25. Despedida

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Juvia

¿Es esto como imaginé que sería? No, es mucho más.

El sentimiento que me llena es indescriptible al notar que él ha correspondido el beso, posando su mano libre en la parte posterior de mi cabeza. Sus movimientos son considerablemente más apasionados de lo que imaginaba, incluso me sorprende un poco sentir sus dientes rozando mis labios, pero estoy lejos de quejarme, me siento en el paraíso.

Su mano hace caricias en mi cuello, mientras que yo enredo mis dedos en su cabello húmedo y desordenado. Nuestras respiraciones se entrecortan cada vez más, hasta que siento la necesidad de separarme para tomar oxígeno.

No tomamos mucha distancia, son apenas unos centímetros en los que tomo aire y me atrevo a abrir los ojos, descubriendo que él también tenía los suyos cerrados hasta ahora. A esta distancia se ven claramente los detalles azules en sus irises, enmarcados por una mirada intensa que no termino de descifrar.

—Lo lamento —pronuncia con la voz enronquecida.

Con esas dos palabras la realidad vuelve a mí como una bofetada.

—¿Qué? —es todo lo que consigue salir de mi boca mientras retrocedo medio paso.

—No sabes cuánto lo lamento —insiste, manteniéndome la mirada. Espero por varios momentos a que se explique, cosa que hace al comprender que eso es lo que quiero—. Entiéndelo, yo no puedo amarte, físicamente no puedo. No tienes idea de cuánto quisiera darte eso que mereces, pero no puedo.

—Podrías si lo intentaras —digo con la voz quebradiza y odio notar esa sensación que aparece justo antes de llorar, no quiero hacerlo, no frente a él, no ahora.

—No es tan simple como eso, ya te lo dije —exclama al borde de la desesperación, como si no fuera capaz de hacerme entender algo evidente.

—Es complicado porque así lo quieres, ¡¿por qué ni siquiera quieres darle una oportunidad a esto?! ¡¿Por qué no puedes permitirte ser feliz por una vez en tu vida?!

—¡Porque no lo merezco! —responde casi con un grito, poniendo sus manos con firmeza alrededor de mis brazos. Tenía un millón de cosas para decirle, pero con esa frase hizo que todo se borrara de mi mente. No pasa mucho antes de que continúe a un volumen decente, solo que sonando como si se fuera a derrumbar en cualquier momento—. Mis padres, Natsu, mi maestra... hasta Jellal; todos los que me importan siempre terminan mal y yo solo me quedo sin hacer nada mientras sucede, ¿cómo podría aspirar a ser feliz cuando todo lo que aprecio es destruido por mi culpa?

—No es tu culpa —intento consolarlo a pesar de que sé que no tiene caso, es que el simple hecho de verlo así y diciendo esas cosas me duele en formas que no termino de comprender.

—Sí lo es —contradice cortante, pero sonando dolido—. Y no quiero que eso te pase también a ti, tú no mereces eso; no deberías estar aquí escondiéndote de un demonio, deberías estar tranquila en tu casa, salir con tus amigos, buscarte un estúpido novio humano que te trate como si fueras el centro de su universo.

—Yo no quiero un estúpido novio humano, yo te quiero a ti.

—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué yo?! —tanto su voz como su lenguaje corporal expresan lo desesperado que está, el nivel al que no puede comprender algo que es tan sencillo para mí.

—Porque te amo —confieso, a lo que él se queda con cara de que le he hablado en un idioma desconocido—. Te amo, Gray, esa es la única razón, siempre lo ha sido; y no tiene que ser lógica, tampoco es algo que haya planeado, solo pasó y no me ha parecido algo malo por un solo segundo.

Ángel caídoWhere stories live. Discover now