Regreso a Hogwarts

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Ni bien tocaron tierra en Hogsmeade las alarmas empezaron a sonar alertando la llegada de Harry al lugar, lo cual provoco que los chicos corran por los pasillos hasta que un hombre alto y barbudo los llamo y los hizo entrar a su local, cuando pasaron el corazón de varios dio un brinco al ver a aquel hombre, sobre todo Draco y T/N.
Después de varios minutos y una acalorada discusión sobre el pasado de Dumbledore, Aberforth su hermano los hizo entrar al colegio por medio de un pasaje en el que Neville los guiaba.

Doblaron una esquina y llegaron al final del pasadizo. Otros escalones conducían hasta una puerta igual que la que había oculta detrás del retrato de Ariana. Neville la abrió y entró. Harry lo siguió y oyó cómo el chico le anunciaba a alguien:
—¡Miren quién ha venido! ¿No les decía yo?

Una vez Harry estuvo en la habitación, se oyeron gritos y exclamaciones:

—¡¡Harry!!

—¡Es Potter! ¡¡Es él!!

—¡Ron!

—¡Hermione!

Harry percibió una confusa imagen en la que se mezclaban tapices de colores, lámparas y caras. Un instante más tarde, los tres amigos se vieron sepultados por cerca de una veintena de personas que los abrazaban y les daban palmadas en la espalda, les alborotaban el pelo y les estrechaban la mano. Era como si acabaran de ganar una final de quidditch.

Por su parte T/N y Draco se quedaron a un lado sintiéndose como dos extraños hasta que Neville hablo.

—¡Bueno, bueno! ¡Cálmense! —gritó Neville, y el grupo se retiró. —Un gusto verlos chicos —dijo mirando a Draco y T/N —gracias por los primeros meses Malfoy —continuo con un gesto a lo que Draco solo asintió. —Nos estuvo ayudando, y cuido mucho de Ginny —se apresuro a decir Neville al ver la cara de confusión de Ron quien abrió tanto sus ojos por la sorpresa que provoco la risa de todos en el lugar.

—¿Dónde estamos? —pregunto Harry

—En la Sala de los Menesteres, ¿dónde si no? —contestó Neville—. Supera las expectativas, ¿verdad? Verás, los Carrow me perseguían, y yo sabía que sólo había una guarida posible, así que conseguí colarme por la puerta ¡y esto fue lo que encontré! Bueno, cuando llegué no estaba exactamente así; era mucho más pequeña, sólo había una hamaca y unos tapices de Gryffindor. Pero a medida que han ido llegando miembros del Ejército de Dumbledore se ha agrandado más y más.

—¿Y los Carrow no pueden entrar? —preguntó Harry mirando alrededor en busca de la puerta.

—No, qué va —respondió Seamus Finnigan, a quien Harry no reconoció hasta que lo oyó hablar, porque el muchacho tenía la cara hinchada y cubierta de cardenales.

—¿Qué vamos a hacer, Harry? —preguntó Seamus—. ¿Qué plan tienes?

—Ah, sí, un plan —repitió Harry —. Verás, Ron, Hermione y yo tenemos que hacer una cosa, y luego saldremos de aquí.

Las risas y gritos de alegría se interrumpieron. Neville pareció desconcertado.

—¿Qué quieres decir con «saldremos de aquí»?

—No hemos venido para quedarnos, Neville —dijo Harry frotándose la dolorida frente—. Tenemos que hacer una cosa muy importante…

—¿De qué se trata?

—No puedo… decirles.

Una oleada de refunfuños se propagó entre los presentes. Neville arrugó la frente.

—¿Por qué? —preguntó Neville.

—Porque… —Harry estaba tan ansioso por buscar el Horrocrux restante, que le costaba pensar. Y la cicatriz seguía ardiéndole—. Dumbledore nos encomendó una misión —anunció escogiendo con cuidado las palabras—, y no quería que se la dijéramos a nadie… Bueno, quería que lo hiciéramos nosotros tres solos. Mira… —murmuró Harry sin pensar lo que iba a decir; pero daba lo mismo porque en ese instante la puerta del túnel se abrió detrás de él.

—¡Hemos recibido tu mensaje, Neville! ¡Hola, chicos! ¡Ya me imaginé que los encontraría aquí! —Eran Luna y Dean.
Seamus dio un grito de júbilo y corrió a abrazar a su mejor amigo.

—¡Hola a todos! —saludó Luna con júbilo—. ¡Qué contenta estoy de haber vuelto!

—¡Luna! —exclamó Harry, confuso—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has…?

—Yo la he llamado —dijo Neville mostrándole el galeón falso—. Les prometí a Ginny y a ella que si volvías les avisaría. Todos creíamos que si regresabas sería para hacer la revolución. Suponíamos que íbamos a derrocar a Snape y los Carrow.

—Pues claro que eso es lo que vamos a hacer —repuso Luna alegremente—, ¿verdad, Harry? Los vamos a echar de Hogwarts, ¿no?

—Escuchen —dijo Harry, cada vez más asustado.

Harry oyó otro ruido a sus espaldas y se dio la vuelta. Ginny estaba entrando por el hueco de la pared, y la seguían Fred, George y Lee Jordan.

—Aberforth está un poco mosqueado —dijo Fred alzando una mano para responder a los saludos de los chicos—. Quería echar una cabezadita, pero su bar se ha convertido en una estación de ferrocarril.

Harry se quedó con la boca abierta.

—¿qué plan tienes, Harry? —preguntó George

—No tengo ningún plan —contestó el muchacho, desorientado por la repentina aparición de todos sus compañeros e incapaz de asimilar la situación mientras la cicatriz siguiera doliéndole tanto.

—Ah, entonces improvisaremos, ¿no? ¡Me encanta! —dijo Fred.

De pronto Ron se volvió hacia Harry y le dijo:
—¿Qué hay de malo en que nos ayuden?

—¿Cómo dices?

—Mira, son capaces de hacerlo. —Ron bajó la voz y, sin que lo oyera nadie más excepto Hermione, que estaba entre ambos, susurró—: No sabemos dónde está y disponemos de poco tiempo para encontrarlo. Además, no tenemos por qué revelarles que es un Horrocrux. Mira Draco nos ayudó… y no resulto mal.

Harry se quedó mirándolo y luego consultó con la mirada a Hermione, que murmuró:

—Creo que Ron tiene razón. Ni siquiera sabemos qué estamos buscando. Los necesitamos. —Y al ver que Harry no parecía convencido, añadió—: No tienes por qué hacerlo todo tú solo.

—De acuerdo —les dijo en voz baja—. Está bien, escuchen… —se dirigió a los demás, que dejaron de armar jaleo.
Fred y George, que estaban contando chistes a los que tenían más cerca, guardaron silencio, y todos miraron a Harry, emocionados y expectantes.

—Estamos buscando una cosa, una cosa que nos ayudará a derrocar a Quien-ustedes-saben. Está aquí, en Hogwarts, pero no sabemos dónde exactamente. Es posible que perteneciera a Ravenclaw. ¿Alguien ha oído hablar de un objeto que perteneciera a la fundadora de la casa, o ha visto alguna vez un objeto con el águila dibujada, por ejemplo?

—Bueno, está la diadema perdida. La diadema perdida de Ravenclaw. Mi padre está intentando hacer una copia.

—Sí, pero la diadema perdida —intervino Michael Córner poniendo los ojos en blanco— se perdió, Luna. Ese es el quid de la cuestión.

—¿Cuándo se perdió? —preguntó T/N.

—Dicen que hace siglos —respondió Cho, y a Harry le dio un vuelco el corazón—. El profesor Flitwick dice que la diadema se esfumó cuando desapareció la propia Rowena. Mucha gente la ha buscado —añadió mirando a sus compañeros de Ravenclaw—, pero nadie vivo ha encontrado nunca ni rastro de ella, ¿no?
Todos negaron con la cabeza.

—Perdón, pero ¿qué es una diadema? —preguntó Ron.

—Es una especie de corona —contestó Terry Boot—. Dicen que la de Ravenclaw…

—Ya lo sabe… Snape que Harry fue visto en Hogsmeade —dijo Neville nervioso.

Sentimientos ocultos (Harry Potter y tu) (Dramione) Where stories live. Discover now