Capítulo 21

15 0 0
                                    

—     No lo he olvidado, no logro hacerlo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— No lo he olvidado, no logro hacerlo. —susurró.

Eider tragó saliva. No pudo dejar de apreciarlo firme a sus ojos destellados en azul. Era un sinfín de emociones desconocidas; tanto así, que inconscientemente buscaba el modo de poder tener encontronazos a solas, porque no lo sentía con nadie, ni siquiera por Ramiro que le declaró su interés. No comprendía por qué le atraía, justamente ahora.

Por su parte, Sabas, tenía la misma necesidad de Eider, poder estar a solas con ella era su momento ideal del día; pero, había algo que si se diferenciaba de la reina, él sí quería a Eider, profundamente. En su mente no tenía a ninguna otra mujer desde hacía ya tiempo.

— Como sé que no dices esto a otras mujeres. —se acercó a ella y sostuvo su rostro.

— Nunca me he preocupado tanto por alguien como por ti —confesó—. Con nadie.

— ¿Cuándo pasó todo esto? —sonrió de costado.

— Nuestro gran problema es que nos gustaba pelear y quizás era la forma de ocultar lo que sentíamos entre nosotros.

— Te odiaba en serio. —ambos rieron en voz baja.

— Yo también, pero si no te veía al menos una vez, mi día no estaba completo —guiñó un ojo—. Necesitaba pelearte. —ella entrecerró sus ojos.

— Sigues sin responder mi pregunta. —él tomó su mano por sorpresa y le depositó un beso.

— No es muy difícil deducirlo —aclaró—. Pero no quiero obligarte.

— Sabas yo... —tomó la otra mano que faltaba.

— Yo sé tus temores... Tú corona, mis padres, todas las contradicciones que nos rodea —exclamó—. Pero no me importa nada de ello, nunca me interesó, solo hay una cosa que me interesa —le temblaban las piernas al oír a Sabas tan decidido—. Esa eres tú.

Decía la verdad, desde joven le inculcaron su objetivo y verdadero rumbo, pero él siempre quiso otro y juró que lucharía por ir hacia el camino de la verdad y el corazón. Eider ante tanto, tragó saliva, pero no encontró las palabras, habían desaparecido; no podía siquiera articular sus labios.

*

Los dos días pasaron y Eider no supo más de Sabas después de aquella noche.

Salió de sus pensamientos al notar que su dama le enseñaba la corona que debía ponerse. Se miró a sí misma en el espejo y relucía un vestido magenta con mangas globo y transparencia, una falda sin volumen y de las mejores telas georgette; diseño solo de Elsa. Finalizó colocando su capa sostenida en sus hombros, dando ese glamour y refinamiento a su figura.

— Se ve hermosa, alteza.

— Gracias, Betania. —sonrió.

— Señora. —Eider giró rápidamente hacia la puerta.

EIDER. Travesía de una ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora