Nueve.

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—¿Por qué no me sorprende que estés aquí? 

Parecía milagro que su cuerpo no lo hubiese traicionado dando un salto por el susto, porque la verdad era esa; aquel comentario le había asustado. No se suponía que Mark debiera estar ahí, de hecho, Donghyuck tampoco debía estar ahí. Estaba prohibido y si algún profesor los encontraba donde estaban, Donghyuck estaba seguro de que terminarían castigado los dos. 

El viejo gimnasio de su escuela había estado abandonado incluso desde que Taeyong estudió ahí, nadie podía decir a ciencia cierta cuantos años llevaba en desuso solo se sabían que eran muchos y por lo mismo el lugar estaba ahora en ruinas, consumido por la vegetación y la soledad. Muy pocos estudiantes se atrevían a ir, la mayoría decía que estaba embrujado (¿Cuando no?) y los pocos que lo hacían iban en busca de un poco de paz o quizá otra cosa. 

Donghyuck iba a buscar tréboles. 

Era algo tonto, y quizá un poco ridículo también, pero con su suerte nunca estaba de más ese tipo de cosas. Los tréboles crecían por todo el piso de madera, y más de una vez Donghyuck había encontrado uno de cuatro hojas para la buena fortuna. Y era eso lo que necesitaba precisamente, porque tendría un examen de calculo a la sexta hora y ni con todo lo que había estudiado para ello se sentía listo para presentarlo.

—¿Qué haces aquí, Mark? —preguntó sin mirarlo, todavía de cuclillas con los ojos fijos en el viejo piso de la cancha—. ¿Me estás siguiendo?

—Eso te gustaría, ¿no? —se burló el mayor, y el moreno agradeció estar de espaldas a él, porque así no vería sus mejillas encendidas—. Pero respondiendo a tu pregunta, vine a fumar. 

Donghyuck rodó los ojos y con un suspiro se puso de pie, al mirar a Mark encontró al muchacho sentado en una silla de las viejas gradas con un cigarro entre los labios y el encendedor en la mano. Si alguien los veía ahí, estarían en problemas. Su madre lo mataría, si es que Taeyong no lo mataba primero. 

Se debatió entre irse o quedarse, anclado al suelo sin poder moverse por varios minutos. Una cosa era que lo atraparan ahí solo, pero otra era que lo atraparan con Mark que además estaba fumando, lo más racional sería irse para evitar una suspensión, pero aún no había encontrado un trébol de cuatro hojas y lo necesitaba. Necesitaba algo de suerte. 

—¿Sabes? Si alguien nos viera aquí, podría pensar que nos estamos dando el lote —dijo Mark como si nada, exhalando el humo del cigarro hacia arriba. Donghyuck sintió que se ponía rojo como un tomate y que se ahogaba con su saliva. 

—¡Mark!

—Sabes que es verdad, la gente solo viene aquí para eso —Mark clavó su vista en él y alzó una ceja—. ¿Te interesa?

—¿Qu- Tu-... Pft... ¡No!

Le ponía mal mostrarse así delante de Mark, le hacía sentir débil, como si todo eso fuese un juego donde el mayor llevara la ventaja. Pero era ridículo, porque antes del vídeo y de las fotos era esta la manera en la que solían tratarse, y Donghyuck solía pasar esos comentarios de largo, simplemente riéndose o respondiendo de forma sarcástica. Ahora no podía, porque sabía que no eran juegos si no que escondían una verdad. 

—No entiendo como puedes decir eso tan... tan...

—¿Tan?

—¡Tan así! —chilló, escandalizado y se dio vuelta para seguir en su búsqueda. Si no se iba a ir, al menos debía hacer lo que había ido a hacer—. Cualquiera pensaría que te burlas de mi. 

—Me burlo de mi mismo en realidad. 

—No sé si eres tonto o masoquista —murmuró Donghyuck, casi como una queja y volvió a acuclillarse para observar mejor el suelo. 

Se dice que le gustas ➳  MarkhyuckWhere stories live. Discover now