CAPÍTULO 2: "Tus Ojos Nunca Mentirán..."

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Condena. Esa es la primer palabra que viene a su mente.

La justicia tan injusta… ¡Qué paradoja!

Ella seguía contando los días de una condena con principio y sin fin.

Las frías y duras palabras del juez, un verdugo con máscara de noble, determinaron su nuevo destino.

—Cadena perpetua a cumplir a partir de este momento…

Recordaba  a sus padres que, pese a estar separados, allí estaban. Las lágrimas de su madre, implorando misericordia y la ira de su padre, reprimida en ese mismo momento. Lo detenían para que él no se acercara a ella. O eso era lo que podía notar.
Sentía que gritaba con desesperación, mientras intentaba zafarse de los policías.

Las esposas lastimaban sus muñecas, pero más lo hacían las acusaciones en su contra.

En ese momento, Boruto había sucumbido en sus brazos, diciéndole con un hilo de voz: —Te amo, Sarada.

Al recordarlo, las lágrimas volvían a brotar. Ella no tenía fuerzas ni voluntad.

Todo había muerto en ese momento.

                       [...]

Tiempo después...

Habían pasado dos años de aquella noche. En su celda llevaba la cuenta exacta de la cantidad de días.

Lo único que la mantenía viva eran sus últimas palabras.

Sólo anhelaba salir de allí  y encontrar al culpable.
Al verdadero culpable de la muerte de Boruto.

—Es hora de almorzar—gritó una de las guardias mientras golpeaba las rejas de las celdas con su cachiporra.

Ese momento era el único en el que podía despejarse. Ya que era verano, les permitían salir al patio. Después de todo, sus horas laborales matutinas allí tenían su recompensa. El paisaje quedaba cada vez más bonito.

Llevó mi vianda hasta un pequeño árbol y se sentó contra él. Escuchaba el murmullo constante de las reas que circulaban por allí.

Comenzó a comer y a pensar: <<¿Por qué debía sucederme esto?>>

—¡Ey! —una voz áspera la sacó de sus cavilaciones. Rodó los ojos—¿Qué haces en mi árbol?

Ese tono de voz que raspaba la mente y la piel, una que ella rogaba no oír en ese instante…

—Pues estaba libre. Lo siento, Tsubaki—dio el último bocado.

Y cuando dijo que era el último, no es porque había acabado, sino que fue brutalmente interrumpida.

—¿Y osas a hablarme con esa altanería? —sus pasos se acercaban a ella cada vez más y la levantó del suelo, sujetando su chaqueta.

El humo de su cigarrillo barato penetraba sus fosas nasales e irritaba aún más su humor.

—Sólo digo lo que creo y nada más— ya no le importaba absolutamente nada.

Todos los días eran iguales. La misma rutina aburrida y dolorosa.

—Perra, ya verás… 

La dejó caer y luego la sujetó con fuerza del cabello. Comenzó a arrastrarla por la tierra, llevándola hasta el centro del patio. Las demás reían o simplemente no se involucraban. El regocijo y la indiferencia era parte de su vida en la cárcel.

Golpeó su cabeza contra el suelo y comenzó a patearle el rostro.

—¡Hazle pagar por su soberbia, Tsubaki! —gritaban las estúpidas de su grupo.

Prófugos~ShikaSara (FINALIZADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora