Capítulo doce.

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Tenía la esperanza de que mis hermanos no se gastaran el dinero de la apuesta estúpidamente

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Tenía la esperanza de que mis hermanos no se gastaran el dinero de la apuesta estúpidamente.

Claramente no sucedió, exceptuando a Mattia que lo guardó.

Santino llegó con un láser, Marco con un slime, y Valentino... con un pollito. El último al menos fue tierno, un pollito amarillito al que mi hermano decidió nombrar Maestra Tigresa.

¿Que como supo que era hembra? Es un misterio

—Oh, déjame verla —pidió Caelia al ver al pollito por primera vez, sin perder la oportunidad de apachurrarlo en sus manos.

—¿Por que coño compraste un pollo? —preguntó Massimo, a quien Santino apuntaba en los ojos con el láser —Joder, que tienes veinte años, madura ya.

Santino soltó una risita antes de comenzar a mover su láser por la salita de estar hasta que el rayo salió por la ventana.

—¡Mira! —apuntó el la ventana de la casa de enfrente, más concretamente, al gato que se veía a través de ella —El gatito del segundo piso de la otra casa sigue el punto.

Mi hermano movía el punto por la habitación en la que se encontraba el gato, este a su vez, seguía el punto a donde fuera que mi hermano lo moviera.

—Dame, quiero tratar —Massimo le arrebató el láser. Movía el punto rojo como desquiciado, no sé como al pobre gato no le hizo sinapsis el cerebro.

En algún momento, al inteligente de Massimo se le ocurrió mover el punto desde la habitación del gato, hacia el árbol que estaba al frente; vimos como el pobre gatito arañaba el vidrio tratando de alcanzar el pequeño punto rojo. Después de un tiempo el gatito se aburrió y se alejó de la ventana.

Valentino le dio una colleja a su mellizo.

—Tarado, aburriste al gato.

De repente escuchamos como un vidrio estallaba y todos volteamos la cabeza hacia el ruido proveniente del patio de los vecinos.

Ya, bueno. Creo que ninguno esperó que el gato atravesara el vidrio para buscar el punto al árbol.

Tampoco esperamos que no conseguiría llegar al árbol y cayera como saco de papas al piso. Nop, nada de eso era esperable.

—¡SIGNORE BIGOTE! —gritó una mujer que estaba en su habitación en el piso de abajo, quien tuvo que haber visto caer a su gato por fuera de su ventana.

—¡Hostia, gato suicida! —Massimo tenía los ojos abiertos de par en par, al igual que Valentino y Santino, el último pareciendo histérico.

—¡Tu lo provocaste, pedazo de imbécil! ¡Casi matas al Signore Bigote!

Vale, estando histérico.

—¿Quién? —preguntó Valentino al escuchar el nombre.

—¡Pues el gato! Jodido Cristo, como se nota que son mellizos.

Una estrella más brillante [Vittale #1] EN EDICIÓN Where stories live. Discover now