Capítulo 12.

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El llanto del corazón 1/2. (Lan Wangji)

Habían pasado cinco años desde la última vez que le vi. Luego de volver aquel día, la búsqueda en la gran montaña se intensificó por meses yendo mucho más allá. Docenas de sirenas, familias completas de ellas fueron encontradas, capturadas y asesinadas cuando la búsqueda se intensificó fuera de la montaña. Muchos de los capturados fueron hombres tratando de darle tiempo a sus esposas e hijos de ir lo más lejos posible, no creo que alguno lograse escapar, muchos de los seres en la cacería proclamaron el derecho a retener a las mujeres para mostrarlos como ejemplos en sus aldeas. Excusas de aquellos desalmados que asesinaron niños sin un ápice de compasión. La vida de aquellas criaturas estaban a punto de ser peor que el infierno y cuando creí que había visto lo peor, colocaron a todos los sobrevivientes en fila y arrancaron sus lenguas para evitar que cantasen o produjesen algún sonido que amenazara la vida a los demás. Mi corazón latía con fuerza provocando un dolor tan fuerte que creía perder la razón por momentos, no quería estar allí, no quería hacer lo que hice y cuando caminaba fuera de las jaulas donde se encontraban aquellas criaturas encerradas, mire mis manos bañadas en sangre y temblaron dejando caer mi espada, los seres encerrados en esas cajas de metal me miraban con tanto odio y terror en sus ojos que apuñalaban mi corazón que ya estaba siendo carcomido. Me acerqué lentamente hacia una de las celdas más alejadas, había un pequeño niño, estaba en silencio mientras me miraba fijamente con sus orbes rojos cargados en odio, siseo cuando estuve frente a él e intento arduamente arrastrarse al fondo de la celda. Sabía que aquellos que no eran de rama alta no podían mantener su transformación mucho tiempo, por lo que todos ya portaban sus largas y elegantes colas, eran obras de artes encerradas y manchadas con sangre. Me incliné mirándole fijamente y las imágenes de Wei Ying el primer día que le vi inundaron mi cabeza amargando por completo mi alma. No pude evitar que las lágrimas recorrieran mis mejillas y las miradas expectantes y asustadas se posaron en mí de una manera difícil de describir. Puse mis rodillas en el suelo y me incliné topando mi frente a la misma altura, quería rogar su perdón y lo hice, lo hice aun cuando sabía que no lo merecía, pero una cálida mano se posó en mi cabeza, un leve toque que calentó mi corazón, aquel pequeño me miraba desorientado, y aun cuando había una hilera de sangre saliendo de sus labios, sonrió levemente mirándome a los ojos. Fue entonces cuando lo decidí y actué siguiendo por primera vez mi corazón. —Mañana a primera hora serán transportados a diferentes aldeas, no puedo salvarlos a todos, pero puedo asegurar la vida de los más pequeños...

Las mujeres me miraron aún con ese fuego en sus ojos y asintieron decididas, una de ellas tomo la mano de una de las más jóvenes entre el pequeño grupo y la empujo hacia delante. Sabía que quería decir con ello, así que solo asentí y me dedique a explicar lo que necesitaba. —Vendré a media noche, tienen que hacer que ellos me sigan, los llevaré lo más profundo que pueda en el mar, luego ella será la que tendrá que guiarlos. Ustedes sufrirán la ira de los seres que las mantienen aquí, vivir será peor que el infierno para ustedes, es por eso que les entregaré esto, será su elección.

La noche cayo más rápido de lo que pensaba, Tío QiRen discutía el entregar o no a las criaturas. Podía ver el odio en sus ojos crecer y como de su boca salía blasfemias contra aquellos seres. Las risas de todos en ese lugar amargaban mi sangre y la hacían hervir, quería gritar, quería callarles, pero no podía. No podía más que mirar y morder mi lengua fuertemente mientras los escuchaba alardear la masacre que hace pocas horas habían conseguido. Aprovechando el festín que organizaban conmemorando la "batalla" ganada, salí fuera para intentar llevar a cabo lo planeado, solo había un par de guardias supervisando las celdas, no fue difícil encargarme de ellos mientras liberaba a aquellas criaturas que miraban con un ápice de esperanza el profundo mar frente a ellas. —Necesito que sus hijos se transformen, no puedo cargarlos a todos, tendremos que nadar.

El canto del corazónWhere stories live. Discover now