Las semanas que siguieron, las cosas iban mejorando entre John y Quinn. Aún habían muchas asperezas que limar, John tenía aún bastante que aprender de Quinn, y Quinn tenía mucho que aprender de John.
Muchas veces, era inevitable enfadarse por alguna tontería, como cuando un obstáculo volvía a presentarse ante ellos, o cuando alguno de los dos perdía la calma ante otra típica diferencia. Pero habían acordado algo después de aquel día en que Quinn confesó que amaba a John: de ahora en más, siempre intentarían hablar las cosas. No siempre llegaban a un acuerdo, y no siempre había solución, pero siempre hablaban uno con el otro para volver a reconciliarse. Después de todo, el amor que se tenían siempre era más fuerte.
Fueron semanas de mucho cambio para Quinn, a la semana de haberle confesado eso a John, éste ya quería que la rubia se mude con el, y gritarle al mundo lo feliz que estaba... Pero Quinn una vez más intentaba bajarlo a la tierra, y a recordarle que debía ir un poco más lento.
Pero como la rubia, en efecto estaba cambiando, últimamente se encontraba más sonriente de lo normal, y por primera vez en su vida había una vocecita interior que lo que le decía ya no eran cosas negativas: sino más bien cosas buenas. Le recordaba cuánto quería a John. Lo recordaba todo el día, cuando se despertaba, cuando pasaba por una vidriera y veía un disco que a él le gustaba, cuando veía un atuendo que le recordaba a él, cuando preparaba tostadas con queso, cuando pasaba fuera de su restaurante favorito, cuando estaba trabajando y el simplemente venía a su mente... Todo el día pensaba en él. Y ahora, cada vez que podía le gustaba sorprenderlo con algún detalle, cosa que John siempre hacia por Quinn. Desde el principio.
Aquella noche, había sido noche de amigos junto a los muchachos de siempre, sus novias y Miranda también ya estaba incluída en el grupo. Y cuando la pareja - que aún no eran nada oficial- volvió a casa de John, Quinn le entregó un regalo envuelvo en un papel colorido.
- ¿Y ésto que es? - preguntó John curioso.
- No lo sé, averígualo. - comentó Quinn sonriente, mordiendo su labio inferior.
John soltó una risita nerviosa, era un paquete alargado: podían ser muchas cosas. Rasgó el papel lentamente, y enseguida pudo ver de qué se trataba.
- ¿Un cepillo de dientes... Rosado? - preguntó riendo. Luego de unos segundos, entendió el motivo del regalo y volteó a ver a Quinn abriendo amplio sus ojos. - ¡Oh dios mío! ¡¿Te mudarás aquí, conmigo?!
- No se si mudarme oficialmente, pero estoy dispuesta a pasar más de una noche aquí...
John soltó el cepillo y tomó a Quinn en sus brazos para comenzar a darle repetidos besos, mientras la rubia estallaba en risas.
Quinn nunca se quedaba más de una noche en lo de John, el había insistido días y días en que se quede más días, en que se vaya a vivir con el... Pero la rubia siempre lo rechazaba. Y tampoco lo dejaba quedarse a él más de una noche en su casa. Así que aquella era una gran noticia.
- No puedo creerlo... Estoy tan feliz. Al fin vas a quedarte aquí. - exclamó John entusiasmado, achinando sus ojos de la felicidad. Acto que Quinn adoraba, y besó la punta de su nariz con dulzura.
- Es un gran paso. Pero ya estoy lista para hacerlo...
- Eso significa... ¿Que lo nuestro es oficial?
- No lo sé. ¿Qué entiendes tú por oficial?
- ¿Que somos... Novios?
- No me gustan las etiquetas...
- Ya lo sé, ya lo sé. Pero bueno, tú me entiendes... Para los ojos de los demás. ¿Qué somos? Porque amigos no somos Quinn...
- Tu solo estás entusiasmado por correr a contarle a tu madre, ¿No es cierto? - preguntó la rubia en risas, subiendo al regazo de John mientras éste enroscaba sus brazos en su cintura.
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Killer Queen | John Deacon
NáhodnéQuinn Rouge es todo lo opuesto a John Deacon. ¿Será ese el motivo de su frenética e inmediata atracción?. Si lo que quieren es estar juntos, deberán pasar numerosos obstáculos que la vida les pone, demostrándoles constantemente dos grandes problema...