promesas.

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cuando desperté, lo primero que vi fue a carlos, mal y jay mirándome fijamente. los veía como si fueran gigantes, pues estaba recostada, y ellos bien parados a los lados de mi cama.

—¡oh, evie!—apenas abrí los ojos, mal se abalanzó sobre mí y me abrazó. mi labio inferior cayó ligeramente y cerré los ojos con fuerza, tanto por el dolor que estaba causando en mi cuerpo como por el sobresalto de que tuviera medio cuerpo encima de mí mientras estaba echada en mi cama—¡estás bien! ¡me asustaste!

jay y carlos se miraron, burlándose de mi cara.

tiempo atrás, el momento me habría sido perfecto. habría estado sonriente y en las nubes, sin importarme si estaba enferma o no, porque tenía a mal ahí, conmigo. pero ahora... ahora lo único que yo quería era que se apartara.
lo más duro de enamorarte de tu mejor amiga es que las muestras de cariño pueden darte esperanzas.
mi amistad con con mal era demasiado platónica. ella diciendo que no le gustaría tener novio, besos en la mejilla, abrazarnos al dormir, siempre agarradas de la mano, siempre diciéndonos que nos queríamos... ¿cómo no iba a formar esperanzas dentro de mí?
pero ahí estábamos. jamás se enamoraría de mí, eso era seguro.

—¿evie?—carlos pasó su mano frente a mis ojos tres veces, sacándome de mis tristes pensamientos—¿tierra llamando a evie?

—¿sí?—reaccioné al escuchar mi nombre. mal ya no estaba abrazándome, y carlos y jay me estaban mirando como si estuviera muriendo.

—ugh, estás bien... ¡nos asustaste!

—lo siento...me perdí en mis pensamientos. ¿dónde está mal?

—pues no respondías a tu nombre,—me explicó jay—así que mal creyó que ibas a convulsionar y está en busca de un doctor.

—¿¡qué?!—me frustré. no tenía ganas de ver a nadie que no fuesen carlos o jay. ni siquiera quería ver a mal, que me partía el corazón con cada mirada que me daba.

la vi entrar con uno de los doctores del otra día detrás suyo y resoplé.

—mal, sólo me perdí en mis pensamientos... estoy bien.

—de todos modos,—me miró el doctor como regañándome, como si yo fuese una niña de seis años que no quería que le pusieran una inyección—es mejor que te haga un chequeo, ya que estoy aquí.

aparté la mirada de mal con fastidio. apreciaba que se preocupara por mí y todo, pero lo último que necesitaba era verla... al menos no hasta que me diera el tan necesario beso para que me curara.

—¿cómo has estado después de que mis compañeros y yo vinimos a verte?—me preguntó el doctor, como si aquello fuera alguna especie de conversación social, y yo ni me digné a mirarlo.

—la cabeza no me duele como tal, pero me siento mareada la mayoría del tiempo. apenas puedo moverme sin sentir dolor, y sigo ardiendo en fiebre.

—ya veo.—el doctor torció la boca y sacó un termómetro de su bolsillo de pecho—será mejor que te tomemos la temperatura. puede que haya bajado, pero sigas igual de mal.

el hombre me puso el termómetro bajo la lengua y esperamos unos minutos en silencio. giré mi cabeza a ver a mal, y se veía aún más preocupada por mí que yo misma.

—de acuerdo,—el doctor nos dio un cuarto de sonrisa—tenías 41,2 de fiebre, ahora tienes 40. no es mucha diferencia,—miró a mis amigos para decir lo obvio—pero es un avance.

sonó el timbre de las clases de último año; mis amigos tenían que irse ya.

—intenta no moverte, no pienses en cosas negativas, y duerme. descansa; estás débil y necesitas energía.—me ordenó el doctor, y yo asentí ligeramente. volteó a ver a mis amigos—cuídenla bien, y de ser necesario, no duden en llamar a un doctor. evie no está en condiciones para decir que no se preocupen y que está bien.

"genial," pensé "ahora voy a tener que tenerlos aquí todo el día, todos los días."

el hombre se fue, y mis amigos tomaron sus cosas, dispuestos a llegar tarde a clase, pero no sin antes prometerme una serie de cosas.

—voy a escapar de clase de cuando en cuando para venir a verte, ¿vale?—dijo carlos, y jay continuó.

—yo igual,—prometió jay, para luego mirar a mi amigo—una clase tú y la siguiente yo, y vamos turnándonos, ¿va?

—okay.

—ahorita voy tarde para una reunión con ben,—mal apretó los labios, mirando su reloj, sin olvidar la tensión que iba a haber entre ambos después de su pelea pública—pero al regreso, te prometo que te traeré comida.

—¡eso no será necesario!—escuché la voz de lizzie, parada en la puerta de la habitación—¿puedo pasar?

por la cara de mal, ya sabía que iba a decirle que me dejara descansar, así que antes de que dijera algo, yo asentí.

—¡sí, pasa!—le di la mejor de mis sonrisas. qué feliz estaba de verla.

mal volteó la cabeza y me miró sorprendida y enojada al mismo tiempo, como diciendo, "¿¡qué estás haciendo?!"

en una mano, cargaba una bolsa de papel, y con la otra abrazaba un cuaderno sobre su pecho.

—supuse que tendrías hambre,—se sentó en la esquina de mi cama una vez más y me entregó la bolsa de papel—así que convencí a la cocinera de que me regalara un almuerzo extra. te traje jugo, una galleta, una...—paró de listar lo que me había traído cuando recordó que no éramos las únicas en la habitación. miró a mis amigos y se incorporó de la cama, perturbada.

—por dios, ¡qué maleducado de mi parte! ni siquiera les he saludado.—lizzie estiró la mano a cada uno para estrecharla, y mis dos amigos le sonrieron, pero mal sólo la miró... la miró con la misma mirada de desprecio que le dio a ben la primera vez que lo vio; aún así, lizzie le sonrió—me llamo lizzie. seguramente nos hemos cruzado alguna vez en la isla de los perdidos. fui una de las escogidas para venir a vivir a auradon; mi madre es la reina de corazones.
de su bolso, sacó una pequeña tiara con un dije de corazón y se la puso, y yo, por primera vez en el día, sonreí de verdad.

—¿¡también te gusta usar tiaras?!

—¿a quién no?

—lizzie, ¿dónde has estado toda mi vida?

nos pusimos a hablar, sin prestar mucha atención a mis amigos despidiéndose de mí. en realidad, la que en realidad les hizo caso fue lizzie, cuando estaban por abrir la puerta para marcharse.

—no se preocupen, ¡cuidaré bien de ella!

carlos y jay le dieron una pequeña sonrisa, mal ni la volteó a ver; sólo resopló y cerró la puerta tras su promesa.

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