la mirada curiosa de la luna, las pequeñas estrellas y al rey sol.
-Antes los humanos solían darnos cobijo en sus hogares para pasar el otoño y el invierno.
-Siempre creí que en el interior del árbol no se sentía frío.
-Estas en lo correcto, dentro es cálido pero cuando las hojas caigan y los vientos soplen más fuerte, el frío será más difícil de soportar.
-Entonces.. ¿Cómo hacías cuando llegaste aquí?
-Vivía con los bar-ba-loots .
Once ler la imaginó durmiendo entre los peludos animales, la imagen mental le hizo sonreír.
-¿Por qué no vives conmigo está temporada?
Gealach estaba ilusionada con la idea, pero sus costumbres eran tan diferentes que temía que pudieran chocar y generar algún conflicto.
-Gracias, pero no quiero ser una molestia para ti.
-Espera antes dijiste que los humanos y los espíritus solían vivir juntos, ¿Qué tiene de malo hacerlo ahora?, además tú no eres una molestia, eres mo chuisle.
-Nunca he vivido con un humano antes.
-Tenemos casi un año juntos.
-Si, pero tú eres el primer humano al que he conocido.
-Vamos.. por favor
Once ler le suplicaba, con los ojos brillantes, la sonrisa plena y su cara llena de ilusión.
La ninfa exhalo.
-Está bien, pero.. para un espíritu de la naturaleza ser recibido en un hogar es un gran honor por lo que debo pensar en algo que deba regalarte.
Once ler no esperó a que ella terminará de hablar, de inmediato corrió hacia su casa, tenía muchas cosas que hacer.
Limpió parte por parte, cada esquina, cada sábana, cada ventana y puerta fue abierta y el olor a encierro salió por ellas.
Pasó así el resto del día, sacudiendo, limpiando y cocinando. No era la primera vez en que Gealach iría a su casa pero esa vez sería diferente, ella estaría en su casa desde el amanecer hasta el anochecer... sería como estar casados.
Un sonrojo llenó sus mejillas y de repente una idea le sacudió, sintió un chorro de agua fría que recorría su espina dorsal al recordar algo importante.
-¡Dónde va a dormir!
No había pensado en ese detalle y en la casa solo quedaba una cama.
Cuando su empresa quebró, su familia se fue, llevando consigo todo lo que era de valor y dejaron únicamente lo que para ellos eran cosas viejas, así fue como esa cama de agonizante madera había quedado.
"Ya se la colocaré en el sofá, no, no, qué clase de novio dejaría a su chica en el sillón"
Lo pensó un momento más, la respuesta era demasiado obvia.
"Claro yo dormiré ahí y Gealach en la habitación"
Preparó el lugar con esmero y la perfección que le distinguía, todo estaba más que bien, limpio, acomodado, respiró profundo y se aseguró de que el aroma era agradable.
Sonrió satisfecho contemplando su obra ,cuando recordó algo más importante que la limpieza o una cama.
-¡Gealach!
Salió hacía el árbol, la buscó por todas partes, el aire comenzaba a sentirse frío.
-¿Qué sucede?
-Ven, vamos a vivir juntos.
La ninfa lo observó, sonrió y asintió. Ambos caminaron haciendo crujir la tierra a su paso.
Al llegar un aroma agradable inundó su nariz.
-Te prepare algo.
Once ler abrió deseoso de ver la cara de la ninfa al observar lo que estaba del otro lado.
-Es.. increíble
Gealach observó la mesa llena de deliciosos platillos, frutas, pasteles y bebidas dulces, escuchó a su estómago exigir alimento.
-Me alegra escuchar eso, vamos siéntate.
El chico le ofreció un asiento, ella sonriente se sentó, acercó la silla y se sirvió.
Por la ventana un silbido provocado por el aire interrumpió el silencio.
-Me alegra que estés aquí, créeme no pasarás frío.
Once ler se sirvió una porción de pan de elote, que al ser cortado dejaba salir un cálido humo.
-Todo se ve diferente.. ¿Arreglaste este lugar, para recibirme?
-..No, no como crees.
-Gracias Once ler, por todo esto, por recibirme en tu hogar por los alimentos y por todo un año de amistad y actualmente por ofrecerme tu amor.
Once ler sonrió, mientras miraba a la ninfa con su rostro del color de las amapolas.
-Cambiando de tema, dime, ¿Qué viste anoche?
-¿Ayer? La verdad es que no recuerdo nada, solo tengo la ligera sensación de que es alguien que ya no está con nosotros si es que me entiendes.
-En está temporada es cuando el límite entre vivos y espíritus de muertos se desvanece, muchos logran entablar contacto con sus seres queridos.
-¿Crees que haya contactado con alguien?
-Lo más probable.
-¿No tienes miedo?
La ninfa río, mientras cortaba una tarta de manzana.
-No, en lo absoluto. La muerte al igual que la vida son parte de la naturaleza. Además los espíritus de los muertos quieren casi lo mismo que muchos otros vivos.
-¿Qué?
-Ayuda, antes de que termine el mes y tengan que volver a ser entes sin voz, quieren resolver cosas u obtener algunas respuestas.
Gealach mordió su rebanada, Once ler temblaba de miedo, hablar con espíritus de la naturaleza era una cosa pero los muertos era algo que despertaba su miedo a lo desconocido.
-¿Crees que me dejen en paz hoy?
-Tranquilo, solo espera a que te diga que es lo que quiere.
La ninfa empezó a sentir sueño, sus párpados se sentían cada vez más pesados y un bostezo salió de su boca.
-Muchas gracias por la comida.
Se levantó de la mesa y le dio un beso en la mejilla a Once ler.
-¿Tienes sueño?
Ambos tomados de la mano caminaron hasta la habitación, ahí una cama con sábanas de color marrón esperaba a la cansada ninfa.
-Descansa.
El beso sus labios y se retiró, ella le tomo un brazo para detenerlo.
-¿Dónde dormirás tu?
-No te preocupes por mí, yo estaré bien.
-No quiero molestarte.
-No es molestia estaré bien, en serio.
Gealach, se acostó en la cama, le sorprendió lo suave que era, se cubrió con la cobija y de inmediato durmió.
Por otro lado Once ler estaba nervioso, contaba hacia atrás para poder provocarse el sueño pero todo intento fue en vano.
Entonces recordó lo que la ninfa había dicho antes, así que en medio de la oscuridad todo tipo de pensamientos terroríficos le torturaron.
-Mi señor
Se inclinó ante el guardián del bosque.
-No es necesario Floki, ¿Sabes por qué te he llamado?
-Estoy listo para sus regaños.
-No, no es un regaño lo que voy a decir hoy.
Caminaban a lo largo de la pared empedrada del castillo, la niebla cubría sus pies y en el suelo un tapizado de verdes hierbas les recibía a su paso.
-Me han dicho que eres un excelente herrero, además de ser un minero excepcional y un buen compañero de fiestas.
Floki río un poco avergonzado, "Que más le habrían dicho al Lorax acerca suyo"
-Tranquilo, dime, ¿Estás enamorado de Gealach?
El enano sonrió y sus mejillas le delataron.
-Así es mi señor, estoy enamorado de la ninfa.
El Lorax rio al ver cómo Floki se ruborizaba.
-Escucha, no hay ningún problema con eso, es solo que tengo que estar al pendiente de las ninfas, dime ella, ¿Se quiere casar contigo?
-Me temo que no, mi señor.
El rostro del enano se transformó a un gesto de tristeza.
-No estés triste, dale un poco de tiempo.
El asintió con una sonrisa triste.
-¡Ah!, Lo olvidaba, la próxima vez, tengan más cuidado con madre.
Sintió que la oscuridad le atrapaba y un profundo miedo se apoderó de él.
Pero en medio de la noche unos brazos le rodearon la cintura, se volteó y pudo ver el rostro de Gealach que respiraba profundamente, se sintió extraño al sentir su pecho bajar y subir tranquilamente, sus cabellos se esparcían por la almohada, sus largas pestañas rozaban sus mejillas.
Palpo el lugar y se dio cuenta de que estaba en su cama, se preguntó cómo había llegado ahí.
Un impulso más fuerte que el de resolver a su pregunta llegó a su cabeza, con cuidado levantó una mano y acarició una de las mejillas de la doncella.
-¿Cómo llegamos a estar así?
Susurro en la oscuridad, cerró los ojos y se quedó dormido.
A los pocos minutos ella también despertó, sonrió al verlo tan tranquilo, se había preocupado de escuchar sus gritos mientras dormía en el sofá, así que ella misma lo llevó a la cama.
Observó con más atención sus pecas que parecían hechas por obra de un pintor que hubiera sacudido su pincel y dejado que las gotas llegarán a su rostro.
Paso sus dedos por entre sus cabellos oscuros, mientras entonaba su canción, unos brazos la rodearon suavemente.
Se sentía cómoda, protegida de todo peligro, amaba sentir su cuerpo rozando el suyo.
Sonrió sintiendo el corazón de Once ler latir con fuerza, puso su cabeza en su pecho, besó sus labios y se quedó dormida arrullada por la calidez de su compañía.

La doncella en el árbolWhere stories live. Discover now