Capítulo tres.

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—Entonces

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—Entonces... —pregunté dejando mi café con caramelo sobre la mesa —¿Cómo te fue ayer?

Caelia sonrió sonrojada

—Bien.

Enarqué una ceja —¿Solo bien?

Negó con la cabeza aun con una sonrisa boba estampada en el rostro.

—Vale, fue maravillosa. No sé como agradecerte que no hayas forzado a hablar.

—¿Se te declaró bonito? —pregunté yo también sonriendo. Eramos cuñadas ¿qué mejor?

—Sip

—¿Y a donde fueron?

—Al cementerio.

Ah... ¿ah?

—¿Ah?

—Ya si, no es lo mas común...

—¿Común? Caelia, es un cementerio

—Es que debía ir a hacer algo del servicio comunitario.

—¡Verdad que trabaja ahi! Lo había olvidado por completo —bebí de nuevo un buen trago de mi café que era más azúcar que café. Mi amiga tomaba tranquilamente un tácito porque no es fan de la cafeína —Aún no entiendo porqué eligió un cementerio.

Hace un año Massimo y yo hicimos una apuesta sobre quién podría encontrar más rápido una causa a la cual ayudar. Yo fui directo a un hospital de niños que queda a unas cuantas calles de la casa, puesto que era lo más común en donde en general pedían voluntarios, mientras que Massimo se dirigió al cementerio.

Dios sabe por qué.

En resumen ambos conseguimos nuestra causa solidaria, yo entreteniendo a los niños en sus habitaciones o cosas por el estilo, y Massimo... cavando tumbas en un cementerio, el cual no tenía fondos para comprar un tractor, o pagar más empleados, y al mismo tiempo, el dueño es una anciano que se ocupa solo del negocio, por lo que la ayuda de Massimo fue bien recibida.

—Da igual, la pasé muy bien.

Yo tampoco podía dejar de sonreir—Me alegro mucho por ustedes, de verdad que sí.

—A decir verdad... Ay no.

—¿Ay no que? —volteé para ver que es lo que —Ay no.

Todos tienen su persona. Esa persona estúpidamente insoportable a la que detestan, a la que... aunque suene feo, le desearían el mal. No se hagan los que no. Bueno, Sophia Adams es mi persona, y también es la persona que camina en nuestra dirección justo ahora.

Con su coleta alta de pelo marrón oscuro y lacio, y su ropa de marca, y como no, sus infaltables tacones que le daban como siete centímetros de altura extra. La chica era hermosa, para que mentir. Demasiado hermosa, a decir verdad. Lastima que su físico no se complementara en nada con su personalidad de mierda.

Una estrella más brillante [Vittale #1] EN EDICIÓN Onde histórias criam vida. Descubra agora