3 | Primer vistazo

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Quinn se encontraba en su oficina hablando por teléfono con una cita del sábado, cuando Miranda se asomó por su puerta.

- Claro, tu también estuviste increíble Patrick... - alzó la vista y se encontró con su amiga. Quinn tenía una sonrisa en el rostro. - Escucha cariño, debo irme... Si... ¿Que cosas dices? No voy a ignorar tus llamados... Okey...¡Okey!, adiós. - colgó y alzó la vista nuevamente.

- ¿Interrumpo en un mal momento? - preguntó Miranda cerrando la puerta tras de sí riendo.

- Nada importante. - rió la rubia. - ¿Todo en orden?

- Venía con una propuesta. - la miró divertida.

- Uy, una propuesta. - frotó sus manos sonriendo con una pizca de maldad. - suéltalo.

- Tenemos una fiesta de cumpleaños. - sonrió con aires de grandeza.

- ¿De quién?

- ¿Recuerdas a Freddie?

- ¿Freddie Mercury? ¿El cantante?

Freddie Mercury era un amigo que Miranda tenía en común, su colega era el contador de Fred. Freddie Mercury era un reconocido cantante en Londres, famoso, exótico, revolucionario y cautivador con su gran voz. Se sabía que también tenía una banda a parte, pero no tenía tanto reconocimiento como el que él tenía siendo solista. Era conocido por las extravagantes fiestas que solía hacer en su residencia, fiestas similares a las que Quinn hacía, pero por algún motivo jamás habían tenido la chance de conocerse o ir a la fiesta del otro.

- Ese mismo. ¿Cómo es que nunca has ido a una de sus fiestas? En serio, mujer.

- Supongo que no tuve la oportunidad. - observó Quinn cerrando su cuaderno de bocetos de joyas para proyectos futuros. - ¿Y bien?

- Es su cumpleaños número 34 y todo el mundo va a ir. No podemos faltar, me llegó su invitación y dice que lleve acompañante. - comentó la castaña emocionada. Quinn rió rodando sus ojos.

- Le llevaré una colonia de obsequio. - bromeó y Miranda le tiró con una bola de papel.

- ¡Ésto es en serio! Además, puede que conozcas a alguien.

- Bueno, viéndolo de ese lado entonces puede que si vaya.

- Genial. Es el sábado a las diez. ¿Paso por ti?

- Si, no quiero manejar porque no podría beber. Y es una ocasión perfecta para embriagarme como una maldita perra.

- Bien, ni se te ocurra cancelarme. - la amenazó Miranda levantándose para caminar nuevamente hasta la puerta. - Y Quinn, ve discreta por favor. - le rogó desde la puerta.

- ¡Hey! No lo puedo evitar - se quejó la rubia. Miranda rió apenada y la señaló una última vez, para luego desaparecer de allí.

Una vez llegó la hora de marcharse eso de 15 hs. Quinn salió de su oficina colocándose su bolso en el hombro.

- Señorita Rouge, su abuela Gigi ha llamado. - Habló con rapidez su secretaria, comenzando a caminar tras ella que no había detenido su paso al escucharla hablar. Linda - su secretaria- había estado esperando todo el día hasta encontrarla.

- Linda, ¿Qué te he dicho sobre las llamadas familiares? - Preguntó Quinn algo irritada poniéndose sus lentes de sol.

- ¿Que no las conteste? - preguntó con algo de temor.

- Y que no me las menciones. Por cierto, ya que estás aquí mañana me gustaría tener un latte en mi oficina a penas llegue. Adiós, Linda. - le sonrió de una manera bastante hipócrita y salió de allí hacia la sección pública, donde estaba la atención al público.

Y mientras Quinn salía derecho a la entrada absorta en sus pensamientos, vió que Dina, una empleada de unos 40 años estaba atendiendo a un par de hombres mientras les enseñaba unos brazaletes de plata. Uno de ellos era un rubio y alto, pero por algún motivo su acompañante llamó mucho más su atención.

Quizá sería su extraño peinado, una melena castaña y rizada bastante esponjosa típica de la nueva moda, los 80's. O su expresión desinteresada, o su extraña y cautivadora mirada. Pero aquello no era nada nuevo para Quinn, solía cruzar miradas con bastantes hombres y mujeres en el día a día, así que aquél hombre no sería la excepción.

Notó que éste también se la había quedado viendo, sin prestar atención a lo que Dina parecía estar explicándole. Hasta volteó su cabeza para seguir su paso, como si hubiera visto a un mismísimo ángel caer del cielo. Quinn no evitó sonreir y salió de aquel lugar rompiendo el contacto visual que había tenido con aquél hombre. Después le preguntaría a Dina cómo se llamaba.

. . .

John había quedado cautivado por aquella hermosa mujer que se acababa de cruzar en la joyería. Pero no había mencionado nada al respecto, y Roger parecía haber ignorado toda aquella mini escena, ya que estaba bastante concentrado en los brazaletes y en lo que la mujer les estaba explicando.

- Es bueno que Brian no la haya llevado antes que nosotros, sino no sabría que otra cosa comprarle. - acotó el rubio una vez que salieron de la tienda.

- Creo que acabo de dejarme todo el salario en ese maldito brazalete. - exclamó John mientras sacaba un cigarro y lo llevaba a sus labios, buscando con su mirada rastro de la mujer que acababan de ver minutos atrás.

- ¿Qué buscas? -preguntó Roger al ver la expresión de su amigo mientras comenzaban a caminar.

- Nadie... Nada - se corrigió rápidamente. - ¿Por qué?

- Estás mirando hacia todos lados como un imbécil ¿Qué se te perdió? - bromeó el rubio robándole un cigarro entre risas. John le dió un leve empujón.

- Nada, tonto. - le quitó importancia.

- En fin... - suspiró. - Habrás dejado tu salario, pero Freddie va a amarnos. Ya te lo advierto. - lo señaló con un dedo mientras le daba la primer calada al cigarro.

- Y si no lo hace se la meteré en el trasero.

- Convengamos que no sufrirá.

- ¡Dios, Roger!

El rubio estalló en risas ante aquella referencia, y John había adoptado una expresión más bien de desagrado.

- Será mejor que nos apuremos, Félix sale en media hora de guardería. -dijo el rubio mientras miraba su reloj.

John asintió con su cabeza, y una vez con el regalo ya comprado se dirigieron a su auto para ir en busca de su sobrino a la guardería.

Killer Queen | John DeaconWhere stories live. Discover now