Después de la boda... ¡fiesta!

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Después del beso, y mientras todos aplaudían y gritaban, pude ver como mi mujer habría lentamente sus ojos. Las gemas lapislázuli hacen brillar sus ojos.

- Estás preciosa mi vida -Leticia se sonroja.

- Gracias. Tú también estás muy guapo.

Santi se acerca para darnos la enhorabuena. A Leticia se le ilumina la cara cuando su padre se queda a su lado. Están muy unidos.

Yo también tendré una relación así con mi hija, pienso para mí.

Poco a poco todos se van acercando. Leticia sonríe. Es feliz, pero todas esas personas ya no son su padre al que tan unida está. Se acercan mi hermano, Fabio y Jorge y, al parecer, a ellos si tenía ganas de verlos.

- ¡Jorge!

- Hola Leli preciosa. Enhorabuena.

- Gracias. Tenía muchas ganas de veros a los tres.

- ¿Y eso?

- Porque sois mi familia en los circuitos y porque os quiero mucho.

- ¿A mí no me quieres? -Pol se acerca haciéndola reír.

- Tú eres mi hermano mayor Pol. No estés celoso.

Mientras hablamos con todos los invitados, el barco llega al muelle desde donde iremos al restaurante. Leticia está rodeada de pilotos y me empieza a poner nervioso.

- Princesa, ya podemos bajar.

- Voy cielo.

Una vez a mi lado, la beso mientras el fotógrafo nos hace una foto con el mar de fondo y nuestros padres nos preguntan cosas sobre la luna de miel.

- No vamos a deciros nada. Cuando veáis las fotos sabréis a donde iremos.

- Siempre tan reservada hija -le dice mi suegra riendo.

- Porque me gusta tener vida privada mamá -eso y que queremos que sea sorpresa.

Llega el momento de los recuerdos y Leticia y yo vamos mesa por mesa repartiéndolos. Son como los novios de la tarta pero en pequeño: los novios van subidos en una moto y el muñeco del novio lleva una réplica de mi casco. A todos les parece muy original.

Ahora nos toca a nosotros recibir los regalos. Están todos en una mesa junto a la pista de baile.

- Vayamos a abrirlos.

Sigo a mi mujer hasta la mesa y empezamos a abrir los paquetes. De Pol y Laura hay un sobre con unos papeles de adopción.

- Son los papeles de adopción de un husky como Eina.

- Gracias Pol. ¿Dónde está? Quiero ver a mi perrito.

- Está fuera.

Nada más decir eso, Leticia sale corriendo de la sala y vuelve a entrar con un pequeño cachorro en brazos. En ese momento me la imagino con nuestro bebé en brazos.

- Es una hembra. Todavía no tiene nombre.

- ¿Y qué nombre le ponemos? -me pregunto.

- A mí me gusta Rubí.

- Marc, es perfecto. Me encanta -no dudo en besarla.

Los regalos se fueron sucediendo. Cada vez era, como decirlo... personales. Alex y Val nos regalaron cosas para bebés.

- Serán...

- Princesa, sabes que los vamos a necesitar.

- Supongo que sí.

El regalo más raro fue el de mi hermanito Fabio y mi amiga Diana. Leticia se sonroja hasta el punto de que su cara no podía estar más roja.

- Para que juguéis.

- Diana... ¿es una broma?

Leticia y Fabio, que no habían dicho nada, se empezaron a reír sin parar. Ahora que no nos escuchan nuestras parejas, le susurro un gracias a mi amiga. Su regalo es el mejor.

- Tengo un regalo para ti -le digo a mi mujer.

- ¿De verdad?

- Sí. Está fuera, pero toma la llave.

La zona de la barra libre y la pista de baile están fuera, por lo que los invitados también salen.

- ¡Una moto nueva! Gracias amor.

- Da nada cielo.

Dejamos la moto donde está y nos vamos con nuestros invitados a la pista de baile. Solo pude bailar con Leticia un par de canciones porque todos quieren bailar con la novia.

Estamos hasta medianoche en el restaurante. Después, todos los jóvenes nos vamos a la discoteca.

- Yo me tengo que cambiar. Luego os veo.

- Te acompaño -le digo sin dudarlo.

- No hace falta. El dueño de la disco es un amigo. Me dejará pasar sin esperar en la cola. Soy VIP.

- No me importa. Es nuestra noche de bodas y quiero ser yo el que te quite ese vestido.

- Si me lo quitas, no es para ponerme más ropa.

- ¿A qué esperamos? -mi mujer sonríe.

Leticia tiene la ropa para cambiarse en el camarote del yate así que vamos hacia el muelle de la mano y hablando de lo que llevaríamos a la luna de miel.

- El regalo de Diana y Fabio hay que llevarlo -le digo.

- Pues yo lo estrenaría ahora.

- Pero solo uno.

Le doy un beso corto en los labios y la cojo para llegar lo más rápido posible al yate.

Al llegar al camarote cierro la puerta (no vuelvo a cometer un error así) y le bajo la cremallera del vestido.

Aquel vestido que tanto me gusta va bajando por el cuerpo de mi mujer dejándome ver su blanca piel...

El jefe de papá (EJDP1)Where stories live. Discover now