Capítulo 22.

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Los latidos de un jade. (Lan XiChen)

Había pasado un mes desde que termine aquí. Jamás fue el plan inicial, es algo que tengo por seguro. Recuerdo que cuando desperté aquel día, por alguna razón nada tenía sentido, mi mente estaba confusa, mis recuerdos eran tan escasos como la existencia misma. Pero también es cierto que no fue mucho después que cada uno de los sucesos invadieron mi memoria como una gigantesca ola de mar. Fue tan rápido que no tuve tiempo de asemejar tales sucesos, si solo basto una semana para que cada recuerdo estuviese en su lugar o eso pensaba.

Había despertado hace unos días de una terrible pesadilla, o eso es lo que creí cuando aquellas terroríficas imágenes hicieron que me exaltara tanto como para sentarme un salto luego de despertar. Sabía que mis recuerdos eran un poco distorsionados y revueltos, por lo que jamás me precipité a actuar de una manera imprudente.

Pero aquella noche en especial, aquel sueño, esa vívida escena de los cuerpos muertos bajo el agua, el color del mar teñido de un rojizo escarlata y el olor a óxido que desprendía la sangre de aquellos cadáveres me aterro. Y como si el destino quisiera torturarme, luego de aquella noche, las imágenes se volvieron cada vez más vividas y reales.

Fue por fin que comprendí, comprendí la cara de terror de aquella criatura cuando me vio por primera vez, comprendí su hostilidad, comprendí su furia y su desde a mi persona, lo comprendí en lo que mi mente y mi corazón me permitieron. Sabía que jamás podría sentir lo que sintió, jamás podría calcular hasta que punto puede llegar su odio y desprecio hacia mi persona, pero aun así, intente con todas mis fuerzas comprender. Y eso fue lo que termino por destrozar mi corazón.

Durante aquel mes, por más que mis recuerdos volviesen, por más que mi mente se mantuviera en un debate constante, no pude evitar maravillarme, no pude evitar quedar completamente cegado por tal belleza. Y Que me perdonen los dioses por tal pecado, pero podría jurar que aquel hombre de ceño fruncido constante, es el ser más hermoso que jamás ha existido. Aquellas exquisitas facciones, su blanca piel y su porte imponente, lo hacen digno de ser una criatura divina nacida en los cielos.

Pero tan bien fue tal belleza la que me hizo dar cuenta del terrible pecado que se ha cometido en tantos años, porque es delante de mí que el ser más deslumbrante entona una canción posando sus manos en mis heridas y viendo por mi mismo cómo estás van desapareciendo como si jamás hubiesen existido. Dejando un vacío en mi conciencia y mi alma ante descubrimiento.

Y es que durante toda mi vida se nos enseñó que aquellos seres bajo el inminente mar, eran seres que se dejaron opacar por la oscuridad que invadió sus corazones en el mundo humano. La inmundicia de tantos milenios viviendo entre seres codiciosos, indulgentes y llenos de malicias, habían dejado una marca permanente en los corazones de tales criaturas. Había tantas historias sobre la maldad y la desgracia que había traído aquella especie usando su angelical encanto, que jamás me tome el tiempo de siquiera pensar en él ¿Cómo?, ni él ¿Por qué? Simplemente aceptando tales cuentos como única y verdadera ley, arremetiendo contra la vida de tantos seres.

Pero estos días frente a mí ¿Qué es lo que realmente vi? No había monstruos, no había seres desalmados con sed de sangre, no había nada de lo que toda mi vida se me fue inculcado sobre ellos. Porque a pesar de saber que soy, a pesar de pasar por tal masacre hace tan solo unos días, aún con todo aquello me abrieron sus puertas, curaron mis heridas, alimentaron mi hambre y resguardaron mi seguridad. Aun cuando mi sola presencia es un grito de peligro alarmante para su existencia misma, no me dejaron a la deriva como los monstruos que los suelen llamar.

Lo cual solo termina con mi condena, porque desde que le vi, mis latidos no tardaron en darme aviso de tal importancia que tenía el ser frente a mí. El borde mi mano picaba ante la ansiedad de la unión, la sangre dentro de mi cuerpo se aceleraba de una manera descomunal, y mis cinco sentidos perdían total control cuando él estaba presente. Y es que supe su significado aun mucho antes de saber siquiera quien era yo mismo al despertar ese día. Aun cuando mi mente era una bruma incierta, aun cuando no sabía mi nombre, estaba totalmente seguro de una sola cosa. El ser ante mí, era el único ser que le daría sentido a mi existencia y completaría mi alma.

El canto del corazónWhere stories live. Discover now