Hanna cayó en cuenta de sus palabras y se sonrojó.

—No quise decir eso, yo...

—Fui yo la que te obligó —concluí, sonriendo de lado—. Sabía que no querías, pero te insistí. Perdóname, Hanna.

Mis pies racionaron primero, me aproximé a ella y la abracé.

(No podemos esperar).

(No podemos esperar).

(No podemos esperar).

(No podemos esperar).

Las voces se unieron en una sola y se alzaron hasta alcanzar el interruptor que activó la explosión en mi mente.

Rodeé a Hanna con fuerza y ella gimió de dolor.

—¡Ay!

Ella me soltó y me miró, su rostro convertido en mueca de desagrado.

—Lo siento, no pretendía... —empecé a decir.

—No importa. Tengo que irme —me cortó ella, de manera indiferente—. No soporto estar aquí.

Asentí con la cabeza, mortificada.

—Está bien. Te hablaré luego.

—Adiós, Miranda.

—Ten mucho cuidado, Hanna.

Ambas salimos por la puerta y luego de un gesto rápido de despedida, ella finalmente se alejó; me quedé viendo su figura desplazarse del otro lado de los ventanales que cubrían la parte frontal del restaurante chino.

Mientras me dirigía de nuevo a nuestra mesa, no dejaba de mirar a Hunter con el ceño fruncido.

—Hunter Armentrout, es la última vez que voy a permitir que ofendas a mi mejor amiga de esa manera —mi amenazar en verdad era poderosa—. Si quieres romper conmigo en el último año del bachillerato, solo dilo de una buena vez.

Él palideció al instante.

—No, Miranda, no es eso. Es solo que...

—¿Qué te ha hecho Hanna? ¡Ella es mi mejor amiga, mejor dicho mi hermana!

Hunter se levantó de su lugar y se acercó a mí; había miedo en sus ojos.

Sus labios temblaban ligeramente.

—Miranda, lo siento. Yo no quería...

—Te disculparás con ella, no conmigo —lo interrumpí. Me crucé de brazos, sin esperar respuesta o una excusa.

—Creí que tú...

—No siempre alguien tiene que dar la cara por ti, ¿sabes?

—Miranda...

—¿Qué es esto? —pregunté, viendo una pequeña bandeja encima de la mesa.

—Galletas de la suerte.

Era cierto. Sin embargo, noté que solo había dos en el recipiente de plástico. No me pareció raro, ya que Hanna se había ido hacía un par de minutos. Podía ver parte del papel que supuestamente contenía nuestra suerte sobresaliendo de las esquinas de las galletas.

—Ah, claro —tomé mi abrigo, también el resto de mis cosas y me levanté—. Si no solucionas esto, te olvidas de todo y de mí, también —sentencié, mientras me alejaba.

—¿No te llevarás tu galleta?

—¡Al diablo con la galleta! —mascullé, mi voz sonaba enardecida.

Así pues, empecé a alejarme.

—¡Miranda, no te vayas! —decía, pero no le presté atención.

El ruido del exterior casi me aplastó, aun así, caminé lo más rápido que pude para perder de vista a Hunter. A medida que caminaba, el murmullo en mi mente incrementaba gradualmente.

(Ven con nosotros, Miranda).

Una pareja pasó a mi lado y me pareció que ellos me hablaban en la mente.

(Ya es hora).

Escuchaba que mi teléfono emitía vibraciones y supuse que era Hunter, realizando llamadas o probablemente mandándome mensajes.

Apreté los dientes y seguí andando.

(Sabemos qué hacer contigo).

Imploré que se callaran, porque no los soportaba.

Al llegar a casa, mamá quiso saber el porqué de mi mal humor. Sospeché que se notaba en mi expresión, pero, le respondí que se debía al cansancio. Ella no quiso indagar más, por lo que me dejó subir a mi habitación sin hacer otra pregunta.

Ya en mi propio espacio, dejé las encuestas encima de mi mesa, junto al reloj de arena que me regaló Hunter y suspiré, resignada y abatida.

Revisé mi teléfono y efectivamente, se trataba de Hunter y sus llamadas y mensajes que había realizado durante mi trayectoria. Sin embargo, los ignoré y decidí llamar a Hanna para saber cómo estaba.

—Me tomé un par de pastillas, pero todavía no han surtido efecto —me explicó.

Su voz sonaba fatigada, más bien ella estaba fatigada.

No tenía planeado prolongar su cansancio.

—Deberías tratar de dormir —le sugerí, mientras tomaba mi abrigo y rebuscaba restos de basura en los bolsillos—. No olvides seguir tomando tu medicina.

—Claro. Gracias, Miranda.

—Hasta pronto, Hanna.

Finalicé la llamada y traté de dormir, deseando que nada perturbara mi descanso.

La asíntota del mal [#1] - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora