XI

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Bokuto es unos centímetros más bajo que Kuroo, y también quien más atención necesita de los dos con creces. Pocas veces a lo largo del mes pueden permitirse amanecer juntos debido a sus trabajos, horarios y viajes y eso ha hecho que cada vez que lo hacen siempre sea de la misma forma: muy pegados. Kuroo abre los ojos con cansancio y pereza, viéndose completamente atrapado entre unos fuertes brazos y piernas. Bokuto se esconde en su pecho y respira como un bebé grande que necesita, como mínimo, catorce horas de sueño.

La noche anterior le dio un masaje para relajar sus músculos después del entrenamiento de la tarde, pero acabaron ocupados en otra "cosa" y, claro, ahora ninguno de los dos tenía fuerzas para siquiera salir de la cama porque sus cuerpos se sentían muy pesados. Se libra un poco de su agarre para abrazarle de vuelta, dejando un beso en su cabeza y después en su frente para ir bajando hasta llegar a sus labios, de donde pasa a la mejilla. Muerde sin fuerza haciendo que el bicolor se queje y se remueva en el sitio, abriendo los ojos y sonriendo en el momento en el que se topa con su mirada.

Bokuto siempre sonríe cuando le mira.

Kuroo nunca se ha considera alguien especialmente romántico, pero a veces no se sentía merecedor de ser mirado de aquella forma por unos ojos tan puros. Nunca se ha considerado alguien romántico, sí, pero desde que comenzaron a salir (puede que antes) se ha dado cuenta de que sí es alguien que siente con demasiada intensidad. Y se ha dado cuenta también de que le gustaría tatuarse esos ojos dorados en la memoria para acordarse de ellos con todo lujo de detalles cuando esté solo en Nueva York o Italia, alejado de ellos y de su dueño. Alejado de ellos y de sus manos, que ahora pasean por su vientre haciéndole cosquillas y le ponen la piel de gallina. Bokuto sonríe como un niño travieso cuando esconde el rostro en su cuello, mordiendo sin dejar marca (porque con las camisas es imposible esconder cualquiera) y enredando sus piernas en un juego matutino muy común entre ambos.

--¿No estás cansado? --pregunta con una sonrisa, con la voz aún ronca por ser sus primeras palabras del día.

Bokuto levanta la cabeza y le mira frunciendo el ceño. El pelo le cae hacia abajo como pocas veces y tiene esa expresión tan natural que le encanta.

--Nunca estoy cansado para darte mimos --sentencia muy serio.

Eso ha conseguido arrancarle una ligera risa. Con su antebrazo tapa parte de su rostro por inercia, notando cómo el calor se amontona en sus mejillas por tan inesperada respuesta. Bokuto vuelve al ataque y le abraza fuertemente, respirando contra su piel y dejando besos por todos lados. Kuroo tampoco se ha considerado nunca alguien vergonzoso, pero cuando te topas con una persona tan directa y natural a veces sale a relucir una parte de él que pocas veces se ha visto.

--Algún día conseguirás subirme el azúcar.

Después de eso ruedan por la cama un rato más compartiendo unas cuantas caricias y algún que otro beso. Cuando ya ha pasado media hora deciden que deberían salir de la cama. Es demasiado tarde para salir a correr (aunque todavía son las ocho de la mañana), por lo que acuerdan con una mirada ducharse juntos y así lo hacen.

Tras una guerra con las toallas y el jabón, por fin preparan juntos el desayuno y se sientan en la cocina. Bokuto tiene todavía una toalla sobre sus húmedos cabellos cuando se lleva la primera tostada a la boca y Kuroo sonríe apoyado en la encimera probando el café. Pronto lo deja de lado y se sitúa detrás de su novio, poniendo sus manos sobre la blanca toalla para secarle el pelo mientras él sigue comiendo encantado por la atención prestada.

Kuroo nunca se hubiera imaginado a sí mismo siendo tan atento con alguien.

--¿Cómo crees que les irá a Tsukki-bro y Yams?

I Belong Where You Belong | TsukiyamaWhere stories live. Discover now