—No, mamá. Jamás lo haré —finalicé, llorando de nuevo. Mamá me abrazó y no me soltó, porque sabía que necesitaba de alguien y ella estaría para mí—. Quiero volverlo a ver. Verlo aunque sea por un momento.

Mamá me besó la frente y guardó silencio.

Por fortuna nuestra conversación terminó ahí, porque tomé mis cosas y fui al colegio.

Lo primero que hizo Hanna fue arrastrarme a los baños y tratar de mejorar mi aspecto usando maquillaje.

No es que me miraba mal aquella mañana, no del todo, sin embargo, mis ojos lograban delatarme todo el tiempo y era necesario tener que arreglarme y pasar inadvertida por la mirada indiscreta de los demás.

—¡Uff! En serio te ves muy preciosa, con o sin maquillaje —mi amiga sonreía de lado a lado.

—Ni tanto —respondí.

Hanna me miró con aflicción.

—¿Cómo te has sentido?

—Bien, por ahora —le mentí.

Ella suspiró.

—De acuerdo. Démonos prisa, se hace tarde.

Ingresamos a la clase y fue en ese momento que Cliff me abrazó y por un instante su perfume me hizo recordar la presencia ausente de Hunter.

Alejé ese pensamiento de mi cabeza rápidamente.

—¿Se lo has dicho a alguien? —inquirió él.

Hice un gesto pensativo.

—Ya sabes… lo que ocurrió en los bañaos —Cliff se mordió el labio inferior, como si le molestara mi torpe manera de entender las cosas—. Los espejos, las ventanas…

Di un ligero respingo al reparar en sus palabras.

—No, no lo he hecho. ¿Y ustedes? —les pregunté, mirándolos frenéticamente.

Ambos negaron con la cabeza.

—Prometimos no hacerlo, ¿recuerdas?

El salón de clases se llenaba con lentitud, por lo que los tres nos ubicamos al fondo para que nadie fuese capaz de escuchar nuestra conversación. Algunos compañeros nos miraban y luego apartaban la vista.

—¿Y Fred? ¿Él cómo se lo ha tomado? —mi pregunta salió de mi boca tan pronto como la formulé en mi mente.

—Muy mal. Cree que fue un truco de magia o algo así —murmuró Cliff—. De todos modos, prometió que no diría nada.

—El director dijo que tenemos que dar de nuevo nuestra declaración, porque no cree en nuestras palabras. Además, fuimos los únicos que vimos lo que realmente ocurrió —repuso Hanna. Ella algo alarmada—. ¿Qué es lo que diremos? ¿Vamos a tener que mentir una vez más? Yo no quiero ir a la cárcel.

—Eso no sucederá —le aseguré.

—Varios estudiantes ya han declarado. Y la mayoría coincide en  no hubo piedras durante el incidente. ¿Y si nos descubren? —Cliff movía una de sus piernas, en señal de nerviosismo y miedo—. La policía sigue en la investigación y nosotros no nos hemos alejado de su radar.

Y era cierto.

Recuerdo que nos llamaron para dar una explicación. Manifesté lo que Cliff y los demás habíamos acordado. Yo no esperaba que ellos se lo creyeran, y por un instante no parecieron objetar, porque estábamos aturdidos.

De todas maneras, un chisme de esa naturaleza evidentemente llamaría la atención de cualquiera.

—Olvidemos eso —les dije—. Hunter ya no está —hice una meca—, y será mejor que Fred no abra la boca.

Cliff y Hanna intercambiaron una mirada sombría, pero no se opusieron.

Pasamos las siguientes horas tratando de poner atención a las clases, ponernos de acuerdo en elegir un tema para redactar un resumen o resolver ejercicios estadísticos. Sin embargo, debido a que los tres teníamos el mismo inconveniente emocional, nos costó acoplarnos al nivel de los demás.

Por fortuna, el día no tuvo tantas complicaciones.

Decidimos refaccionar en la parte externa del colegio, al aire libre.

Platicamos sobre nuestros planes para el próximo fin de semana y luego, cuando llegó la hora de recibir de nuevo las clases, esta vez en la academia de computación, pensé en seguir con mi investigación.

Mi atención estaba únicamente en el ordenador, leyendo y analizando el texto que había encontrado en un sitio web. No me gustaba aplicar la exhaustividad, y aun si, busqué la información que me parecía más interesante.

Se trataba de otro suicidio en Chestown, casi dos semanas después que la de Hunter.

Un chico de la misma edad que yo, se ahorcó y, según sus padres, el culpable fue el eclipse. Enloqueció repentinamente y de un momento a otro se quitó la vida. Su hermana, tres años menor que él, desapareció.

En otro sitio web decía algo similar, ya que en una comunidad, al Oeste del mundo, un grupo de amigos se quitaron la vida de manera consecutiva. Noté que el patrón era el mismo: primero el eclipse, luego perdían la cordura y se suicidaban.

Y cada uno de ellos contaba con una novia, hermana o madre, la cual desaparecía sin dejar rastro.

La asíntota del mal [#1] - ✔Where stories live. Discover now