Capítulo 20

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—     Extraño a mamá

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— Extraño a mamá. —confesó Rufina mientras miraba la taza de té.

— Yo también, hermana adorada —expresó tomando la mano de Rufina—. Me hubiera gustado que presenciara tantas cosas de nuestras vidas. Al casarnos, al tener nuestros hijos.

Dieron una leve inclinación de cabezas hacia abajo.

— El palacio se siente lúgubre y desolado sin ella, Quirina. —su hermana mayor asintió cabizbaja y luego reunió valor.

— Aún nos tenemos, Rufina —animó—. Mírame, cariño —Rufina la observó con sus ojos vidriosos—. Debemos estar unidas, respaldarnos. Estar cerca de Eider, ella debe mantener todo esto. Se respaldaba mucho en mamá. —la hermana pequeña asintió cabizbaja y recapacitó unos segundos.

— ¿Por qué Eider organizaría esta tarde de té?

— Quizás quiera pasar tiempo con nosotras, Rufina.

— ¿Pero no requerirá nuestra ayuda de algo?

— Es posible —suspiró agotada—. Eider, ha estado actuando muy diferente, y lo que hizo con Otilia me dejó estupefacta.

— A mí también, me da escalofríos pensarlo.

Eider se hizo presente en el jardín y vislumbró de lejos a sus hermanas charlar íntimamente. Mágicamente pudo sonreír gustosa. Ellas eran lo único que le quedaba y lo más preciado. Tan parecidas y diferentes a la vez, pensó.

Rufina era una joven determinante y temperamental, más transparente que un cristal. Siempre debía arrojar toda palabra atorada en su garganta y eso le daba congoja; una de las peculiaridades que más le embelesaba de su pequeña, esbelta y bella hermana. Poseía una belleza inigualable, un cabello castaño y largo, ojos grandes y verdes, y un rostro libre de imperfecciones, sobretodo una sonrisa adorable.

Vislumbró a su hermana mayor y suspiró gratamente. Quirina, la que siempre admiró por su calidez. Su cualidad era ser benevolente y bondadosa. Un cariño rebasado que tenía para todo aquel que conocía. Nunca se podían sentir disgustados al conocerla. Más transparente que Rufina, sensible y siempre viendo lo mejor de toda persona. Para Eider podía ser una dificultad cuando debía de poner límites. Tan bella como ninguna, sus parecidos a Millana eran inigualables. Cabello castaño, tan largo hasta la cintura y con ondas muy suaves. Ojos refinados de color verdes y una tez tan blanca que el oro le resaltaba. Su mirada era muy profunda y la sonrisa que trasmitía, era de paz y confianza. Alta y delgada, con unas hermosas siluetas.

Sus hermanas la vieron ausente a unos metros. Extrañas se miraron y lograron captar la atención de Eider que por fin se liberó de su trance y se aproximó a ellas.

— Hermanas —pronunció con una leve sonrisa—. Me alegro verlas. —Quirina acortó la distancia y la analizó unos segundos.

— Sabes que puedes confiar en nosotras.

EIDER. Travesía de una ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora