XVIII

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Hola, me pasó por aquí para decir que el siguiente capítulo de esta historia será EL ÚLTIMO 💔

Disfrutad la lectura 🤍
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El festival se forma sobre un amplio camino de piedras rodeado por una espesa arboleda, que tiene como destino la amplia explanada de adoquines desde la que los visitantes y residentes observan los fuegos artificiales al final de la noche. Antes, cuando todavía estaban en la preparatoria, los chicos del club solían pasar los días del festival gastando su dinero y corriendo por todos lados con la misma alegría y energía de siempre; sin temer a un futuro. Hinata peleaba con Kageyama ganándose a su vez una regañina de Daichi. Yachi y Suga compartían algodón de azúcar junto a Noya. Tanaka era el primero en perder toda su mesada en las estúpidas casetas, y Asahi el que terminaba cediéndole parte de su dinero.

Eran un caos, en general.

Y luego estaban Yamaguchi y Tsukishima, casi siempre un por detrás del resto, enfrascados en una conversación, sonriendo o simplemente callados. Hinata se había percatado hace mucho de que en esos ambientes festivos parecían distanciarse de todos y, aunque en un principio le pareció grosero, solo bastó un vistazo rápido una vez años atrás para que cambiara de opinión. Le gustaba ver a esos dos perdidos en su pequeña burbuja, ajenos a su alrededor. Tsukishima y Tadashi siempre habían formado un universo aparte y, mientras los años pasaban, Hinata seguía pensando que pocas veces en la vida se es espectador de uno tan de cerca.

Volviendo al presente, Tsukishima y Yamaguchi, que no se han dirigido ni una sola palabra, han salido del mismo camino que recorrían de jóvenes y se han adentrado un poco entre los árboles, alejándose del bullicio de la fiesta, pero todavía escuchando a la muchedumbre de fondo. Cuando llegan a un lugar más o menos despejado de entre los árboles, ambos quedan uno frente a otro, a una cierta distancia.

La noche no es amable, hace calor y casi parece que se vaya a abalanzar sobre ellos y devorarles hasta no dejar rastro.

Tadashi está mirando hacia otro lado, pensando que el rubio se ve más delgado desde la última vez que se vieron. Y pensando, también, que no imaginó que volvería a verlo tan pronto. No es como si quisiera hacer las cosas más difíciles, pero Yamaguchi no inicia la conversación. Si Tsukishima ha recorrido cada kilómetro que separa Tokio de Miyagi por alguna razón en específico, entonces quería escucharla desde su propia boca.

A esas alturas estaba ya muy cansado de seguir insistiendo.

Tsukishima, en cambio, sí que le está mirando a él. Siente la garganta seca y las piernas flácidas, como si ni siquiera fueran capaces de sostenerle más. Traga saliva. Poco a poco, su vista se está acostumbrando a la oscuridad y, por lo que puede ver, la postura del contrario no parece una muy segura, y seguramente la suya tampoco.

¿Cómo te diriges a alguien a quien literalmente echaste de tu casa hace tres días?

--Siento lo de kenji.

Tan pronto como lo dice desea no haber dicho nada, porque ha sonado a un "siento que kenji haya arruinado tu aparente cita con Terushima" y lo cierto es que le daba igual. Yamaguchi, que ha llevado su mano derecha hacia su brazo izquierdo para acariciarlo (parece nervioso), le enfrenta en cuanto le escucha. Incluso las cadenas de su cuello chocan entre sí cuando se da la vuelta bruscamente y suelta unas palabras que dejan al rubio helado.

--Si eso es lo que tienes que decir, me voy.

Kei abre los ojos viéndole darse la vuelta, dispuesto a volver al festival.

Dispuesto a volver con Yuji.

Sin pensarlo un solo segundo, da un par de zancadas hasta conseguir estirar el brazo y agarrarle sin fuerza de la muñeca tatuada. Yamaguchi, que nunca, en la vida, hubiera esperado esa reacción tan desesperada, ni siquiera se gira a verle. El rubio baja la mirada hasta la muñeca que sostiene. Sus dedos consiguen rodearla sin problemas, y la palma de la mano le arde al contacto, como si fuera la primera vez que sus pieles se encuentran.

I Belong Where You Belong | TsukiyamaWhere stories live. Discover now