-Sí, aunque me preocupa no conocer a nadie. -Admito.

-No te preocupes Cass, me tienes contigo. -Aprieta un poco más su mano sobre mi rodilla, en un gesto cálido. -Además, siendo como eres, no tardarás en hacer algunas amigas.

Normalmente eso sería cierto, pero hoy no creo tener mis habilidades sociales conectadas. Dudo que mis neuronas lo estén siquiera. Solo puedo pensar en la mano que descansa sobre mi rodilla y que lanza ráfagas de fuego líquido por mis venas.

Lo observo un poco mejor, ahora que veo que sus ojos están totalmente enfocados en la carretera. Lleva el pelo rubio apagado recogido en una especie de moño como siempre y bajo sus ojos puedo ver unos pequeños surcos de un tono más oscuro. Parece cansado. Lleva una camisa blanca cuyos primeros botones están desabrochados y unos vaqueros negros algo rasgados. Le queda de escándalo, la camisa se ajusta perfectamente a cada musculo bien trabajado de su cuerpo. Me fijo en que lleva la barba perfectamente recortada y me detengo más de la cuenta observando su mandíbula afilada y el espesor de sus pestañas.

-¿Qué? -Pregunta dirigiendo rápidamente la mirada hacia mí. -¿Te parece raro verme sin una camiseta medio raída y los pantalones de deporte?

-No, no es eso. -Siento que mis mejillas arden. -Estás muy guapo, siempre lo estás.

Tal vez debería sentir más vergüenza de la que siento ahora mismo, pero debo ser más directa si quiero conseguir algo. Si quiero que el me vea.

-Tu también estás muy guapa siempre.

Nos quedamos en silencio y me quedo mirando como conduce, como sus brazos se tensan agarrando el volante o como tamborea los dedos sobre este. Hay una pregunta que me ronda por la cabeza desde el momento en el que me pidió que lo acompañara a esta fiesta y sé que sino la formulo ahora, luego no habrá ocasión. Me muerdo el labio, pensando como preguntarle o más bien, armándome de valor para hacerlo y que no suene extraño. Giro mi cara hacia el y lo miro, aunque el no lo haga.

-Jules. -Lo llamo. Tarda apenas unos segundos en reaccionar a mi llamada y sus ojos me miran rápidamente, para luego volverlos de nuevo a la carretera. -¿Porqué me pediste que te acompañara a esta fiesta?

Descanso mis manos en mi regazo, esperando pacientemente su respuesta.

-¿No querías venir?

-No lo digo por eso. -Digo, intentando que no se note que no es esa la respuesta que espero. -Solo quiero saber porque yo y no otra.

-¿Los amigos no salen juntos de fiesta?

Quiero pensar que no lo dice para dañarme, pero una parte de el tiene que haberse percatado de mis sentimientos hacia el. No puede no haberse dado cuenta aún.

-Supongo que sí.

No volvemos a hablar en lo que queda de trayecto, que no es mucho. La casa de Petra se encuentra en una zona apartada de la ciudad, la más pija de las zonas pijas. Está compuesta de unas cuantas casas, o mejor dicho, mansiones que ocupan metros y metros de terreno. Son espectaculares, siendo sincera. Antes de llegar a la de Petra, pasamos por delante de las grandes verjas de hierro de varias, pero la casa de Petra es la más bonita de todas. En la entrada encontramos dos puertas de forja blanca que en este momento se encuentran abiertas, invitando a que la gente pase. El recorrido desde la puerta principal hasta la casa es de varios minutos en coche a través de un pequeño camino rodeado de vegetación que no sabría clasificar. Al cabo de unos minutos nos encontramos rodeando una fuente y quedamos junto a la que debe ser la puerta principal de la casa. Un hombre espera fuera y no me hace falta ser muy lista para saber que es un aparca coches.

El Juego de la ArañaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon