— Princesa —giró distraída—. Alguien la solicita en el patio interno. —Rufina frunció el ceño sin entender a la doncella.
— ¿Quién?
— No puedo decirle. —entrecerró sus ojos y caminó hacia donde la joven le indicó.
Rufina seguía oyendo los cotilleos, lo que había sucedido en el palacio, las sentencias y las festividades. Pero lo que más tenía en conmoción a la joven, era que su hermana mantenía en secreto su relación con el príncipe Sabas. Tuvo mucha dificultad para no exponerlo frente a Sebastiana que revoloteaba en el harem como si nada.
Entre sus pensamientos, se detuvo frente a la gran fuente de agua, se abrazó a sí misma por la brisa fría del pronto invierno y miró a su alrededor confusa. No veía a nadie. Liberó un bufido y giró para regresar, pero se topó con alguien doblemente más alto que ella.
— Vaya, creo que la he asustado. —demostró una sonrisa radiante al verla tan estupefacta.
— Ramiro —tartamudeó—. Qué sorpresa. —tomó con tersura su mano y le depositó un beso.
— He pensado mucho en usted, sus cartas no me hacían sentir tan solo. —la joven sintió que sus mejillas ardían. Le era extraño sentirse así frente a Ramiro, era su amigo.
— Yo también, lo he extrañado, digo, lo hemos extrañado —rio nerviosa—. Ha sido todo un caos. —el duque sonreía sin descaro.
— Lo sé, ni yo lo creo, las cosas han comenzado a encaminarse ¿no lo cree? —pausó tras observarla detenidamente, tenía una mirada inocente que ninguna otra joven tenía—. Está muy bella, milady.
— Gracias, Ramiro —rio—. Es un adulador.
— Espero que el conde Kenat, no la haya molestado.
— No lo he visto.
— ¿De veras? Sabe que la defenderé, somos amigos y para eso estamos.
— Tranquilo —miró a un costado para evitar la sofocante mirada del duque—. Debo volver al harem. —Ramiro tomó de su mano rápidamente.
— Me gustaría que pudiéramos pasear por la ciudad, que le parece, quisiera visitar el comedor.
— Será un placer. —sonrieron. Ambos notaron una cierta conexión inusual.
*
La hermana mayor de las princesas estaba en el invernadero, alejada de las responsabilidades al menos por unos minutos. Contempló las rosas que eran sus favoritas y cortó un par para colocarlas en un jarrón y llevarlas a sus aposentos.
Yannick ingresó al invernadero silencioso y sonrió al verla tan fundida en sus pensamientos mientras podaba las rosas. Dio unos pasos más y decidió carraspear, por lo que la princesa giró con las tijeras en su mano y sonrió enternecida.
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EIDER. Travesía de una Reina
RomanceEn un poderoso imperio, yacía Eider, una doncella sin dotes y prospecto. El rumbo de su vida cambió para siempre, asumirá una responsabilidad de donde no podrá escapar y poniendo en riesgo su vida y la de sus seres queridos. El amor y el poder será...