Capítulo 44

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—     Cómo has descansado reina mía

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— Cómo has descansado reina mía. —tomó la mano de su amada. Desayunaban en la galería de invierno de los jardines privados.

— Demasiado bien, ¿y tú? —sonrió satisfecho.

— Igual que tú —tomó un sorbo de su té—. ¿Has oído el festejo del pueblo por nuestra unión?

— Maldea está en celebración, por su nuevo futuro rey —espetó Eider volviendo a tomar la mano de su prometido—. Necesito que me digas cómo te sientes al respecto.

— ¿Está bien decir abrumado?

Eider liberó una carcajada y Sabas le sobó su mejilla con tersura.

— Estuve tan abrumada el día de mi coronación —suspiró—. La procesión fue emocionante, un pueblo que te recibe y te demuestra su apoyo es la mejor complacencia.

— El pueblo te adora, Eider —mencionó—. En poco tiempo te has ganado el afecto de todos ellos.

Besó su quijada con detenimiento. De pronto contempló a lo lejos el acercamiento de Ramiro con su fachada elegante y sublime.

— Altezas —se reverenció y volvió la vista a ambos—, quiero informar que la duquesa Eloise junto a su hija se marchan al viejo palacio.

— Son buenas noticias. —alegó Eider mirando de reojo a Sabas.

— Te conozco, sé que eso no es todo. —intervino Sabas al analizar el semblante del duque.

— Hubo un revuelo en Galia, dentro del palacio —dio unos pasos hacia ellos—. El príncipe fue reticente a la hora de trasladarse y amenazó de muerte a varios condes, pero ya fue solucionado.

— Julio es predecible, era probable que hiciera tal escándalo. —opinó Sabas distraído.

— El marqués Firich queda a cargo de la diligencia, hasta que podamos escoger el perfil indicado para gobernar esa provincia. —determinó la reina.

— Así será, alteza —respondió Ramiro—. Si me disculpan, debo continuar con mis actividades. —Eider asintió cordial y dejó que el duque se marchase.

Sabas la observó de reojo.

— He notado cierto acercamiento entre Ramiro y Rufina. —la reina volvió a tomar té con la mirada fija en el jardín.

— Me lo han negado, solo son amigos —liberó una risa al final—. Dudo de eso.

— Ramiro es mujeriego.

— También lo creo pero es una buena persona —carraspeó y volvió la mirada completa a su amado prometido—. Tu madre, ¿cómo está?

— Molesta conmigo —siseó—. Pero sabe que no puede entrometerse en mis decisiones.

EIDER. Travesía de una ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora