Abrir la puerta es sellar su ida, dejar paso a un nuevo final en su historia que a la vez es otro comienzo. Otro comienzo más. Con lo mucho que los odia y lo cansado que los enfrenta siempre.

Y delante suya, como era obvio, un largo pasillo.

Afianzando el agarre de su maleta cierra la puerta a sus espaldas, andando decidido hasta el ascensor. La primera vez que llegó le pareció una distancia mucho más larga, pero ahora solo le bastan un par de pasos para estar pulsando el botón. Seguir adelante siempre ha sido algo que se la ha dado bien; lo difícil es dejar de arrastrar a sus espaldas el pasado. Y el pasillo gris (como un camino hacia las puertas de un mundo paralelo en el que ha visto sumergido esas últimas semanas) se queda atrás mientras él avanza, como siempre, un poco más rápido de lo que debería pero menos completo a esas alturas. Como un intento de consolación se dice que todavía le quedaban un par de horas de viaje una vez que llegara a la estación en las que podría ordenar sus pensamientos.

Durante el trayecto en tren de vuelta a Miyagi se prohíbe soltar una sola lágrima.

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Si Tsukishima cede, aunque sea un poco, estará perdido, así que opta por clavar las uñas en el suelo notando como se le cuela la tierra debajo de las mismas. El ardor de sus yemas y el rastro rojizo que ha ido dejando en el suelo le confirman que sus esfuerzos por no ser arrastrado están siendo en vano y que, poco a poco, lo que sea que tire de sus piernas es más fuerte. Kei nota cientos de manos tirando de él y que sus uñas se están rompiendo por el esfuerzo que hace de intentar mantenerse en el lugar.

Yamaguchi está justo a unos metros delante suya, mirando hacia su costado muy serio, como si no existiera. Siempre que la pesadilla comienza (porque sabe que está en un sueño que ya ha tenido varias veces) Tadashi siempre se aparece ante él como un niño llorando, justo tal y como Kei le había conocido años atrás. Después, Yamaguchi aparecía frente a él vistiendo su primer uniforme de Karasuno. Para ese momento Tsukishima ya estaba escuchando una risa detrás suya y antes de que se girara ya estaba cayendo de boca contra algo duro que supone debe ser el suelo.

No hay cielo alguno, ni tampoco podría decir que hubiera un suelo a pesar de que note la tierra con las palmas de sus manos. Detrás suya siempre hay un vacío completamente negro y, delante de él, Yamaguchi se mantiene en pie en un fondo blanco. Las manos que tiran de él para llevarle a esa oscuridad indefinida siempre consiguen alcanzarle hasta mitad de su cuerpo, justo cuando Yamaguchi ha dejado de vestir ese uniforme de Karasuno y viste el traje que llevó a la fiesta de antiguos alumnos, donde se vieron después de haber perdido el contacto en la universidad.

Normalmente, a esas alturas del sueño Tsukishima ya se habría se despertado sudando.

Ahora, en cambio, está notando que las manos han pasado el límite que suelen tener y que alcanzan su abdomen con una rapidez que le hace entrar en pánico. Tsukishima levanta le mirada un poco desesperado, topándose con que en el tiempo que ha mirado hacia atrás para comprobar si esa oscuridad que intenta tragarle estaba demasiado cerca, Yamaguchi ha vuelto a cambiar su aspecto y ahora tiene de nuevo su pelo teñido y los tatuajes asomando por las mangas de la camisa. Estar de nuevo ante esa imagen que lleva viendo las últimas semanas hace que se tranquilice y que intente hacer lo que nunca había hecho desde que comenzó con las pesadillas: hablar.

Como era de esperarse, al principio no sale voz alguna cuando separa los labios y hace el esfuerzo, pero tras tomar una bocanada de aire y afianzar más las manos al suelo (notando como esas manos llegan hasta sus hombros) una voz que ni siquiera reconoce como suya llama la atención del otro chico.

--¿Yamaguchi? --el nombrado se asusta al escuchar su nombre, y mira hacia todos lados buscándole (lo que a kei le parece estúpido dado que en el sueño solo están ellos dos) hasta dar con él --. ¿Podrías... ayudarme?

I Belong Where You Belong | TsukiyamaΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα