el muffin.

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mal me había jurado que llegaría en un momento, pero me desmayé, desperté, y mal no llegaba.

mal, no jures en vano.

—carlos, ¡no voy a hacerle eso a mal!

—¿tienes una mejor idea? porque si es así, me encantaría escucharla.—carlos me miró con una ceja alzada. parecía que todos habían olvidado que el más mínimo disgusto podía empeorar mi fiebre, pero bueno.

—por mucho que odie decirlo, carlos tiene razón, evie. no veo otra salida.

me quedé pensativa por un momento. ¿darle un muffin con un hechizo de amor? es decir, podría funcionar, pero claramente decía en la página 'amor verdadero'...

—pero, ¿eso podría ser contado como amor verdadero? porque tipo, es un hechizo. no es verdadero.

—en esta situación, es mejor perder que no intentar.

—pero, ¿saben el hechizo, para empezar?

—en realidad,—jay sonrió—me lo sé de memoria, sí.—carlos y yo nos quedamos viéndole; tan rudo él, aprendiéndose un hechizo de amor.

—¿y eso?

jay se mostró avergonzado.

—no creí que algún día lonnie me haría caso, ¿de acuerdo?—mi amigo vio al piso, y carlos y yo nos miramos y reímos en silencio—además, eso no importa. el punto es que me sé el hechizo, y que tenemos que ir a hacer los muffins esta misma noche.

—pero yo no puedo moverme...

—¿quién dijo que tú ibas a ir?—carlos se encogió de hombros con el ceño fruncido, pero con una pequeña sonrisa también—podemos hacer esto solos.

solté una pequeña carcajada. ¿ellos? ¿hacer algo solos?
bueno, habrá que darles el chance.

—ajá, bueno. los muffins favoritos de mal son los de vainilla con chispas de chocolate, así que jamás se resistirá a uno de esos, créanme.

—esta misma noche iremos a prepararlo. no nos podemos arriesgar a esperar y que te pongas peor.

nos quedamos en silencio; qué triste me era si quiera recordar que estaba enferma de mal de amores. me daba cosa siquiera pronunciar el nombre de la enfermedad como para sentirme cómoda sabiendo que la padecía.

y todo por culpa de mi mejor amiga.

—evie, llora.—jay rompió el silencio, y yo fruncí el ceño, extrañada por su petición.

—¿perdona?

—necesitamos una lágrima de dolor puro para el hechizo.—sacó un diminuto frasco de su bolsillo para guardar mis lágrimas. yo torcí la boca y carlos lo miró confundido.

—¿llevas ese frasco a todas partes?

—evie, llora.—mi amigo ignoró la pregunta, dejándonos con la duda. a veces, jay traía cosas un poco extrañas en sus bolsillos o mochila, pero así era él.

suspiré y repetí en mi mente la voz de mal.
"claro que te amo, ben. siempre te he amado."
jay se acercó a mi rostro y colocó el pequeño frasco cerca bajo mi ojo, rozando mi mejilla. sentí que los ojos se me ponían vidriosos, y no fue hasta que recordé aquel beso tan lleno de amor verdadero que mal le dio a ben que las lágrimas empezaron a caer.

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