CAPÍTULO 38

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Love the way you lie- Eminem,Rihanna

Dimitri la espera en el furgón...

Por mucho que mis ojos intenten abrirse, estos no ceden en su intento de mantenerme presa en la oscuridad. Nada en mi cuerpo parece responder a mis órdenes. Siento un material rígido contra mi espalda y de alguna forma sé que están moviendo mi cuerpo del suelo, aunque no pueda verlo.

Mi conciencia viene y va, siendo como una luz que se enciende brindándome la oportunidad de ver, no literalmente, lo que ocurre a mi alrededor y cuando se apaga, no queda nada más que dejarse arrastrar por la nada misma.

Llévanos hasta la otra entrada, no podemos sacarla por donde hemos entrado.

Pisadas de hombres caminando con contundencia resuena en mis oídos.

Más oscuridad.

No sé cuanto tiempo pasa hasta que noto la brisa contra la piel. En vez de invadirme la paz, una nueva tos sacude mi cuerpo el cual actúa por voluntad propia retorciendo mi cuerpo hasta que nueva sangre escurre de mi boca.

La sensación es agónica.

¡Dimitri!

El sonido de unas puertas pesadas que se abren, utensilios que chocan entre sí, manos que comienzan a trabajar...

Una corriente fría me invade y siento que caigo en picado.

No sé si su cuerpo podrá resistir la anestesia.

Sálvala Dimitri o no quedará Tierra suficiente para que huyas de mí.

Estos retazos de conversaciones quedan completamente silenciados cuando me dejo llevar por completo por la oscuridad. Me pierdo a mí misma y siento frío. Entonces como si estuviese soñando, me veo a mí misma cuando era pequeña, sentada en una pequeña butaca frente al tocador blanco de mi habitación. Mi madre me acaricia el pelo con los dedos y lo coloca detrás de mis orejas. Se reclina sobre mí, apoyando su mejilla contra la mía y observa nuestro reflejo.

La una la imagen de la otra.

—Katherine, ¿cuál es la mayor lección que te ha dado mamá?

Escucho su voz, tan fría, tan real y que en el fondo tanto había echado de menos. La odio, la odio por lo que me hizo, pero es mi madre y una parte remota de mí, aún la quiere.

Mi yo pequeño sonríe mirándose al espejo, sintiéndose importante por recibir estas atenciones ocasionales de su madre.

—Seduce y luego, destruye.

—Eso es Katherine, primero seduces y luego destruyes. —las comisuras de su boca se curvan en una sonrisa peligrosa. —Nuestra belleza es más letal que cualquier veneno o arma, recuérdalo.

La imagen comienza a desvanecerse e intento gritar para que esta se detenga. No quiero dejar esto atrás, quiero seguir aquí escuchando la voz de mi madre y sintiendo indirectamente lo que era ser atendida por ella. La imagen se desquebraja en mil pedazos y me sumo en la oscuridad.

El pitido incesante de una máquina y el malestar en mi brazo me hacen despertar de ella.

Abro los ojos y lo primero que siento es la mascarilla de oxígeno que me cubre la cara. Ante mi aparece el rostro de Aiden que no duda ni un segundo en marcharse en busca del doctor. Parpadeo lo que me parece un centenar de veces en menos de un segundo y noto que mi visión se encuentra borrosa. Intento distinguir donde me encuentro, percibiendo que no me es familiar en absoluto. Parece el ala de un hospital, pero las paredes oscuras y robustas son clara señal de que no es así.

El Juego de la ArañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora