Ciento veintinueve

Începe de la început
                                    

— ¿Por qué preguntas eso?

—Curiosidad. La verdad yo si te he extrañado —confesó y mis mejillas quemaban.

—Extrañaba eso —balbuceó.

— ¿El qué?

—Hacer que tus mejillas se pusieran rojas. Te ves tan adorable cuando logro que eso suceda. —No solo eso logró.

Mi estómago estaba a punto de estallar, me inundaba una enorme felicidad por tenerlo cerca, por escuchar su voz una vez más, por ver sus ojos, su boca, esa necesidad de él creció aun más con él a unos metros.

—Uhm, no sé que decir. —Torció un poco su labio en una mueca que no alcanzaba una sonrisa de lado.

—Si te pido algo, ¿lo harías? —cuestionó poniendo una mirada tierna difícil de resistir.

—Depende, una vez me dijiste eso y me llevaste a la cama. —Profirió una carcajada por mi comentario. Su risa, cuánto la extrañaba.

—Di que sí bonita —dijo suplicante.

—Sí.

—Abrázame, por favor.

Narra Él

La tomé en mis brazos ella sonrió en mi pecho al sentir el latido de mi corazón acelerado. Inhalé su aroma una vez más después de mucho tiempo sin hacerlo. Sus manos se aferraron a mi espalda haciendo que mi piel se estremeciera.

—No sabes cuánto te he extrañado —musitó aun en mis brazos.

Quería congelar ese momento para toda la vida. Tenerla aunque sea en mi memoria.

—También yo —dije en un susurró.

La apreté más a mi pecho cada segundo que me quedaba con ella era valioso y no tenía deseos de desperdiciar ni uno solo.

Sopesé la idea de dejarla ir definitivamente sin embargo necesitaba una vez más su cálido ser.

Las ansias de sentirla más cerca eran infinitas pero no estaba seguro, si daba un paso en falso destruiría lo que quería lograr; un bello recuerdo con ella.

— ¿Te pasa algo? —inquirió después de un rato de silencio.

—Algo así —musité dudoso. Se separó de mi y clavó sus ojos marrones en los míos.

Alzó una ceja, su semblante era relajado mientras yo era una tormenta de sentimientos encontrados.

Sonrió alegremente incitándome a continuar con lo que me inquietaba. En vez de decírselo se lo demostraría pero aun no era momento, quería que fuera perfecto ese último beso.

Nuestras miradas chocaron quería que viera en las puertas de mi alma la necesidad y la culpa que sentía. A pesar de todo, solo amor se reflejaba en el café de sus brillantes ojos.

¿Cómo podía amarme?

No merecía su amor, no merecía que me quisiera con tal intensidad, no merecía que ella se preservara para mi, que me esperara cuando yo no pensaba volver.

Tomé su mano y la coloqué en mi mejilla, sentía un nudo en la garganta, pasé saliva para intentar disolverlo pero fue en vano, necesita perdirle perdón pero las palabras no salían de mi boca.

Repasé sus facciones, sus mejillas, su nariz, sus labios, ahora unas ojeras adornaban su rostro, ¿serían por mi?
Su cabello estaba un poco más largo, sus pestañas estaban más pobladas y la comisura de sus labios seguía siendo igual de apetitosa.

El nerviosismo se apoderó de mi y mis manos empezaron a temblar, me faltaba el aire así como el tiempo con ella. Uní nuestras frentes y capturé su mano en mi puño.

—Cierra los ojos —pedí en voz baja.
Envolví mi cuello con sus brazos. Bajé hasta su hombro depositando pequeños roces con mis labios, su piel se erizó con el contacto. Subí poco a poco saboreando el aroma y los suspiros que soltaba a medida que avanzaba. Paré en el hueco de su cuello retirando los traviesos mechones de su cabello.

Jamás pensé que me sería tan difícil y doloroso hacerlo, despedirme de ella.

—Te quiero —susurré en su oído, se relajó en mis brazos y se puso de puntitas para alcanzar mis labios.

La besé y todo se volvió doloroso, cada movimiento, cada roce, cada gemido sordo que soltaba en mis labios, porque era nuestra última vez.

Un vacío se pronunció en mi pecho pero ella lo llenó con sus dulces besos. Dolía asimilar que jamás la volvería a ver, que jamás podría verla, que jamás me diría te amo una vez más.

Esfumé todo lo negativo para disfrutar sin medida su compañía.

La besé marcando y afirmando que esos labios siempre me pertenecerían. La besé dejando un pedazo de mi alma en sus suaves labios.
La besé y mi pecho se infló orgulloso por atreverme a hacer lo que tanto deseaba.
La besé y lágrimas quisieron caer pero las detuve.

Capturé su lengua y ella lo permitió, sincronizaron y danzaron armoniosas como en los viejos tiempos, la humedad que me brindó me llevó a un frenesí de placer. No me quería separar de ella. No quería dejarla.

Fue un beso salvaje y tierno, posesivo y liberador, morboso e inocente, cálido y estremecedor, marqué sus labios, hinchándolos y dejando huella en ellos. Estaba a punto de arrepentirme de mi decisión pero ella merecía más que mi inútil amor.

Liberé sus labios y la abracé sintiendo de nuevo ese vacío pero ahora en todo mi cuerpo. Coloqué un pequeño beso en su sien, tomé sus mejillas en mis manos y le di un casto beso en los labios.

—Te quiero bonita —susurré y el dolor se hizo presente. Era el final.

:'(:'(:'(:'(:'(
Mi corazón duele :'(
Espero que les haya gustado.
Opiniones, dudas y sugerencias soy toda ojos(?
Besote en sus cachetotes! ^^

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