Capítulo 32

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—     Disculpen la interrupción

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— Disculpen la interrupción. —se alejaron como frenesí, perdiendo la oportunidad de un acercamiento más íntimo.

— Kenat, que requieres —escupió Yannick de mala manera. Se aproximó a la pareja con un semblante turbado.

— Se trata de la reina.

— ¿Qué sucede con mi hermana?

— Se ha presentado el príncipe Kye, del imperio Calum —Yannick asintió aguardando más información—. Electo a la corona. Pedirá la mano en matrimonio a la reina Eider —un silencio de tensión inundó el pasillo sin omitir palabra alguna de la pareja—. No habíamos efectuado invitación para el príncipe, pero alguien de la monarquía lo ha hecho —tragó saliva—. Mostró la invitación dónde oficialmente tenía el sello real.

— ¡Como nadie supo de esto! —vociferó Quirina—. Sin la autorización de la reina, que osadía.

— Sabemos perfectamente quien ha intervenido en esos embaucadores planes. —opinó Yannick con la vista fija en Kenat.

— Eider estará furiosa.

— Princesa, creo que esto no será lo adecuando. —subió la mirada a Kenat con firmeza.

— ¿Cómo ocultar algo semejante?

— El príncipe Sabas debe enterarse de esto, y esperar que tome una decisión antes de que ocurra.

— ¿El príncipe? —se burló con sarcasmo—. ¿Y qué debería hacer el príncipe en estos casos?

— Intervenir o no. Sería un escándalo y dejaría al imperio en malas apariencias, frente a tantos soberanos presentes. —opinó abstraído Yannick.

— Yo hablaré con el príncipe.

— Yo la acompañaré, princesa.

— Debo hacerlo sola.

Con su engorroso humor, buscó por todos los pasillos sin poder congeniar con su presencia, hasta que pudo oír sus risas coquetas en un gran salón dónde reconoció la voz. Sin titubear se presentó en el salón, por su mala suerte tuvo que presenciar una imagen incomoda; Cecilia insinuándose a un Sabas presumido y galán.

Dio unos pasos más a la pareja y carraspeó con fortaleza provocando que ambos se distanciaran de un sobresalto. Cecilia dio una leve reverencia al igual que Sabas, pero Quirina no se reverenció ante ninguno y caminó exasperada hacia él, esquivando a la joven.

— Debemos hablar —miró con desdén a la princesa y volvió al príncipe—. A solas.

— Considero que presentarse así es irrelevante. —acusó Cecilia con ímpetu.

— Princesa Cecilia, por favor, déjenos a solas un momento —intervino Sabas con educación. Ella clavó su firme mirada en él y sin más remedio tuvo que aislarse para dejarlos solos—. La escucho, princesa.

EIDER. Travesía de una ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora