Veinte.

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La voz de Mark resonaba tan fuerte en su cabeza que casi parecía que lo tenía a un lado gritandole en la oreja y no detrás de él, todavía atrapado en su habitación mientras que Donghyuck se precipitaba por las escaleras rápidamente, apenas cuidándose de no tropezar y caer. Llevaba el estomago revuelto con pánico y nerviosismo, mientras se repetía en su cabeza lo que acababa de pasar, ¿Qué había sido eso? ¿En verdad lo había hecho? ¿Acaso había enloquecido?

Quería gritar, llorar, regañarse y jalarse el cabello, porque ese no había sido su plan. Su plan era convertirse en la María Magdalena Coreana y sufrir de desamor como las protagonistas de los dramas que tanto le gustaban. Él no tenía que haberse confesado así (si era que contaba como una confesión eso que acababa de hacer) y no tenía por qué tener a Mark corriendo detrás de él gritando su nombre. Podía oír la desesperación en su voz, la confusión y autoridad de quien está por pedir una explicación, y sobre todo podía oír la esperanza. 

Había besado a Mark y le había dado esperanza. ¡SANTO SHAKESPEARE! Su boca había estado sobre la de Mark, apenas una fracción de segundo, pero igual contaba como un beso. Lo había besado ¡Él lo había hecho!

—Hyuck-ah... 

Dongsoon estaba agachada frente a la secadora, y se puso de pie apenas lo vio llegar, pero él no le prestaba atención. Estaba congelado en el marco de la puerta con una mano sobre la boca y los ojos bien abiertos, apenas consciente del hecho de que había besado a Mark. No solo le había dado a entender que sus sentimientos habían cambiado, sino que lo había besado. 

—¡Donghyuck!

Aquel grito de Mark lo hizo despertar de su pequeño trance, y como un ladrón siendo perseguido por la policía, el pánico y la necesidad de huir volvieron a su cuerpo. Donghyuck tomó a su hermana por los hombros y la empujó fuera del cuarto del lavado, todo mientras ella se quejaba de la secadora y el agua en el piso, y luego cerró la puerta. 

—Donghyuck, ¿qué coño te pasa? —gritó Dongsoon desde fuera, azotando la puerta con la mano. 

—¡Haz que Mark se vaya! —gritó él de vuelta, apoyado contra la madera, con la respiración agitada y el fleco pegado a su frente. 

No podía ver a Mark, no, no. Había actuado por impulso y ya eso no podía arreglarlo, pero no podía enfrentar al pelinegro así, de una vez, no señor. Primero tenía que ordenar su cabeza, ensayar varios discursos, pensar en conversaciones ficticias con Mark donde imaginaba cada escenario y lo que este podía decirle para así tener una respuesta preparada.

Mark había bajado las escaleras finalmente, y también había atravesado el comedor y la cocina como un rayo, porque bien no menos de un segundo después de echar a Dongsoon fuera, estuvo él también, golpeando la puerta y llamando su nombre. Donghyuck no se movió de la puerta, por miedo a que pudieran abrirla si se quitaba de en medio y tampoco respondió; solo permaneció en silencio mirando el papel tapiz rosa en la pared, dejando que el sonido de la secadora y el olor a suavizante lo arrullaran hasta conseguir regular su respiración otra vez. Escuchó a Mark preguntarle a Dongsoon qué le pasaba, si él le había dicho algo a ella y que necesitaba a entrar, Dongsoon solo le dijo que Donghyuck le había pedido que él se fuera (la muy traidora, no se suponía que tenía que decirselo así). Los dos conversaron un rato más, Mark insistiendo en una llave y su hermana insistiendo que lo mejor era dejarlo solo, y entonces hubo silencio. 

A Donghyuck le pareció raro que se callaran de repente, y estuvo a punto de asomarse para ver si se habían ido, eso hasta que la ventana del pequeño cuarto de lavado se abrió de repente y por ella entró Mark. Donghyuck dio un grito y un salto, asustado por la acción repentina o quizá por Mark. Quiso volver a huir, pero entonces la puerta no cedió.

Se dice que le gustas ➳  MarkhyuckМесто, где живут истории. Откройте их для себя