Capítulo 26

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Erick Carter

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Erick Carter

—Hola jovencito Gracias por el cumplido, pero yo no soy su mamá, yo soy su suegra—sonríe amablemente la señora elegante sentada afuera de la cafetería.

Su suegra.

Tardo un segundo en que todo tenga sentido dentro de mi cabeza.

<<Ángela tiene novio.>>

Busco sus ojos con la mirada para que lo niegue o me dé alguna explicación, pero su expresión no cambia, solo sonríe de manera amable como si no le importara en absoluto haberme visto la cara de pendejo.

—Ah perdón, Ángela una vez comentó que su mamá es rubia y al verlas aquí pensé que era usted, perdóname señora.

—No te preocupes, vernos así hace asumir eso además a Ángela la quiero como a una hija—contesta la elegante señora.

—Bueno ya no las interrumpo, nos vemos luego—digo y me alejo de ahí tan rápido como puedo.

Como no lo supuse antes. Una chica como Ángela es obvio que tiene novio y como estaba con esa señora se ve que se conocen muy bien de hace tiempo. Lo que significa que ya lleva mucho tiempo con su novio.

Pero en las dos semanas que llevo de conocerla nunca la he visto con nadie en el campus solo con sus amigas. Me alegra haber esperado para invitarla a salir, de haberlo hecho ese día en la cafetería hubiera pasado la vergüenza de ser rechazado. Yo que pensaba hacerme su amigo primero para después invitarla a salir y que eventualmente fuéramos novios. Que estúpido de mi parte. Pero hay algo que no encaja, ella también coqueteaba conmigo y sus amigas hasta me preguntaron que si ella me gustaba y cuáles eran mis intenciones. Además, nunca la he visto con nadie, si tuviera novio alguien ya lo hubiera mencionado, como Sebastián con Tamara que, aunque nunca los vea juntos (por el horario de clases y prácticas de mi amigo) la pelinegra dice que está mensajeando con él o les cuanta a sus amigas que tienen una cita.

Me gusta Ángela, me gusta como lucha por no sonrojarse cuando la veo y como pasa su cabello castaño detrás de sus orejas cuando se concentra en algo y como lo vuelve a poner hacia enfrente cuando se da cuenta de que lo hizo. No voy a hacer el muy decente diciendo que no me la he imaginado de otra manera, en especial cuando muerde sus labios o cuando traía la falda de tenis. Ese día se sentó enseguida de mí y su muslo rozaba con el mío. Cuando estamos comiendo se estiró para agarrar un plato empinándose un poco sobre la mesa dándome una vista increíble de su trasero y también acaricio mi brazo con disimulo. Sé que no lo hizo por accidente, sabe lo buena que está la condenada y le gusta jugar con mi cordura, ese día el empalme que tanto que tuve que masturbarme pensando en ella.

Pero no solo es atracción física, también me gusta lo controladora que es, incluso cuando no quiere serlo. Me encanta esa actitud segura y coqueta que me hace pensar la noche y día. Que pueda hacer interesante hasta lo más aburrido y que podamos hablar de cualquier cosa.

Entre besos y engaños. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora