XLVI. El tambor

170 33 44
                                    

A Elíza no le extrañaba que no le llegara comunicado alguno de su familia. Con lo caro que era el correo y lo limitado que era el telégrafo, no esperaba saber mucho de su familia estando exiliada. La verdad es que apenas pensaba en eso, estaba más enfocada en intentar descifrar sus sentimientos, porque no dejaba de sentir una espinita cuando pensaba en el señor Dávila. Como si algo dentro de ella le decía que aún estaba a tiempo de que él volviera a sentir deseos de hacerla su esposa.

   Por lo que le resultó un poco que extraño que el cantinero entrara con su tía, sosteniendo una nota de papel. Su tía le hizo saber que era un telegrama, cuyo contenido no se atrevía a leer, pues aunque era para ella, la señora de Galindo sospechaba que era para su sobrina. Elíza tomó el papel, y sintió palidecer cuando leyó las palabras:

REGRESEN URGENTEMENTE. LAURITA Y JORGE. MADRE INCONSOLABLE. JUANA.

   Elíza no quería creer lo que era muy probable. Ni su tía ni ella querían hacerlo. 《Pero si no es eso —pensó—, no puede ser nada más》. Y cuando más confundidas estaban, llegó el señor Dávila, acompañado de Macario, el mensajero de la bola.

   —Disculpe su mercé por tardarme —dijo Macario—, pero su hermana me hizo traerle esta carta de mucha urgencia.

   Elíza se sentía un poco más calmada al saber que ahora sabría lo que realmente estaba sucediendo en Trincheras.

En este momento había decidido ir a mandar un telegrama para que te llegara rápidamente, pero Macario se ofreció a ir a Álamos para entregarte una carta donde explique a detalle lo sucedido. Dijo que intentaría que ustedes llegaran antes de cinco días contando lo que lo detendrán los federales, pero si pasa la mitad de este tiempo les escribiré un telegrama para acelerar el proceso.
No sé cuál de los dos textos te llegó primero, querida hermana, no te asustes que nos ha sucedido algo en cuanto a salud o cosas por el estilo. Hablando de eso estamos bien. Lo que te voy a decir es sobre Laurita. La señora de Farías nos había enviado un telegrama diciendo lo siguiente:

LAURITA Y JORGE ESCAPARON. SE CREE VAN A ESTADOS UNIDOS.

A todos se nos puso la piel chinita, menos a Cata, que dijo que así como andaban los dos, se habían tardado. Sinceramente no sé a quien le pudo caer peor la noticia: ¡Si a nuestra madre o a los puritanos de Trincheras! Es decir, todos malinterpretan las intenciones de Jorge, pero yo no creo que tenga malas intenciones, porque Laurita no tiene ni un peso partido por la mitad. Aún así, nuestra pobre madre muere y revive a cada rato. Nuestro padre parece que no le ha afectado, pero la verdad es que lleva días sin hacer carrilla a nuestra madre, lo cual me preocupa sobremanera.
Esto en lo referente que pasó el día que recibimos la noticia. Pues ahora viene lo peor.
Ya nos habíamos ganado el resentimiento del pueblo desde que se rumoreó que fuiste tú quien saboteó los planes del General Obregón. Y ahora el pueblo está que hierve de coraje, porque hasta ahora las únicas noticias es que se miró a la pareja. Y no fue en Nogales o Agua Prieta queriéndose cruzar, si no en Magdalena, sin cualquier tipo de compromiso.
No terminó de esparcirse bien el chisme, cuando las señoras comenzaron a hacer revuelta para buscarlos por su propia cuenta, ¡Les he oído decir cosas brutales como apedrearlos sin piedad, porque nadie mancha la imagen de las señoritas del pueblo! Pues todos creen que nuestra hermana es... no tiene sentido escribirlo porque sabemos que es falso, pero no se puede entrar en razón con nadie de aquí. Si vieras cómo ven a Cata, a quien no parece importarle la situación.
Sólo espero que la bola retrase su regreso para que puedas venir sin miedo a ser perseguida junto con Laurita. Todos me tratan de ingenua por pensar que Jorge sí piensa hacerla su esposa y partir juntos a Estados Unidos, pero todos han ido apagando mis esperanzas poco a poco. Si tú no te animas a venir (llámame egoísta pero te necesito aquí), que por lo menos venga mi tío para que nos ayude a localizar a Laurita y Jorge antes que los de la revuelta lo hagan y los agarren a pedradas.

   —¡Déme una cachetada tía para no ir! Si voy, me matan, pero si me quedo, no seré de ayuda a mi familia. Y algo puedo hacer para encontrarlos.

   —No se preocupe —dijo Macario—, la bola anda entretenida en las cantinas por la victoria de Obregón, qué esperanzas que regresen a Trincheras. Aparte que el General dijo que él se encargaría de hacer justicia con el traidor. ¡Me cae que ni el General Benjamín Hill era tan buena gente!

   —Pues me voy a arriesgar a ir —dijo Elíza lentamente.

   —Entonces voy a ir a buscar a mi marido —contestó su tía, con una voz realmente apagada.

   Macario y la señora de Galindo partieron a buscar al señor Galindo. Luego entró el señor Dávila a la habitación, preguntando:

   —¡Dios mío! ¿Qué ha sucedido? —Elíza le refirió la historia y él replicó—: Tome asiento. Puede que toda esta situación sea un malentendido.

   —¡Qué va andar siendo! —exclamó ella estando consternada—, puedo oír los tambores de guerra que se vienen sobre nosotros después de esto. Y por mi culpa. Quizá no tuve la culpa de que los federales supieran la toma de Guaymas, pero sí de que mi hermana se fugara con un vividor que se cansará de ella y la dejará. Debí decirles a todos la verdadera personalidad de Jorge.¡Con que la revuelta no los hallen porque si no, me quedo sin hermana! Ya nada será igual si ellos no se casan, a nosotros nos van a obligar a vivir lo más apartado posible del pueblo y nos negarán todo, ¡Porque nadie en Trincheras quiere a las que arruinan el honor de nuestro bello pueblo! —se limpió la lágrima que rodó por su mejilla—, debe estarle dando risa mi reacción ante esta situación. Preocupada por no ser desterrada del pueblo del que usted tanto se mofaba.

   —Señorita Elíza —dijo él con profundo sentimiento, como si deseara poder borrar aquellos errores—, el destierro a este tipo de personas también se ve en la clase alta. Profundamente, como buen católico, desapruebo esta costumbre. ¿No es Dios el único que nos puede juzgar y que aún así nos da otro día para corregir los errores del ayer? —notó que nada de lo que decía la tranqulizaba—. Sé que mi presencia no está siendo útil, por lo que me marcharé para decirle a mi hermana que no la espere. Y, por favor, si necesita mi ayuda de cualquier forma, no dude en escribirme, porque esto también es culpa mía en parte, por guardar toda la verdad.

   Total que en menos de una hora todo estaba preparado, menos la mente de Elíza para afrontarse a lo que venía. 《Ay, Laurita, si no te casas me vas a apartar de la persona con la que creí que podría ser feliz a su lado por siempre. De Juana ni hablar. Ahora sí no se nos van a parar ni las moscas. Tendremos que mudarnos a otro pueblo si sigues en el mismo estira y afloja con Jorge, porque en Trincheras nos van a dejar hacer nada. Pero con que no te hagan daño los de la revuelta. No le hace que nos destierren y quedemos solteronas, con que nos hagas falta en nuestro hogar si tu unión con Jorge fracasa. Ojalá Jorge se hubiera casado con la señorita Murrieta. Si tan sólo hubiera sucedido cuando ya estuviera con... vale más no seguirme atormentando pensando en el hubiera》.

Orgullo y prejuicio: A la mexicanaWhere stories live. Discover now