16 | Un poco de lluvia debe caer.

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Quinn despertó por la mañana con un gran dolor de cabeza. Al abrir sus ojos, notó que estaba en el cuarto de John porque ya lo conocía, pero no sabía por qué diablos estaba durmiendo a su lado otra vez.

¿Qué diablos hacia allí? ¿Él la había llevado hasta ahí? ¿Ella le había pedido que vaya por ella? ¿Ella había ido por su cuenta? De todas las posibilidades, aquella última era la que más rogaba porque no haya sido.

Si, las últimas semanas después de que todo acabará entre ellos dos (demasiado rápido para su gusto) no había podido quitárselo de la cabeza. ¿Qué le había hecho? Era como si hubiera practicado vodoo con ella, ya que no se explicaba por qué su rostro se le venía a la mente la mayor parte del día. Ella no era así, Quinn Rouge no pensaba demasiado en los chicos con los que se había acostado, y menos si ya habían pactado que lo suyo sería solo sexo. Por eso prácticamente no quería involucrarse con muchachos así, porque sabía que se enamoraría demasiado rápido... Y podrían llegar a derribar su coraza.

Estaba seguro de aquello. Sabía muy bien que ella misma se había hecho una dura coraza, que no permitiría ingresar a cualquiera ni demostrarle interés a cualquier hombre.¿Pero cómo no hacerlo? Después de todo lo que había sufrido desde niña, la ausencia de sus padres y por ende el amor paternal, la dificultad para hacer amigas, lo fácil que era ganarse el coqueteo y ligue de los hombres pero lo difícil que había sido que la tomen en serio cuando comenzaba sus primeros años de adolescencia, y que no la traten sólo como una "cara bonita".

Se levantó de la cama con cuidado de no despertar a John, pero cuando empezó a buscar su ropa en algún lugar de la habitación lo oyó bostezar. Se volteó asustada, como si la hubieran capturado en medio de un delito.

– Buenos días, veo que ya despertaste. – Murmuró con una ronca voz adormilada, una voz que en el fondo de ella había provocado aquel sentimiento que había extrañado todos aquellos días. No solían dormir juntos, y las veces que lo habían hecho (siendo ésta la segunda) habían sido las peores experiencias.

– Por favor, dime que anoche no fui yo la que vine. – suplicó avergonzada. John soltó una risita adormilada y se desperezó aún en la cama.

– No solo viniste hasta aquí, vaya uno a saber cómo. – empezó, en un tono divertido. – Sino que echaste a mi cita, y me pediste que duerma contigo.

Quinn no supo dónde esconderse. Se sentía estúpida, y avergonzada. ¿Cómo podía haber sido tan irresponsable, y lo peor por qué no se acordaba de nada? No debió beber tanto en el club, pero después de saber que estaba en el mismo club que ella y con otra mujer le habían dado ganas de beber hasta perder la conciencia. Y lo había logrado, vaya que si.

– Sea lo que sea que te haya dicho, estaba ebria. – respondió a la defensiva.

– Claro...– respondió John incrédulo, sin darle mucho interés. Quinn de cruzó de brazos, observándolo a unos metros de la cama.

– ¿A caso dije algo, anoche? – preguntó confundida al ver su expresión burlona.

– No hacía falta decir mucho, las acciones hablan por sí solas.

– Estaba ebria. – repitió, creyendo haber sonado coherente.

– Exacto, los ebrios siempre dicen la verdad. – la molestó encogiéndose de hombros. Quinn tomó un almohadón y se lo arrojó. John se cubrió con los brazos antes de que le dé y la miró estallando en risas. – ¿Qué te ocurre?

– ¿Quién era esa mujer?

– ¡Qué curioso! Anoche preguntaste lo mismo.

– ¡Ya basta!

– ¿Ya basta dé que?

– De hacer eso, te crees muy divertido ¿Cierto?

– ¡Y tú te enfadas por todo! No puedes aceptar que viniste aquí por tu propia cuenta.

– Por supuesto que no, querido. No eres tan importante. – respondió egocéntrica, y se volteó ferozmente a buscar su vestido con la mirada.

– ¿Vamos a tener ésta charla otra vez? ¡Bien! No me molesta decirte lo que siento Quinnie, porque yo sí sé lo que sentí por ti la primera vez que te ví, y la segunda. Y ahora mismo también.

Quinn se quedó inmóvil. Visualizó el vestido que traía anoche en el suelo, y lo tomó para dirigirse al baño.

– Nada me molesta realmente. Poner límites es diferente a enfadarse.– respondió indiferente.

– ¿Es muy perfecta la vida que vives, cierto? ¿Es por eso que temes que alguien sincero, y humano venga a arruinar todo eso? – preguntó siguiéndola al baño, pero Quinn cerró la puerta en su cara sin voltear a verlo. Aún podía escucharlo desde dentro.

– No tienes idea de lo que dices, tú no me conoces. – respondió desde dentro.

– Puedo notar que tu vida es muy asombrosa, fingiendo que estas tan despreocupada por todo todo el tiempo... – siguió John, confesando por fin todo lo que había estado pensando todo ese tiempo. – Luces tan misteriosa todo el tiempo... Todos tus días están llenos de luz y felicidad, ¿Cierto?

Quinn terminó de vestirse, intentando callar la voz de John en su mente, pero era inevitable. Estaba derribando todos sus muros con sus crueles y sinceras palabras.

– Déjame decirte algo Quinn, en la vida de todos un poco de lluvia debe caer. – soltó ahora sonando más enfadado. – No es el fin del mundo, ésto es la vida real. Y cuando te des cuenta de eso, desaparecerá esa maldita coraza que tanto fuerzas mantener... Y te darás cuenta que no sirve de nada.

Quinn abrió bruscamente la puerta del baño, y lo miró frunciendo el ceño, con ojos vidriosos. Le dió un empujón en el pecho y John la miró desafiante, demostrándole que no le importaba cuan enfadada éste con él, él era fuerte.

– ¿Qué te crees un maldito Sabelotodo? No tienes ni idea de todo lo que he vivido, no tienes idea de las cosas que he sufrido. – espetó ruborizándose del enojo.

– ¿Que vas a golpearme?  – preguntó desafiante, igual de enfadado que Quinn. Estaba tan harto de aquellas escenas, harto de sentirse rechazado todo el tiempo cuando sabía que en el fondo ambos se deseaban, cuando sabía que aquello podía funcionar si Quinn dejaba de lado aquella personalidad falsa que había creado para "sobrevivir".

– ¡Si! ¡Voy a golpearte! – exclamó comenzando a empujarlo otra vez con toda su furia. – ¡Voy a golpearte porque crees que puedes hablar sobre mi como si me conocieras!

– ¡Bien, hazlo! ¡Golpéame! ¿Es esa tu forma de demostrar lo enfadada que estás? – preguntó aguantando los golpes de Quinn, golpes que en realidad ni siquiera lo inmutaban pero si eran bastante molestos. – ¡Recurres a la violencia porque no sabes hablar las cosas! ¡Te aterra!

Quinn paró de golpearlo y se desató en un mar de lágrimas. ¿Cuánto tiempo más podía seguir huyendo ante John? ¿Por qué seguía huyendo? Sin embargo, aquella Quinn oscura y fría era más fuerte, se tragó las ganas de querer correr a sus brazos. ¿De verdad quería conocerla tanto? ¿De verdad había notado tantas cosas en ella? ¿Y si solo era una ilusión para él, y se desilusionaba al conocer cómo era ella realmente? Salió corriendo de su lado, y John la observó perplejo.

– Increíble... – musitó John en una risa amarga, mientras negaba con la cabeza mientras oía las pisadas de Quinn correr escaleras abajo.

Quinn salió de la casa de John y al cerrar la puerta se apoyó en ésta cerrando sus ojos.

Secó las lágrimas que corrían con ferocidad por sus mejillas, y comenzó a andar alejándose de la casa de John, dispuesto a buscar el primer teléfono público que encuentre para llamar un maldito taxi, ya que su casa se encontraba en la otra punta de Londres.

Killer Queen | John Deaconحيث تعيش القصص. اكتشف الآن