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Es sorprendente que no se haya contagiado del aparente resfriado, pero Yamaguchi no cuestionaría su suerte.

Después de almorzar, Tadasi le ha avisado de la llamada y Tsukishima se ha dirigido de nuevo a su cama. Hace aproximadamente una media hora (cuando se ha asomado para ver cómo se encontraba) ha visto que tenía el portátil en el regazo, por lo que supuso que ya habría arreglado lo que tuviera que hacer. Como ha estado vigilando su estado ha podido disimular las miradas a ese tablón lleno de fotos que tiene en su cuarto. Ha sido capaz de distinguir algunas fotos del antiguo equipo de voleibol, así como algunas más con su hermano y su madre. Poco más.

No había ninguna foto de ellos dos juntos.

Por la tarde, cuando el rubio ya ha dejado de lado el portátil, ha tenido algunos mareos algo feos. Una vez que se le han pasado se ha quedado completamente dormido de nuevo y Yamaguchi se ha quedado a su lado por si la fiebre aparecía de nuevo. Y también porque Tsukishima había atrapado su mano desde debajo de las sábanas y no tenía ninguna aparente intención de dejarle ir en algún momento. La mano de Tsukki sigue siendo más grande que la suya. Debajo de las sábanas Yamaguchi siente un calor parecido a la luz del sol que acaricia la piel en pleno verano.

Ya no es solo una faceta de vulnerabilidad, Yamaguchi se está poniendo triste por todo ese afecto que le está mostrando el mayor estando enfermo. ¿Cuántas situaciones similares habría pasado en solitario para comportarse de esa forma? ¿Qué tan solitario se habría sentido en esos momentos? No puede evitar no acercarse a él y retirarle el pelo de la frente con su mano libre con cariño, viendo cómo el más alto inclina la cabeza inconscientemente hacia él para que continúe con el tacto. Sabe que no está dormido del todo porque su mano está siendo apretada, y eso lo hace todo mucho más difícil.

Cuando parece que ya ha mejorado un poco, Yamaguchi vuelve al salón para preparar la presentación de su reunión del día siguiente. Mientras, escucha que Tsukishima se dirige al baño para ducharse, aprovechando que tiene algo más de fuerza.

Durante el tiempo a solas piensa que es hasta gracioso que no haya tenido que hacer absolutamente nada y que, a lo largo del, día haya sido el propio Kei el que ha buscado su cercanía. Tampoco se iba a quejar. Han hablado muy poco ese día, pero han estado más cerca que los anteriores. Al final, piensa Yamaguchi, a Tsukishima siempre se le han dado mejor los silencios que las palabras y eso es algo que él, por mucho que quiera, no puede cambiar.

Manifestar nuestros deseos en voz alta es darles vida y es muy difícil arrebatársela después.

Una hora más tarde, como no puede estarse quieto (ni tampoco es que quiera), Yamaguchi se levanta para preparar algo de té para los dos. Kei se ha encerrado en su despacho hace poco más de media hora, por ello es que lleva su taza hasta la última habitación del pasillo.

Tadashi llama un par de veces a la puerta sin recibir respuesta, por lo que entra disculpándose por la intromisión. El sitio está muy ordenado, aunque se distingue un poco más de caos que en el resto de la casa: el típico desorden de un lugar de trabajo. Tsukishima está en el centro de la habitación, tecleando algo mientras mueve el pie al son de la música que escucha en sus airpods. Se acerca a él despacio y, solo para por comprobar algo, deja la taza en la mesa acercándose desde atrás. Es decir, desde detrás del mayor se inclina hacia adelante apareciendo en su campo de visión de la nada y haciendo que el hombro del rubio choque contra su pecho. Ni siquiera es un toque muy alargado, pero Yamaguchi nota el calor del cuerpo contrario como un fuego capaz de calcinarle en un abrir y cerrar de ojos.

Con una mano apoyada en el respaldo de la silla y aún inclinado a su lado, retira uno de los auriculares.

--He hecho algo de té para los dos, pero no sabía si tenías muchas cosas que hacer, así que te lo he traído --le dice, señalando la mesa con la mirada.

I Belong Where You Belong | TsukiyamaWhere stories live. Discover now