III

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Hablar es importante. Es decir, no es que Yamaguchi no lo supiera ya, pero se lo tiene que repetir varias veces antes de salir con algo lo suficientemente bueno para mantener una conversación con Tsukishima (y más ahora que se tratan casi como dos desconocidos).

Los dos se encuentran en la cocina en ese momento. Hasta hace unos segundos hablaban sobre quién fregaría los platos y han terminado acordando que Tadashi iría al día siguiente a hacer la compra. La situación ya de por sí algo incómoda ha estallado cuando se han quedado en silencio y el más alto ha abierto el grifo, mientras Tadashi se ha quedado como un pasmarote en medio de la cocina, sin hacer nada, solo viéndole fregar. Algo aburrido se sienta en la isla de la cocina (aunque no está seguro de si a Tsukishima le hará mucha gracias que lo haga) y balancea los pies mirando la espalda del mayor. La camisa blanca hace que se le marquen algunos músculos de la espalda cuando estira el brazo y dirige los ojos hasta su nuca, pensando en que ojalá pudiera meterse dentro de su cabeza para saber lo que piensa.

Siempre han sabido compartir silencios, pero esto se le está yendo de las manos porque Yamaguchi ahora piensa más en lo que le dirá y Tsukishima no lleva sus auriculares para evadirse del mundo. A lo mejor era una tontería sin importancia, piensa, pero recuerda que los seguía usando la última vez que se vieron. Ha estado tan ajetreado que no se ha dado cuenta de ese cambio. Cuando el rubio mira por encima de su hombro para saber si él sigue en la cocina, la pregunta escapa de sus labios producto de sus nervios porque, bueno, es probable que lleve en silencio observando su espalda alrededor de cinco minutos.

Qué vergüenza.

--¿Y tus cascos?

La cocina es tan blanca como el resto de la casa. Mientras Tsukishima parece meditar la respuesta se le hace un sitio grande, muy grande. Toda la casa debe de parecer inmensa cuando se encuentra solo. No es que no le guste (ya el primer día dejó claro su asombro) pero si tuviera que definirla y solo pudiera usar un adjetivo, diría que parece siempre vacía. No hay muchas fotos más allá de la que adorna la entrada y es una de Akiteru y Kei de hace bastantes años. La decoración es bonita, no muy presuntuosa. Todo parece puesto a conciencia. Tadashi no es que sepa mucho de decoración (él mismo admite que, probablemente, ni siquiera tenga buen gusto para muchas cosas), pero si pudiera cambiaría algunas cosas.

Tsukishima carraspea, trayéndole de vuelta a la realidad donde él no tiene ni poder ni control sobre absolutamente nada de la vida del contrario.

--Se rompieron hace tiempo -es lo único que dice sin mirarle.

Tadashi asiente, aunque no le vaya a ver hacerlo y, solo por si las moscas, dirige su atención sus propios pantalones rotos, que delatan las pecas de sus piernas, para juguetear con un hilillo de los mismos. No se arriesgaría a que le pillara de nuevo mirándole sin que se diera cuenta, todavía le duraba el sonrojo de antes.

Es extraño (y puede que a la vez no tanto) pero ahora que su estómago se retuerce entre nervios y algunos "deja de quedar en ridículo, Yamaguchi", es consciente del tiempo que hacía que ese lado más inseguro y tímido no se le escapaba por los poros de su piel en contra de su voluntad.

--No te los quitabas desde que te los habían regalado cuando eras pequeño, es una pena --admite. Incluso él se siente algo triste por esa tontería, porque prácticamente cuando le conoció ya los llevaba puestos-- ¿Llevas mucho tiempo sin ellos?

Es solo un segundo en el que vuelve su mirada a él. El más alto parece dudar la respuesta un tiempo.

--Desde la ceremonia para antiguos alumnos de Karasuno.

Yamaguchi tiembla. Y tiembla de verdad. Le sacude un vértigo desde la punta de los dedos de los pies hasta los dedos de las manos y se le revuelve la cena que ha comido hace un rato. Se queda helado en el sitio, mordiendo su labio inferior. Y tan pronto como el vértigo le abandona, lo nota. Le arde el cuerpo como nunca y solo cruza las piernas en un absurdo intento de no dejar ver lo nervioso que esa simple mención le ha provocado.

I Belong Where You Belong | TsukiyamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora