CAPÍTULO 3

63.8K 4K 2.1K
                                    


Into it - Chase Atlantic

Entro por la puerta trasera del club intentando pasar desapercibida por el momento hasta que Dash me informe de que gente importante está en el club. Es mi obligación adaptarme a ellos, conocerlos y saber que tácticas utilizar para sonsacarles lo que quiero. Por ejemplo, si la persona que tengo delante es aficionada al póker, yo seré la mismísima reina del póker.

Entro en mi despacho y dejo el abrigo en el perchero sintiendo un poco de frío al dejar mis brazos desnudos. Escucho a Dash hablar con mis guardaespaldas y luego entra al despacho.

—Hoy tenemos al señor Sullivan y sus colegas en los reservados VIP.

Siento la compasión en sus ojos.

Cuando la afición de tu cliente son las mujeres jóvenes y se piensa que tu eres un producto más de la carta, es normal que se compadezcan. Este trabajo conlleva ciertos sacrificios a veces, tal vez las anteriores a mi si hubiesen estado dispuestas a ofrecer su cuerpo como moneda de cambio. Sexo por información. Sexo por los pensamientos del otro. Pero yo no. Soportaría sus comentarios machistas, me mordería la lengua hasta hacerme sangre y dejaría que me acariciara la pierna, mientras yo escucho atentamente como la chica joven y tonta que piensan que soy. Una arañita aprendiendo todavía sobre el entorno que la rodea.

Destapo la licorera, vierto su contenido en el vaso de al lado y trago con la esperanza de que el alcohol me ayude a soportar a ese viejo asqueroso y machista.

—¿Qué miras? —Digo con odio a Dash. —Piérdete de mi vista.

Escucho como Dash se marcha sin decir nada más y apoyo las manos sobre el escritorio, intentando aclararme las ideas. No pensé que Sullivan fuese a aparecer aquí esta noche si soy sincera, esperaba cualquier tipo de cliente menos a él. Lo odio. Había escuchado que se había marchado del país por negocios hacía ya unos meses, pero el condenado debe de haber vuelto.

Me acomodo el vestido, tirando de el con la esperanza de que me cubra más, maldiciéndome por no haberme puesto un vestido hasta los tobillos. Alzo por fin el rostro, haciendo acopio de todo mi orgullo y dignidad y salgo de mi despacho seguida de mis dos guardaespaldas. En este momento tenerlos me supone un consuelo, sé que no me haría nada que no permitiera que me hiciera. La cuestión es cuanto estoy dispuesta a soportar.

Subo las escaleras hacia los reservados y no me cuesta mucho verlo. Está en el reservado más grande que disponemos, rodeado de todos sus colegas y encima de su regazo hay una chica pelinegra con una coleta alta y tirante. Su ropa apenas deja a la imaginación y la sonrisa que tiene dibujada en los labios apenas le llega a los ojos. Tranquila, vengo a darte unos minutos de respiro. El señor Sullivan es un hombre en sus sesenta años, pelo totalmente cano con entradas pronunciadas, sus ojos de un azul tan claro que daban la sensación de que estuviesen vacíos y una nariz grande algo curvada. No puedo decir que tenga muchas marcas de la edad, pues su cara tiene más botox que cualquier otra cosa.

—Señor Sullivan. —Saludo lo más cordial que puedo cuando estoy lo suficiente cerca para que pueda escucharme. —Es un placer tenerlo en mi club, ¿Qué le trae por aquí?

—Oh, mi preciosa arañita. —Me lanza una mirada lasciva. —Que ganas tenía de verte.

Sullivan le susurra algo al oído a la chica y esta se aparta y desaparece sin decir nada. El mensaje es claro. Quiere que yo tome su puesto. Me siento a su lado, no encima de el como le hubiera gustado y dejo que me coloque su mano callosa en mi muslo.

—¿No me vas a presentar a tus amigos? —Digo, pestañeando lentamente.

—Claro que sí, arañita. —señala a un hombre que lleva unas gafas de sol ¿Dónde está el sol? Porque yo no lo veo. —Ese es mi gran amigo Carlo. Llegó hace unos días de Italia y no podía permitir que se fuese sin traerlo al club para que apreciara tu belleza.

El Juego de la ArañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora