fiebre.

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—e, despierta.—escuché la voz de mal tras de mí. ¿despierta? ¿había dormido todo el día y toda la noche? ¿y me habían dejado hacerlo?
me volteé para ver qué quería, pero al hacerlo, vi que se quedó en shock.

—¿qué pasa?—me asusté al ver su reacción. mal puso su mano sobre mi frente, y me asusté aún más cuando vi que de su mano goteaba mi sudor.

—evie, dios mío, estás con la peor fiebre existente.—mal comenzó a entrar en crisis nerviosa—dios, no puede ser. ¡me dijiste que si te ponías peor llamarías a alguien!

—me quedé dormida...—me excusé, aún somnolienta, sintiendo que la cabeza me daba vueltas—no sabía que me había puesto así.

—bueno, eso ya no importa.—suspiró mal, mientras tomaba el teléfono y marcaba a los doctores. abrí la boca para hablar, pero ella no me dejó—y no te atrevas a decirme que se te va a pasar y que estás bien porque sabes que no lo estás, y lo sabes muy bien.

traté de incorporarme, pero me dolía todo. mal me gritó que no me moviera, y yo le hice caso con lágrimas en los ojos; no sé si por lo enferma que me sentía o porque me había gritado.

—¿hola? soy mal... sí, exacto, la novia del rey ben. necesito un doctor en mi habitación URGENTEMENTE. ¡pero ya!

no pasaron ni cinco minutos y ya habían tres doctores revisándome y haciéndome preguntas a las que no sabía qué contestar.

cuando cerró su cuaderno de notas, se incorporó dándome la espalda, y en vez de hablarme a mí, le habló a mal.

—de acuerdo, nos odiará por esto... pero no sabemos qué le pasa, no exactamente.

—lo que sí sabemos—continuó el otro doctor— es que necesita cuidado todo el día, todos los días, con alguien de confianza. la más mínima incomodidad o el más mínimo dolor la pondrá cada vez peor, y tiene 41,2 de fiebre... no necesitamos que se ponga peor.

—si no ha mejorado en una semana, tiene que volvernos a llamar. nosotros tenemos las notas de lo que le pasa, así que tendrá que llamarnos específicamente a nosotros.—el último doctor le dio una tarjeta.

podía ver desde mi cama que mal tenía ganas de llorar. habíamos escuchado que la gente muere a los 43 grados... quizá no esté enamorada de mí como yo de ella, pero de igual manera, dudo mucho que mi muerte le hiciera mucha gracia.

—de-de acuerdo, gracias.

los doctores se fueron, no sin antes desearme suerte y que me curara pronto. mal cerró la puerta tras ellos y cubrió su rostro con las manos para que no la viera llorar, como si yo fuera tonta o algo.

—mal, no llores. me voy a curar, lo prometo.

ella soltó un suspiro y se secó las lágrimas, acercándose a mí y poniéndose en cuclillas al lado de mi cama, para después tomarme de la mano.

—te vas a curar porque te voy a cuidar mucho, comenzando desde ya. para empezar, tenemos que quitarte esa ropa toda sudada y ponerte algo más suelto y más fresco.

—¿cómo me voy a cambiar si ni siquiera puedo moverme, mucho menos caminar?—le pregunté con la más seria de las caras, cuando sentí que me cargó en brazos como si nada, y de igual manera me retorcí de dolor.

—pues yo te voy a mover y tú te cambias.—me sonrió, pero sin el brillo constante de sus ojos.

—¿cuándo te volviste tan fuerte?—le pregunté en la mayor de las sorpresas. yo era mucho más alta que mal, ¿cómo era posible?

—oh, no,—soltó una risita—yo no soy fuerte, estoy muriendo en este momento y mis brazos están pero temblando. pero lo que sea por ti, ¿sabes?

'¿haría lo que sea por mí? entonces, quizá...

evie, no.

no te hagas esto a ti misma... no de nuevo.

sabes que está con ben, que ama a ben, y que jamás podría quererte a ti, aunque fuese bisexual o algo así. te ve como una amiga, y siempre va a ser así.

desecha las esperanzas, evelyn. si no puedes desechar el amor, desecha las esperanzas.'

mal me fue soltando con cuidado y yo me paré como pude, apoyada en sus hombros, y apenas me soltó por completo, yo misma saqué una pijama blanca de patrones con dibujos de manzanas.

—¿te ayudo a cambiarte?

abrí los ojos como dos platos y recé por que no estuviera roja. la sola idea de mal viéndome en ropa interior nada más me ponía nerviosa... demasiado nerviosa.

—¡no!—exclamé al instante, aguantando un quejido de dolor, y ella me miró con el ceño fruncido y con algo de sospecha en sus ojos—no, puedo sola. de veras. espérame afuera para que me cargues hasta la cama con esos fuertes brazos tuyos.—le di la mejor sonrisa que podía en aquel momento, y ella salió de nuestro walk-in closet, también sonriendo, pero extrañada.

yo solté un suspiro de alivio y me cambié. me dolía todo y sudaba como si hubiera hecho veinte días de ejercicio completos y sin parar, y encima tenía a mal ahí. antes me habría sido maravilloso que ella me cuidara, pero desde que admitió que ama a ben, con tan solo ver su rostro me duele el corazón.

salí, mal me cargó en brazos de nuevo, me reposó en la cama y se sentó al borde de ella frente a mí.

—de acuerdo, lo que te voy a decir no va a gustarte,—empecé y aparté la mirada de mal—pero creo que no deberías cuidarme tú, sino carlos o jay.

—¿¡qué?!—mi amiga se paró, y yo exhalé con los ojos cerrados—¿por qué no quieres que te cuide yo?

obviamente no iba a decirle la verdad, así que tomé lo primero que se me ocurrió y lo dije.

—eres la novia del rey, m, tienes muchas responsabilidades y estás bajo mucha presión. no quiero ser una carga más.

—oh, evie...—mal se puso de cuclillas a mi lado y me tomó la mano de nuevo—tú jamás serías una carga, ¿acaso no lo sabes?

—lo dices porque me quieres, m. en serio, me sentiría mal, y el doctor dijo que no podía sentirme mal, ¿no?—la chantajeé, y ella se quedó pensativa, para luego rodar los ojos.

—ugh, a veces te odio.—me miró y se incorporó, tomando el teléfono y marcando, para luego ponerlo en su oreja—contesten, contesten, contesten...

-¿mal?
-carlos, ¿está jay contigo?
-eh, sí... estamos jugando videojuegos. ¿todo bien?
-no. evie está enferma y los necesito aquí PERO YA.
-¿enferma?
-lo verás CUANDO VENGAN. ¡pero ya!

mal colgó el teléfono.

Aquí EstaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora