Verano 7- In furore iustissimae irae

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La luz del sol avanzaba abriéndose camino por entre las nubes grises, el aire era más limpio, el árbol estaba más hermoso que nunca, la hierba crecía en lugares donde no la había antes y el lago se hacía más grande conforme pasaban los días.

Eran los últimos días de verano, ambos usaban los últimos días largos del año para poder recoger la cosecha. Gealach le enseñaba sobre plantas y sus propiedades curativas, también le instruía de los cuidados de cada árbol, flor y hierba.

Los rayos hacían parecer que los cabellos rojos de la ninfa se encendían como una fogata de verano.

Pero nada se comparaba a sentir los besos en sus labios cálidos, era entonces cuando parecía que el mundo se desaparecía y solo quedaban ellos dos.

Días de verano de calor en la piel, juegos en el agua fresca y descanso sobre la cómoda hierba.

En esos días, Gealach había hecho un descubrimiento importante y se apresuraba, corriendo hacia el hogar de Once ler para llevar las buenas nuevas.

Llegó, tocó la puerta hecha de ramas de árbol y esperó por unos segundos, Once ler había estado en el baño quitando algunos pequeños brotes de vello facial que habían salido.

Al escuchar la puerta salió al instante para abrir a la ninfa que aguardaba pacientemente.

-¡Once ler!

Le tomó las mejillas y beso sus labios en cuanto lo vio.

-¿Qué sucede?

-¡Ven conmigo ahora!

Le tomó de la mano y lo jaló para llevarlo cuanto antes.

-No, no, no. No sucederá lo mismo de aquella vez, no me arrastraras por todo el bosque.

Ella río al recordar aquello.

-Esta bien, no te arrastrare pero date prisa entonces.

Ambos corrieron por entre matas secas y troncos talados, debajo de un cielo eternamente oscuro y algunos vestigios de luz que apuñalaba la espesa bruma.

Gealach avanzó como una flama andante y Once ler le seguía como un explorador a una antorcha.

Se detuvieron de pronto, ella sonrió frente a el, sin decirle nada.

-Ya dime qué vas a mostrarme.

-¿Recuerdas cuando te dije que debíamos esperar a otoño?

-No, la verdad no lo recuerdo.

-El viento a soplado lo suficiente y algunas semillas han caído.

Ella señaló con el dedo un lugar en la tierra, ahí en medio del terreno que debería ser estéril un brote de trufula estaba creciendo.

-No, no es verdad, ¡Es increíble!

-¿Sabes lo que eso significa?

-Esto.. aún hay esperanza, tal vez dentro de poco tendremos un bosque como antes.

-Así es, tal vez dentro de algunos dos o tres años más árboles podrían crecer.

-¿Tan rápido?

-Si, las trufulas crecen muy rápido.

Once ler se sintió lleno de dicha, su felicidad era tan grande que tenía que sacar toda su energía de algún modo.

Tomó a Gealach por la cintura, la cargó y dio vueltas con ella.

Ella le besó en la mejilla, estaba feliz de su felicidad, de que todo estuviera saliendo bien para el. Tomó sus mejillas y las acarició suavemente, disfrutando el tacto de su piel suave y su risa cálida

La doncella en el árbolWhere stories live. Discover now