Capítulo 08.

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Segundo latido, un nuevo adiós. (Wei Ying)

Sus brazos eran cálidos, rodeaban mis piernas y mi cintura firmemente, pero aun sin ejercer demasiada fuerza, mi corazón latía frenéticamente y aunque no sabía bien por qué, todavía entendía que se debía a él. Despegue lentamente mi cabeza de su cuello y mire hacia atrás como las suaves y esponjosas nubes parecían un basto mar bajo nosotros, el miedo a la altura se esfumó con la maravillosa vista y la brisa cálida del amanecer golpeaba mi piel calentando todo mi ser. Recuerdo una vez, cuando aún vivíamos tranquilamente con mamá en el mar y me contaba una historia justamente de un dragón y una sirena enamorados, la historia era trágica para solo un pequeño niño, pero por alguna razón amaba que me la contara, hacia que mi corazón se agitara cada vez que escuchaba la parte donde el dragón juraba amor eterno a la sirena, era un amor trágico, pero era un amor verdadero, y recuerdo que aun para mi temprana edad ya anhelaba fervientemente sentir lo que sintió aquella desdichada sirena. Mamá siempre cantaba una canción cuando contaba aquella historia, siempre con una sonrisa cálida acariciando mis cabellos hasta que dormía. Amaba esa canción y ella decía que era la canción del corazón, siempre decía «A-Ying, cuando conozcas a tu persona especial, solo a esa persona le tienes que entregar tu corazón, jamás cantes esta canción a nadie o tu corazón sufrirá para siempre.» No lo entendía en ese momento, pero aun si no lo entendía, sentía que era algo importante, algo único y lo guarde fuertemente en mi memoria para jamás olvidarlo y aunque el sentimiento de nostalgia me inundaba al recordar, mi corazón me gritaba que este hombre que solo he visto dos veces en mi vida, era la única persona que cuidaría mi corazón con todo su ser y antes de siquiera darme cuenta, me encontraba cantando hipnóticamente aquellos versos donde entregaba todo de mí. — Es hermosa...

Dijo el luego de un largo silencio al terminar; por alguna razón sentí una angustia recorrer mi cuerpo en los segundos que se formó el silencio. Siempre he sido consiente del odio a mi especie o por lo menos desde muy temprana edad, y que mi madre dijese antes de morir que jamás cantara delante de otro ser, era más que suficiente para saber que corría un gran peligro de ser escuchado. He estado casi toda mi vida solo, lo que sé dé mi especie o siquiera de mí es totalmente limitado, por lo que el miedo de hacer algo incorrecto delante de él, me atormenta desde el segundo que le volví a ver. Aun así todo se calmó luego de que su agarre se afianzara en mi cintura y dijese aquellas palabras, no pude evitar sentirme feliz por alguna razón. — Wei Ying le da su voz a Lan Zhan y, ahora tienes mi corazón...

Sentí como su corazón latió rápidamente y una especie de torbellino de emociones se formó en mí nuevamente. Él no dijo nada en lo que duro del viaje, cuando me di cuenta estábamos realmente lejos, él descendió un poco y el mar era todo lo que se podía apreciar, no había nada más que agua a nuestro alrededor, ni siquiera se podían apreciar las grandes montañas y solo así caí en cuenta de lo lejos que nos encontrábamos —No puedo ir más lejos, este es territorio de tu gente, incluso a esta altura podría ser peligroso para mí si alguno de los tuyos quiere asesinarme...

Sentí una puntada en mi corazón cuando oí aquellas palabras, él me miraba con calidez, pero aquella frialdad en sus palabras no eran más que una prueba del odio a mi especie y lo que ellos significaban.
Asenté lentamente sin decir nada, le miré intentando dibujar una sonrisa de agradecimiento en mi rostro, pero la opacidad en su mirada mostraba arrepentimiento y a pesar de que intento hablar, solo desvío la mirada guardando silencio. Volamos unos cuantos metros más hasta aterrizar en una roca, miro el mar por unos segundos y luego me miro de una forma complicada de descifrar. Era la hora de decir adiós, lo sabía, pero una parte de mí no quería dejarle ir. —Debo irme...

Dijo él con la mirada fija en mis ojos y aun cuando parecía serio y frío a simple vista, podía ver la tristeza y el miedo en aquellos orbes dorados. Sonreí y asentí, quería hablar, pero sentía que si abría la boca le pediría que se quedara o que me llevase con él. Le vi darse la vuelta caminar dos pasos y luego antes de que pudiese reaccionar, me encontraba fuertemente aprisionado por dos fuertes brazos. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo y mis sentidos dejaron de funcionar, mi cuerpo entero dejo de obedecer, me abracé fuertemente correspondiendo y no pude evitar respirar profundamente queriéndome grabar su aroma en la memoria. —Lan... Zhan...

El canto del corazónWhere stories live. Discover now