Capítulo 36

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Eider salió de sus aposentos junto a sus guardias y su vasallo mientras se acomodaba los pesados anillos de su mano

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Eider salió de sus aposentos junto a sus guardias y su vasallo mientras se acomodaba los pesados anillos de su mano.

— Osvald, quiero pedirte un favor —dijo desinteresada.

— Lo que usted ordene mi soberana.

— Destituye a Betania, no la quiero más como dama de compañía —la observó con asombro—. Aquella falta de respeto no lo permitiré, ni siquiera puedo mirarle la cara.

— Entendido excelencia —carraspeó—. Aunque Betania era una joven con dotes excelentes para dama.

— Lo sé, por eso quiero que Tadea se presente en mis aposentos al atardecer.

— ¿Tadea? —casi se tropezó con sus pies ante su asombro.

— Sí, ha sido muy fiel a mí, aunque sé que fue para salvar su pellejo, pero ya no confío en Betania.

— Como ordene, señora.

La reina continuó caminando pero disminuyó el paso al encontrarse con Sabas discutiendo con un noble, acaloradamente. El hombre con cara de agotamiento, descubrió la presencia cercana de ella y se reverenció. Sabas estando de espaldas y viendo la actitud sumisa del secretario, sabía que Eider estaba detrás.

— Puedes continuar Osvald —él asintió y después de un cordial saludo se retiró—. ¿Todo en orden? —lo analizó de pies a cabeza y estaba tensionado.

— Temo que sí. —se limitó a responder.

— Lamento que esto haya ocurrido así sin consultar, pero al ser algo tan delicado, preferí que te enterases ayer en la corte. —Sabas asintió desinteresado.

— No puedo contradecir a la reina. —ella asintió y desvió su mirada a un costado. Descubrió a Úrsula salir sigilosamente de los aposentos de Sabas.

— ¿Por qué sales a hurtadillas, Úrsula? —tanto la doncella como Sabas dieron un respingo, se vio obligado a voltear a la doncella con un rostro aún más enojado—. ¿Acaso robas algo?

— No majestad, solo que olvidé mi anillo —se jactó la muchacha con su mirada al suelo. Eider bajó la vista a la mano de la joven que tenía un anillo prominente con una gema imponente—. Si me disculpan, debo continuar con mis quehaceres. —miró con una juguetona sonrisa al príncipe, él le devolvió un asentimiento de cabeza y regresó a Eider.

— Ahora comprendo por qué tus amantes disfrutan tanto de tu compañía. —habló en tono estoico.

La idea de imaginar a Sabas con otra mujer le desenvainaba un fuego interno que obligaban a salirse de sus estructuras protocolares.

— Toda mujer merece una preciosa joya, ¿no lo cree? —respondió con seriedad y desfachatez, sabía que a ella le ofendería. No estaba feliz de haber dicho eso, pero estaba enojado, principalmente lo que sentía por ella. Si todo fuera diferente, no estaría compadeciendo todas las contrariedades.

EIDER. Travesía de una ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora