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—Miranda... —murmuró.

Su voz sonaba quebrada, apenas reconocible después de tanto tiempo atrapado en un lugar al que jamás había pertenecido.

Hunter sudaba demasiado, no sabía si era por el esfuerzo o por el calor que llenaba en el anfiteatro, lo cierto era que su cabello se adhería a su frente y su pecho subía y bajaba, tratando de recuperar el aliento luego de ser el participante de aquella extraña escena.

—Miranda, soy yo.

Hunter avanzó con lentitud en mí dirección.

Tuve que retroceder, porque no estaba segura si era él realmente o fingía para llamar mi atención.

—¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar?

El Wyser intercambió varias miradas, perplejo.

—¿Qué te ha hecho el tonto de tu padre? —refunfuñó.

Le quitó la maldad que había en él.

Alejó la sombra instalada en su corazón.

Y le devolvió la vida, aunque fuese por un solo instante.

El Wyser volteó a ver al demonio, preocupado.

—¿Qué haremos, mi señor? —preguntó—. ¡Él ya no nos sirve de nada!

Qil chanim ri —respondió Kin-raa.

Antes de que pudiese reaccionar, un hombre de aspecto cansado se abrió paso entre gritos a través de los restos destrozados del salón, blandiendo una espada.

Se impulsó en el aire de un salto, usando un bloque de muro derribado, para atravesar al demonio con la punta afilada del arma, pero en un movimiento rápido, el demonio no dejó que él efectuara el golpe.

Desapareció de su lugar, sin dar señales de estar en alguna parte.

El hombre abrió los ojos, estupefacto, tratando de no perder el equilibrio estando en el aire. Sin embargo, cayó bruscamente y aun así se puso en pie, realizando una maniobra en el suelo, sin soltar la espada.

Contuve el aliento, sin moverme ni parpadear, siquiera.

El desconocido nos dio la espalda, tratando de protegernos, aparentemente.

—Sé quién eres —aseguró el Wyser, apretando los dientes.

—He venido a vengar a mis padres —siseó el hombre.

—Recuerdo muy bien cuando me pidió que lo convirtiera, ofreciendo el alma de su esposa como ofrenda —comentó el Gran Maestro—. Gritó mucho cuando el fuego quemó aquello que lo volvía humano. Una pena que no haya soportado el poder que le di.

—¡Murió por tu culpa! —concluyó el hombre.

—¿Qué está pasando? —dijo Hunter en voz baja—. ¿Quiénes son ellos?

Negué con la cabeza, reteniendo las palabras que deseaban con muchas fuerzas salir de mi boca entumecida.

Traté de relajar mi cuerpo, pero no podía controlar las sacudidas nerviosas que iban y venía. El miedo se aferraba a mí como un nuevo aliado. No podía pensar en otra cosa que no fuese el rostro del demonio, los gritos de las personas, la sangre de mis padres... todo me tenía aturdida.

Unos segundos de completa consternación tuvieron que pasar, antes de que un grupo de los Guardianes nos rodearan, algunos sosteniendo espadas y otros deseando conjurar.

—Su vanidad terminó por matarlo, de hecho —respondió el Wyser—. Así como tú dejaste morir a estas personas, creyendo que nos detendrías. ¿Qué harás, Ben? Tu ridículo grupo de Dwaal fracasó en esta lucha y ahora está hecho polvo —desplazó la mirada a su alrededor, disfrutando hundir la esperanza del hombre—. Si te largas ahora mismo, consideraré perdonarte la vida.

La asíntota del mal [#1] - ✔Where stories live. Discover now