CAPÍTULO 23: "Sinceridad"

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Dai...

Una voz de fondo. No se trataba de una cualquiera.
Una vez más...

El ruido blanco se hacía presente en su mente. Retornando a su cuerpo como un vil demonio hambriento, en busca de un alma desorientada.

Dai...

¿Pero quién lo llamaba en un tono tan dulce y melifluo? ¿Podría siquiera ponerle un nombre?
No lo necesitaba. Ya poseía uno.

Dai, mi vida...

Esa persona acariciaba a Shikadai con delicadeza. Conocía cada punto débil de ese muchacho que estaba devastado por tantas intrigas y mentiras a su alrededor.

—¿Quién...? —abrió apenas los ojos y murmuró.

La luz le molestaba al principio. Debía acostumbrarse...

—¡¡Mi vida!! —sintió una suave mano en su mejilla, tan cálida como el sol en un día frío de otoño.

Shikadai trataba de controlar la pesadez de sus párpados, pero le costaba hacerlo.
Sin embargo, quería que su cuerpo respondiera tal como lo deseaba.

—No te preocupes, Dai—su modo de hablar era único. Lo relajaba y despertaba un sentimiento inefable.

Shikadai giró levemente su rostro y se topó con una mirada de orbes aguamarina semejantes a los suyos.
El contorno de los ojos de aquella mujer denotaba la alegría ante el inesperado encuentro. Estaban ligeramente inflamados y con un sutil color rojo que invadía los espacios blanquecinos.

El joven Nara miró a su alrededor y notó que estaban en un lugar completamente desconocido.
Los rayos de sol impactaban en su rostro.

Se sentó y observó con detenimiento.

Ambos estaban junto a un gran árbol y el sitio se asemejaba al jardín de su tío Gaara.
Se podía apreciar una infinidad de flores de diversos colores, los aromas se mezclaban entre sí y penetraba el olfato de sus visitantes.

Los colibríes lo sobrevolaban, aportando la belleza necesaria para una postal de jardinería.

A escasos metros, la mujer que lo llamaba le acariciaba el cabello con ternura y lentitud.
Shikadai sintió un fuerte dolor en su pecho y la angustia estaba a flor de piel, desgarrando sin culpa cada rincón de su delicado cuerpo. Él reconocía esos dedos y sus sutiles movimientos.

El Nara se lanzó a los brazos de la mujer y la abrazó con todas sus fuerzas. Ella besó su frente y comenzó a tararear una vieja canción de cuna,logrando calmar el espíritu del muchacho.

—Mamá... —exclamó entre sollozos—Yo...

—Shhh... —susurró y recorrió el contorno del rostro con su dedo índice— No es momento de que te culpes por nada, Dai.

El moreno no comprendía la situación. Estaba desbordado y las emociones lo habían llevado a un estado completo de ira y locura.

Sin embargo, el calor y la comprensión de Temari lo reconstruía. Necesitaba su presencia.
Ella estaba allí junto a él.

—A veces pienso que debí ser una mejor madre para ti—exclamaba Temari, en un tono diferente al que conocía Shikadai. Ella parecía preocupada y angustiada.

Quizás sea la culpa o la desesperación, pero Shikadai no lograba quedarse en paz si no hacía algo por sus seres queridos.

—Yo soy quién piensa que, a veces, debo actuar con prudencia—Shikadai se culpaba a sí mismo por las ocasiones en las que metió en problemas a Sarada.

Prófugos~ShikaSara (FINALIZADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora