IX

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La voz de Juwon suena diferente después de haber estado dos semanas sin escucharle. Lo cierto es que su jefe tiene una de esas voces amables que se agradecen en alguien de su posición. Además, como apenas roza todavía los cincuenta años, la relación con sus trabajadores es cercana en cierta forma. Yamaguchi se ha sentido en aquel trabajo como no hubiera pensado que podría sentirse nunca, sabe que ha tenido suerte. Lo primero que ha hecho al despertarse ha sido llamarle para comentarle los avances. Está sentado en la cama, con el móvil pegado en su oreja y mirando las fotos del lugar que visitó el día anterior con Bokuto. Le duele un poco la cabeza porque se pasó bebiendo, pero ha madrugado igualmente (ni siquiera sabe cómo lo ha hecho). Seguramente el mayor habría notado que estaba algo dormido todavía.

Su jefe carraspea un par de veces al otro lado de la línea, llamando su atención. Su perfecto coreano se hace presente y Yamaguchi tiene que prestar atención para no perderse en lo que dice (todavía le cuesta un poco entender el idioma).

--¿Y es un buen sitio? --le pregunta sin rodeos.

Se lo imagina sentado en el despacho de su casa, con los cientos de documentos que siempre descansan sobre su mesa y todo vuelto un caos ordenado. Caos porque parece como si todos los papeles hubieran escapado de los cajones; ordenado porque, bueno, esa era la forma en la que Juwon solía organizarse mejor.

--De los que he visto es el que más se acerca a lo que queríamos --admite él al poco rato, tumbándose de nuevo en la cama. Un suspiro escapa de sus labios y al momento se arrepiente de haberlo hecho.

--Aprecio que estés haciendo esto durante tus vacaciones, Yamaguchi --continúa diciendo su jefe--, pero has vuelto a Japón para descansar.

"Descansar" es precisamente lo único que no ha hecho. Cuando volvió a Japón pasó unos días con su madre en la casa de sus abuelos, pero a la semana siguiente ya estaba muchos kilómetros alejado de allí (concretamente en Tokio, en la puerta de Tsukishima). Debe de haber sonado cansado para que el propio CEO le hable así, pero no puede admitir que en realidad no está haciendo eso por la empresa, sino para tener una excusa para poder seguir junto a Kei un poco más.

Dentro de poco hará un año desde que se mudó a Corea tras aceptar su actual trabajo, pero es probable que Kei todavía no lo sepa y siga creyendo que está estancado en Miyagi. Tsukishima nunca le pregunta nada sobre su vida personal: o prefiere no saber nada o cree conocerla lo suficiente como para no meterse en ella.

Pensar en el beso de la noche anterior, en los ojos de Tsukishima y en cómo acarició su mejilla le hace fruncir el ceño. Si Kei espabilara un poco y se interesara en él podría ver que todo lo que hace es por ellos, no solo por sí mismo. Lo hace porque el tiempo se les acaba, puesto que Tadashi tiene planeado volver Corea poco tiempo y, por el momento, no tiene intención de volver a Japón de nuevo. Y también porque la única razón para estar en su piso es zanjar ese tema pendiente entre ambos, pero no parece que el rubio esté dispuesto a hacer las cosas sencillas.

Qué rabia.

--No se preocupe, no lo considero un trabajo en sí. Lo hago porque quiero.

Al otro lado de la línea el mayor suspira. No le ha creído, pero no piensa decirle nada. No suele meterse en asuntos ajenos, ni tampoco cree que decirle algo a Yamaguchi vaya a hacerle cambiar de opinión. Al menos sabe que todo lo que está haciendo en la ciudad lo hace con profesionalidad y le está ahorrando mucho trabajo y, lo más importante, mucho tiempo.

--¿Cuándo dices que te reunirás con los inversores?

--A lo largo de esta semana. Todos parecieron de acuerdo, pero al señor Kimura no le hacía mucha gracia reunirse conmigo en vez de con usted. Cambió de opinión al enterarse de que soy su mano derecha.

I Belong Where You Belong | TsukiyamaWhere stories live. Discover now