Capítulo 19

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Sabas arrastró a su madre a sus aposentos aun conmocionados por la escena experimentada

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Sabas arrastró a su madre a sus aposentos aun conmocionados por la escena experimentada. Ella temblaba, sentía que su mente no estaba conectada con su cuerpo, por lo que le pidió a su hijo que la ayudara a tomar asiento.

— Qué sucede contigo. —se quejó Sebastiana al soltarse de su hijo.

— ¿Cómo te atreviste a irte sin siquiera notificarme? —bramó.

— ¿Al hijo que me da la espalda?

— ¡Qué dices madre, tu mejor servidora está muerta! —la sostuvo de sus brazos—. ¡Dime la verdad!

— ¡De qué verdad me hablas!

— ¿Fuiste tú? —Sabas estaba fuera de sí—. ¿Tú ordenaste que envenenara a Millana?

— ¡Cómo se te ocurre! —lloró estupefacta por la reacción perturbada de su hijo—. Estaba tan sorprendida como tú.

— Mientes. —masculló iracundo.

— Mira cómo estás, mi hijo no se sulfura de tal manera. —la soltó de su agarre.

— ¡Estoy harto de esto! ¡Mi padre y tú quieren ver caer este imperio!

— Queremos que tú reines, queremos que nuestro inteligente hijo sea rey de Maldea. —él se alejó de Sebastiana con repugnancia.

— ¿Alguna vez me preguntaste si quería ese trono? ¿Si era feliz?

— Sabas.

— ¡No! —la señaló amenazante con su dedo índice—. Si llego a enterarme de que tuviste algo que ver, no te lo perdonaré, madre.

— Sabas, hijo. —lloriqueó al ver como su hijo le dio la espalda completamente, reacio a escucharla.

*

Caminó a la sala del trono hasta llegar a la silla real. Suspiró cansada, el baño que le había preparado sus damas, logró que se relajase, pero no logró descansar. Sus lágrimas salían sin cesar, saber quién fue la que la envenenó le quitó un peso de encima, pero sabía que aún no había llegado a la punta del iceberg.

— Reina Eider. —giró de un salto tras perder el raciocinio en el que estaba. Se aproximó a ella con cuidado—. Todo esto ha sido, una sorpresa. —Eider sonrió de costado.

— ¿Crees que me siento mal por haber asesinado a Otilia? —preguntó en tono frívolo y hasta burlesco, lo que le trasmitió escalofríos a Ramiro que permaneció inmóvil—. Poco a poco me iré deshaciendo de los que me quieren ver desfallecer.

— Alteza, ¿se siente bien? —intentó acercarse—. La noto algo alterada.

— Es que saber quién fue y que aún no descubro quien realmente cató esa orden, me desespera.

EIDER. Travesía de una ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora