—Mitch, hacemos trabajos peligrosos todo el tiempo, tranquilízate. Hemos magnificado demasiado a Roy, pero sigue siendo un hombre.

—Yo puedo ayudarte a hackear el ordenador e intentar revisar todos los datos desde aquí. Tienes que ser rápida.

—Seré una lince.

—Espero que no una lince muerta. —Dice Mitch con resignación.

Rodeo el escritorio hasta estar junto a ellos, apoyo una mano en el hombro de cada uno y les doy un suave apretón.

—Vamos a acabar este trabajo pronto y luego os daré unas merecidas vacaciones. Dejadme el trabajo de esta noche a mí y luego os diré como proceder.

—La verdad es que me vendrían genial esas vacaciones para ponerme al día con Anatomía de Grey. —Añade Ashton.

—¿Aún hay gente que ve eso? —Pregunta Mitch.

—Yo.

Ashton se señala así mismo y se levanta del asiento súper orgulloso de si mismo, haciéndole burlas a Mitch y caras raras mientras ambos caminan hasta la puerta.

—Cuento contigo esta noche, Ash.

Hace una especie de saludo militar y desaparecen ambos.

Permanezco en el club durante dos horas más, olvidándome por completo de algunas de mis necesidades básicas como alimentarme. Reviso facturas, nuevos encargos que no paran de amontonarse en el escritorio y también ojeo rápidamente la poca información que me suministró Nikolai por si se me hubiese pasado algo.

No hay nada, absolutamente nada.

Al final acabo decidiendo volver a casa para darme una ducha rápida y prepararme para regresar al trabajo temporal que tanto me apasiona hacer. Nótese la ironía. Me coloco unos pantalones largos de látex rojos y un top cruzado del mismo aspecto. Ya mismo me voy a quedar sin opciones de vestuario, no pensé que mi estancia en el club fuese a alargarse tanto. Antes de salir de nuevo para afrontar la noche realizo mi ritual de siempre: Lentillas, peluca, labial.

Estoy lista.

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Aspiro el olor que cada vez me resulta más familiar.

Me encuentro entre los brazos de Aiden, sintiendo el cuero de su chaqueta contra mi mejilla. Noto como juega con mi peluca, no sintiéndose muy cómodo con que la utilice. Tanto tiempo molestándome por mi color de pelo y resulta que el mío natural parece ser su favorito. Siento ganas de reír solo de pensarlo.

—Has encontrado el micrófono, pelinegra. —Ronronea en mi oído.

—Así es, bien jugado. He tardado un tiempo en darme cuenta.

—No era justo que solo tú me espiaras.

Me acaricia la mejilla y ese punto exacto detrás de la oreja que hace que me recorra un escalofrío por la espina dorsal. Su aliento caliente me acaricia las pestañas mientras sonrío con los ojos cerrados.

—¿Ahora todas las noches van a ser así, Aiden? —Abro los ojos y me enderezo un poco, alejándome de su pecho. —Sin compromiso, sin romanticismo, solo sexo, ¿no era eso?

—Las caricias pueden ser vistas como algo sexual. —Susurra contra mi cuello.

Lo besa suavemente, de forma tierna pero apasionada. Hace que se me ponga la piel de gallina mientras mis caderas se mueven sobre él, frotándose un poco.

Sino fuera porque tengo que empezar a trabajar, me quedaría aquí dentro, abriría su bragueta y me sentaría encima con gusto. No puede ser, así que lanzo un suspiro y empiezo a separarme. Suelta un quejido frustrado mientras ve como pongo distancia entre nuestros cuerpos.

El Juego de la ArañaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora