Capítulo 12

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—     En presencia, la reina Eider y el príncipe Sabas

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— En presencia, la reina Eider y el príncipe Sabas. —anunció un guardia real en la entrada del salón.

Sebastiana lanzó una mirada escéptica a su sobrina; no era de agrado que su hijo compartiera tantos momentos a solas con Eider. Ramiro se adelantó ante todos y saludó educadamente a Eider con un gesto de beso en la mano, por lo que Sabas, lo ojeó con seriedad desentendiendo las actitudes obvias, y carraspeó de repente.

— Alteza, debemos acercarnos a los demás.

Sabas y Ramiro se dedicaron una detenida mirada y la sonrisa repentina y picara de Ramiro, le causó extrañeza.

— Buenas noches a todos —la joven se aproximó a su madre y le dio un abrazo furtivo—. Hola madre. —Millana sonrió con sus ojos cerrados tras sentir el calor reconfortante de su hija.

— Hola cariño. —se miraron unos segundos, y luego saludó a sus hermanas tomando de sus manos con cariño.

La serenidad de la cena tranquilizaba a Eider, hasta que comenzaron a tocar temas políticos; y por supuesto, las malas vibras de Sebastiana podían palparse.

— ¿Cómo ha estado, Sebastiana? —preguntó Ramiro amable.

— No muy bien, querido —miró de reojo a la reina que le clavaba la mirada como lince—. He tenido momentos desagradables. Como sabes perdí a mi Rutilio.

— Pero puede visitarlo, está en el antiguo palacio, ¿no? —la victimaria asintió.

— Todos cometemos errores. —pronunció con furia en su voz.

— Madre, porque no hablamos de otro tema. —interrumpió Sabas con seriedad.

— Mi dolor es muy grande. —lloriqueó, y Nazaria en apoyo, acarició la mano de ella que estaba sobre la mesa.

— Calma tía, todo mejorará. —Eider no pudo evitar sonreír ante la falsa victimización de Sebastiana, viéndola como sínica e impertinente.

— ¿Está disfrutando la cena, alteza? —escupió la duquesa, que por mala suerte había captado la expresión de la reina. Ella levantó la vista, encontrándose a todos los comensales observándola.

— ¿Disculpa, que has dicho?

— Por qué no disfrutamos este banquete, hace mucho no compartíamos con el joven Ramiro, alguien tan valeroso. —opinó Millana apaciguando la notoria tensión.

Ramiro le demostró una sonrisa.

— Es buena idea, tía. —agregó Sabas—. Pero tampoco lo alardees tanto. —bromeó dedicando una chistoso ademán a su colega que le dio un codazo suave.

— Millana, no te entrometas. —gruñó Sebastiana siendo indiferente el desvío de tema.

— Cuidado duquesa—intervino Eider. La duquesa selló sus labios y la divisó de reojo—. Estás hablando con la reina madre, merece el mismo respeto que tienes conmigo —tomó un sorbo de vino—. No lo olvides.

EIDER. Travesía de una ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora