Y eso hizo, se encontraban a las afueras de la ciudad, caminaron cerca de quince minutos a una de las propiedades de los Montorfani, el mejor escondite ya que nadie solía ir ahí.

¿Por qué?

El lugar apestaba a sangre seca, animales muertos y amoniaco, el puro aroma lagrimeaba los ojos de cualquiera que entrara. Lorenzo tuvo que cubrirse la nariz con su ante brazo, a Mu Qing no le importó.

Sin mucho cuidado, el pelirrojo encendió las luces del sótano, y Pazzo La Porta, y Laeticia Pavan, entrecerraron los ojos intentando acostumbrarse a la luz.

Mu Qing probablemente no lo admitiría en voz alta, pero disfrutó del miedo que apareció en ambos rostros al verle, como si ambos supieran que aquella sería la última vez que lo vieran.

El platinado lanzó la navaja de su bolsillo hacia Pazzo sin realmente importarle donde caería, para fortuna del último mencionado se enterró en su brazo, y aunque el terror se reflejaba en su rostro, no se movió.

"Saca a Laeticia" -Después de una ligera pausa y que elevara su cabello en un alto moño, continuó-. "La mataré a ella primero"

Lorenzo no estaba del todo seguro, incluso miró a su mejor amigo con duda, pero el platinado solo asintió, como si se tratara de ir al supermercado.

"¿Estás seguro?"

"Ambos mataron a il mio sposo, y a Carlo, por una enferma obsesión que no puedo seguir tolerando, y tu tampoco deberías, via il dente, via il dolore*"

"¿Massimo?"

"Solo de-"

"Pazzo tiene una deuda de sangre conmigo" -El platinado lo miró como si analizar la situación, pero terminó asintiendo, ambos llegando al acuerdo que esperaría a que Laeticia ya no fuera una molestia-.

Laeticia murió después de casi desangrarse en el jardín y ahogada en el bebedero de las cabras cercanas. Lorenzo tuvo que confirmarle a Mu Qing que aquellas eran de su familia, y que nadie cercano vivía ahí.

Pazzo La Porta, murió media hora después, después de que Massimo La Porta lo golpeara hasta que sus propios nudillos sangraron, siendo seguido por Lorenzo, que aunque apenas si respiraba el otro, no se atrevió a matarlo, Mu Qing cortó sus genitales escuchando un grito desgarrador por parte de este, y disparándole a la cabeza después de que se desmayara del dolor.

Al parecer todo había terminado.

Mu Qing abrazó a su mejor amigo como jamás lo había hecho, y le prometió que estaría bien, le pidió que se cuidara, y si Lorenzo recordaba bien, aquella era la primera vez que le decía que lo amaba, el pelirrojo no notó nada extraño, tal vez se debía al duelo que estaba pasando en ese momento, así que lo dejó ir, con la oscuridad de la noche cubriéndolos a ambos, mientras Lorenzo entraba a su auto, y Massimo al largo túnel de vuelta a su hogar.





El platinado se tiró de rodillas apenas entró a su habitación. El dolor que sentía en ese momento era desgarrador, quemaba todo por dentro, y dolía por completo, tanto, que ni siquiera tuvo la fuerza para seguir en pie, la venganza era lo que lo mantenía de pie, pero ahora que había vengado al amor de su vida, la vida misma había perdido sentido.

Todo alrededor de él eran pitidos, aún así, se puso de pie, y redactó una carta para su familia, una para cada miembro de esta, y una para Lorenzo de igual forma, aunque él murió en el momento que vio al castaño sin vida, su familia debía seguir sin él.

Aunque lloró un poco mientras redactaba estas, se calmó lo suficiente para dejar la carta perfectamente doblada dentro del sobre de papel que Feng Xin usó alguna vez para enviarle una a él. Mu Qing sentía que les estaba dejado una parte suya y una del pelinegro, y después de eso, tomó una ducha para quitar la sangre de los contrarios, vistiéndose después con su ropa favorita, y colocándose los aretes que le dio Feng Xin en su último aniversario.

SAVAGES (𝐅𝐞𝐧𝐠𝐪𝐢𝐧𝐠)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora