el beso.

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NARRATOR'S POV: 
mientras tanto, en auradon, jay y carlos armaron el mismo plan que mal; exactamente el mismo plan. recordaron la leyenda, lo escéptica que maléfica solía ser (ya saben, antes de convertirse en lagartija), y aunque dudaron por un momento de la existencia del famoso auto, supieron que no les quedaba otra opción.

pero había un problema.
caray, habían muchos problemas con ese auto. el primero era que mal no sabía conducir, pero la tecnología de auradon lo solucionó; sin embargo, el que carlos y jay tenían no podía ser resuelto con nada que no fuera esfuerzo, sudor, y tiempo: dos cosas que no les eran agradables (aunque habrían hecho si hubieran podido), y una de la cual carecían.

ben le había mostrado el auto a mal únicamente; ni jay, ni carlos, ni lo que quedaba de evie, jamás supieron si siquiera existía.

—tienes que guardar el secreto.—le pidió ben a mal, y así lo hizo.

así que, incluso al buscarlo por lagos y tierras, no lo encontraron en ningún momento.

obviamente.

incluso ya convertida en humana, nadie se arriesgó a detener a mal mientras corría hacia el auto aparcado en el callejón con su princesa en brazos. todos la veían con una mezcla de despecho, sorpresa y admiración al mismo tiempo.

—¡abran paso!—era lo único que mal gritaba mientras abría su camino hacia el vehículo, y por alguna razón que ellos mismos desconocían, todos se apartaban, dejándole a la traicionera el paso libre para que se fuera de lo que alguna vez fue su hogar una vez más.

por la diferencia de altura, qué difícil fue meter a su princesa en el puto auto. aún así, por el mismo hecho de que mal tenía esperanza de que evie estuviera dormida y de que habría tiempo de despertarla, la chica de cabello púrpura la sentó en la parte trasera del carro y, sin siquiera darse cuenta, ya estaba en auradon, corriendo con evie en brazos hacia su habitación.

—¿qué le pasó?—carlos las esperaba frente a la puerta de la preparatoria junto con jay; habían buscado pero hasta bajo las camas, y nada.
los cuatro amigos eran los únicos que no estaban en la parte trasera en la fiesta del ex-rey bestia (o adam, para los amigos). al ver a evie blanca y decaída, los nervios de carlos empezaron a descontrolarse, pero jay era experto en saber lo que su amigo sentía (después de haber tenido que calmar su ansiedad por diez años, que no lo fuera sería un pecado), y pudo tranquilizarlo con unas palmaditas en la espalda y una mirada seria y reconfortante de, "todo va a salir bien".
aunque no estaba seguro de eso.

—no hay tiempo de explicar.

casi ignorando a sus amigos, mal salió corriendo hacia su habitación; carlos y jay detrás de ella, claro está.

—ustedes traigan a doug.—les ordenó mal, clavándose ella misma una estaca en el corazón—si la solución a esto es lo que creo que es, él es nuestra salvación.—dijo, escuchando los pasos veloces y decididos de sus amigos, para luego murmurar algo que nunca nadie tendría por qué escuchar—me duela o no.

no habría sido necesario hacer tanta cosa si la cura para el mal de amores y envenenamiento de evie no fuera tan específica. todo podría haber pasado muy rápido; en el mismo auto, mal podría haberla besado, ella despertaba, mal regresaba el auto a donde estaba y todos felices para siempre. el problema era que para el estúpido beso de amor verdadero, ambas personas debían amarse, y mal sabía que, no importaba cuánto ella la quisiera, evie nunca la vería como algo más que una mejor amiga.

—¡¿pero qué le pasó?!

—¡no te importa!—le gritaron los tres amigos a la vez a doug, a quién sólo le habían dicho que la besara, sin darle ninguna otra explicación.

—pero...

—¡BÉSALA!—gritaron los tres, mal sintiendo su corazón agrietándose al pedirle a alguien más que besara a quien ella quería besar.

el chico no tenía corazón para decirles que no estaba enamorado como tal, pues el amor es algo demasiado fuerte para un debilucho como él y lo sabía; pero después de todo, doug la quería, así que no rechistó y la besó, rezando en su mente porque su cariño por ella fuera lo suficientemente sincero como para despertarla.

pero no.

mal cerró los ojos con fuerza, exhalando violentamente a la vez, y al abrirlos, se mostraron esmeralda brillante de nuevo. una vez más, su cabello empezó a volverse llamas de fuego azul, verde y púrpura, de igual manera al de su padre, pero con sus propios colores; los colores que terminaron llamando 'los colores del mal'.

—¡no nos sirves!—mal lo botó del cuarto literalmente a patadas. los chicos estaban increíblemente preocupados; después de todo, se habían vuelto muy unidos con ella, y perderla les haría el corazón añicos. pero mal... mal estaba perdiendo la razón.

—¡mal!—gritó jay, con todo el valor que tenía, aún así algo aterrado de que la mal diabólica frente a él lo quemara vivo o algo así.

pero no lo hizo.

al darse cuenta dónde y con quienes estaba, la chica cayó al piso, volviéndose de nuevo quien en verdad era, una vez más con sus mechones púrpuras despeinados; la piel primero roja de la furia y luego pálida del susto.

rompió a llorar, siendo aquello entendible, dejando a carlos y a jay como los fuertes del cuarteto. ellos querían llorar, pero no lo hacían, porque si todos lloraban, ¿quién iba a consolarlos a los tres?
que ellos no lloraran no significaba que no quisieran a evie; la adoraban, pero la más desesperada era mal. la más desesperada era mal, porque había dejado morir al amor de su vida sin poder pedirle perdón, sin haberle confesado lo que sentía, sin poder haber dado siquiera un primer y último beso.

así que se incorporó, secándose las lágrimas, y se dirigió con lentitud hacia su amiga, que yacía en su cama. los chicos, callados, sólo se miraron uno al otro y luego a su amiga, inseguros de qué era lo que iba a hacer.

es que jamás, ni en un millón de vidas se habrían imaginado ver en primer plano a la gran mal, hija de maléfica, secando sus lágrimas mientras se acercaba a evie, hija de la reina malvada, para agacharse hasta juntar frentes y, después de dar un pequeño sollozo ahogado, juntar sus labios en un tierno beso.

sus amigos no dijeron nada, pues no tenían nada que decir. algo en su corazón saltó, sintiendo que al menos, aunque no fuera en vida, evie había conseguido lo que tanto había anhelado toda su vida. pero en un momento, con los ojos aún cerrados y sus labios aún en los de evie, mal se sobresaltó al sentir unos delicados dedos acariciando su mandíbula.

en un principio creyó que era una broma cruel de su imaginación; no descubrió que no era así hasta que, al separar sus labios, más con sus ojos verdes aún cerrados, una lágrima cayó a la mejilla de evie, y mal escuchó una voz dulce que le hablaba.

—no llores.—le pidió evie, con una media sonrisa débil.

mal rió, acariciando el rostro de evie, y volteó a ver a sus amigos, igual de felices y aliviados.

—beso de amor verdadero.—jay se encogió de hombros, sonriendo con un brillo nunca antes visto en sus ojos.

—funciona siempre.—afirmó carlos, en un tono igual de alegre.

por unos instantes, nadie dijo nada. los dos amigos veían con orgullo a sus amigas, que compartían una mirada llena de amor.

—oye, evie...—carlos rompió el silencio—¿sabes qué es lo mejor de todo esto?

—¿qué?

carlos señaló con la cabeza el desván de la habitación, sobre el cual reposaba un taper con un muffin de vainilla con chispas de chocolate intacto.

—¿qué es eso?—preguntó mal, sonriente y confundida.

sus tres amigos rieron, con esas sonrisas, evie volviendo al color.

—tenemos una historia muy larga que contarte, hermosa.

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